Luis Alejandro Silva fue el candidato electo con la mayor cantidad de votos por el Partido Republicano, por eso ahora su rostro es reconocible y le piden selfies. Aunque también le gritan "nazi". En entrevista con Diario Financiero asegura que "en democracia la regla de la mayoría está para resolver el desacuerdo". En esa lógica aclara: "no le tengo miedo al desacuerdo, no tengo ningún miedo al desacuerdo”. También explicó que decidió se numerario, es decir, no podía casarse ni formar un familia.
El consejero constitucional más votado en estas últimas elecciones, Luis Alejandro Silva (REP), contó por primera vez parte de su vida y la visión que tiene para este nuevo proceso. Un quiebre familiar, una aspiración política y el despojo del miedo ante su nuevo trabajo, son parte de los tópicos que habló en entrevista con Diario Financiero.
“Esta es mi tercera elección: partí con 4.000 votos en la primera, cuando postulé a la constituyente; 8.000 en la segunda, como diputado en el Distrito 13; y ahora más de 700 mil, como consejero por la Circunscripción 7 de la Región Metropolitana”, confiesa al medio.
Y por eso ahora su rostro es reconocible. No es un número menor. Y aunque sus adherentes crecieron, también asegura que mucha gente en la calle le grita “nazi” o “facho”. Pero son grupos menores. La mayoría le pide selfies.
Es el mayor de siete hijos. Es abogado y académico. Aunque este año iba a dictar una clase de Derecho Constitucional en la Universidad Los Andes, la campaña política lo limitó de tiempo.
El representante del Partido Republicano revela que siempre tuvo una inquietud religiosa. Hasta se le cruzó la idea de ser cura, pero no. No lo fue.
“Conocía la religión relacionada al trabajo pastoral, pero en el Opus Dei me encontré con la doctrina, con el conocimiento. Fue un descubrimiento alucinante, me di cuenta de que la religión era mucho más que sentimiento”, explica. “Yo tengo esa veta intelectual, de chico andaba con microscopio y coleccionando plumas para estudiar las aves. Me faltaba ese ingrediente más intelectual en la religión”.
Y así, decidió se numerario. En simple, no podría casarse ni formar una familia. Mantendría su veta profesional.
“Hay gente muy desprejuiciada, por ejemplo en las poblaciones. Me fascina estar en Pedro Aguirre Cerda, en Lo Espejo, porque les da lo mismo. Me miran la mano, “anda de anillo, está casado”, les digo que no, que estoy soltero. “¿Y por qué?” “Por mi religión”, respondo. Y a nadie le importa. Es bacán.
Quiebre familiar
La decisión no fue fácil para la familia, pero al final lo terminaron respetando. Pero la excepción fue su hermano Sebastián Silva, con quien tuvo un quiebre y calificó su elección como un “peligro nacional”.
“Con el tiempo fue agudizándose la significación de que yo fuera católico, de que fuera del Opus Dei. Pero podíamos estar juntos, incluso era divertido. Y conocí a sus parejas, a Pedro Peirano, conversaba con ellos, no había problema en ello. Pero cuando me hice republicano, ahí saltaron los tapones (…) Los problemas empezaron, en el fondo, cuando yo salí del clóset. Cuando yo hago explícita mi posición política”, dice.
Entonces conoció a José Antonio Kast en la universidad, cuando aún era diputado. Y aunque asegura que antes era tímido, ser republicano era una provocación.
“Se me hizo difícil aceptar que hubiese alguien como José Antonio (Kast) diciendo públicamente exactamente lo mismo que yo pienso y que sufriera amenazas de linchamiento“.
“La izquierda juega mucho con el sentimiento de culpa”
Silva Irarrázaval profundiza en que los actos de violencia no tienen justificación, independiente del color político.
“Es distinto diálogo que acuerdo. Cuando tú te abres a dialogar con un compadre que te dice ‘me ofende lo que dices, me ofende lo que piensas’, se acabó el diálogo. ‘Viejo, yo no puedo llegar a acuerdos contigo, porque tengo que renunciar a lo que pienso para que tú no te sientas ofendido’. La izquierda juega mucho con el sentimiento de culpa para manipular, porque la culpa es una excelente herramienta de apoyo para palanquear“.
Y es esta opción de vida la que choca con la de su hermano. “Él me pide renunciar a la mía. Eso es lo difícil. Pero básicamente es renunciar a una parte de la doctrina de la Iglesia”.
Agrega:
“No es nada contra los gays. En mi equipo hay varios gays. Tengo un montón, no sé si de amigos, pero gente buena onda y un montón de republicanos que son gay. Que hagan lo que quieran. Pero si quieren transformar en políticas públicas, vamos a discutirlo políticamente. Y si tienes más votos que yo, se toma la decisión que a ti te gusta. Y si yo tengo más votos que tú, se toma la decisión que yo creo que es correcta. Cuando me siento obligado a decir lo que pienso es cuando se trata de convertir en políticas públicas. Por ejemplo, el matrimonio igualitario o el aborto”.
Así, asegura que Chile Vamos tiene un problema. “Para ellos dialogar es llegar a acuerdo. Para mí, no. En democracia la regla de la mayoría está para resolver el desacuerdo“.
“¿Por qué cresta siendo mayoría tenemos que llegar a acuerdos con la minoría? Que ellos se lo ganen, aquí es problema de ellos, no de nosotros. Yo no quiero pasar máquina, pero aquí la apertura al acuerdo es de quien está en minoría. En esta lógica, no le tengo miedo al desacuerdo, no tengo ningún miedo al desacuerdo”, finaliza.