Rodrigo Peñailillo pronto estará de vuelta en Chile, tras su partida después de salir del gabinete de la expresidenta Bachelet de quien era su mano derecha y ministro.
"Del lugar que yo provengo, sé de la lealtad y el esfuerzo”, afirmó un muy apesadumbrado Peñailillo, ante las cámaras, una vez que, el 11 de mayo de 2015, se oficializó su inesperada salida del poder supremo de la nación.
Atrás dejó su rol como ministro del Interior, la polémica por el caso Caval, su mala relación con Sebastián Dávalos -hijo de la exmandataria-, las acusaciones por servir de nexo con SQM para financiar la campaña presidencial de Bachelet, sin el conocimiento de su jefa. Su relación con ella se congeló.
Se apartó de la arena política y trabajó para Flacso, hasta principios de 2017 cuando emprendió vuelo, sin claridad sobre su retorno, a Estados Unidos.
¿La misión? Aprender inglés y luego hacer una maestría en Políticas Públicas, dos consejos que Bachelet siempre le repetía, como claves para seguir avanzando.
Peñailillo, “Galán Rural” como lo llamó Dávalos, despectivamente por su pasado en su natal Cabrero y luego Coronel, antes de llegar a Concepción donde sería un exitoso líder universitario.
Saltó a Washington en su propia travesía por el desierto, como antes lo hizo Allamand. Ahora, a fines de diciembre o principios de enero, dependiendo de la confirmación de pasajes, vuelve a casa.
Lo hará en medio de un proceso constituyente, en marcha. Lo reconocieron y fotografiaron mientras hacia fila en Washington para votar “Apruebo” y Convención Constituyente, y ad-portas de que se elija a los integrantes para esa entidad.
Peñailillo aterrizará en Chile, con tareas cumplidas tras culminar sus estudios.´
¿Futuro político?
Sus cercanos, consultados por BiobioChile, aseguran que no considera postularse como “constituyente”. Sin embargo, una carrera parlamentaria, hasta ahora, seria el puerto de destino en noviembre de 2021.
¿Santiago o el Gran Concepción? Eso está por definirse.
Podría ser en la capital, en el cupo senatorial de Guido Guirardi, quien no puede volver a repostularse y si es que no lo toma Heraldo Muñoz, timonel de la colectividad, en caso de que pierda la primaria presidencial de junio.
De ser el excanciller el reemplazante de Guirardi en el PPD, la zona penquista asoma con buenas opciones, pero la posibilidad, en ese caso sería un cupo a la Cámara de Diputados, una especie de vuelta a sus orígenes. En el Bío Bío, Rodrigo Peñailillo inició su carrera política, primero como presidente de la Federación de Estudiantes de la UBB, donde estudió Ingeniería Comercial, y luego como gobernador de la provincia de Arauco, durante el periodo de Ricardo Lagos.
También, la misma zona donde se originó la hoy disuelta G-90, integrada por Flavio Candia -quien está fuera del país-, Juan Eduardo Faúndez, entre otros.
Ostracismo y relación quebrada
Tras salir de Interior, Peñailillo entró en un silencio absoluto y no solo político. Desapareció del mapa para reinventarse.
Ningún contacto con la prensa y tampoco con políticos, Michelle Bachelet incluida. Sólo visitas familiares, con dos periplos de su madre que fue a regalonearlo a EEUU.
Cambió su número de teléfono chileno, ahora usa uno estadounidense, que lo tienen muy pocos.
Vendió su parte del terreno que tenía en conjunto con algunos miembros de la G-90 en Peñalolén, que habían adquirido en 2012, con lo que, al parecer, pudo financiar parte de su estadía en Estados Unidos, donde, eso sí, consiguió trabajo en la universidad donde realiza sus estudios.
Dato aparte es cómo lo ha pasado con la pandemia, donde ha convertido a Zoom, al igual que muchos en el mundo, en su herramienta habitual para la labor estudiantil y profesional y antes de fin de año maneja la opción de abrir redes sociales, de preferencia una cuenta en Instagram.
A lo anterior, suma que aún no inscribe en algún colegio a sus dos hijos, una niña de 12 y un niño de 5 años. Espera hacerlo cuando vuelva a pisar suelo chileno, luego de tres años lejos, sin cazuela, humita ni empanada.
Vuelve a casa, sin mochila pesada. Maletas livianas, más maduro, de pie y sin madrina.
Quiere comenzar de nuevo, pero no de cero y volver a ascender hasta donde sea posible, con futuro abierto a nuevos desafíos personales y políticos.
Era que no.