Por primera vez desde que presentó su denuncia contra el fallecido excapellán del Hogar de Cristo, Renato Poblete Barth, Marcela Aranda -profesora de Teología de la Pontificia Universidad Católica- dio detalles respecto de los abusos que sufrió por cerca de 8 años de lo que calificó como un “martirio”, asegurando que “me fue destrozando palmo a palmo, hasta que no quedara nada de mi”.
“Él comenzó a abusarme sexualmente con mucha violencia. Me llevaba donde otros hombres para que me violaran y me golpearan por turnos, mientras él miraba”, relató ante Ahora Noticias los hechos que hasta la fecha había preferido guardarse para presentarlos ante la comisión instalada en Chile por Charles Scicluna tras su misión papal.
Los abusos iniciaron a sus 19 años tras ingresar al Hogar de Cristo como voluntaria, donde Poblete fue su director espiritual, y se extendieron hasta que tuvo 27. Durante este tiempo, Poblete fue su director espiritual luego de que Aranda expresó su deseo de una posible vocación religiosa. Explicó que “fue un periodo de ocho años de abuso. Es un abuso de conciencia, poder y sexual”.
“Lo que más me hace sufrir y que nunca voy a poder sacar de mi memoria y del corazón es que él me obligó a abortar, y no sólo una vez, tres veces. Son tres niños que yo nunca voy a poder abrazar, despedazados por un hombre abominable”, aseguró al canal televisivo. Marcela Aranda indicó anteriormente que durante los últimos 25 años bloqueó todos los episodios de abuso que recibió por parte del sacerdote Poblete. “Ese período se borró de mi consciente, era como si nunca hubieran existido”, relató.
Una bestia
Todo comenzó en los ’80, cuando estudiaba Teología y sentía surgir su vocación social. Fue entonces que conoció a Poblete, sintiéndose halagada por su atención por la popularidad pública de la que gozaba el hombre.
“Yo abrí mi corazón y mi alma a esta persona”, contó, agregando que pasaba un período complicado con su familia y su padre. “Él percibe esta fragilidad de una chica que tiene ciertos problemas, fragilidades, debilidades, y esas él las capta perfectamente y me dice ‘de ahora en adelante voy a ser tu padre, yo te voy a cuidar”.
Asegura que recuerda esas palabras hasta el día de hoy. “Yo le entregué toda mi vida, nunca imaginé que algo tan lindo, tan puro como pensar en una vida religiosa una bestia como Poblete pudiera realmente transformarlo en un abuso”.
Según relató al medio, fue recordando los últimos años conforme se enteraba de las noticias de los abusos en la Iglesia. “A mí me comenzó a surgir desde dentro un malestar, como una náusea sobre este tema, yo realmente no lo toleraba”, lo que se acentuó con la invitación de víctimas de abusos a la Facultad de Teología. Tras esto, “fui pudiendo poner en palabras los horrorosos abusos de los que fui objeto” tras incluso dos intentos de suicidio de los que fue rescatada.
“Los primeros encuentros se mantenían en un cierto márgen de normalidad aunque siempre había caricias que yo no las sentía como si fueran muy propias de un director espiritual, pero no ocurría más que eso. Como que me perturbaban un poco, demasiada cercanía física, pero yo decía ‘bueno, él será así”, relató. “No me cuestionaba mayormente, yo no tenía mayor experiencia tampoco”.
“Yo estaba sola, extremadamente sola, y después de ese encuentro a las pocas semanas comenzó a abusarme sexualmente con mucha violencia”, cuando aún era menor de edad para la época con 19 años, mientras él tenía más de 60 años.
Más tarde, la situación empeoró. Era llamada por Poblete para ir a diferentes lugares bajo amenazas y chantajes, como su oficina en el Hogar de Cristo, o en la casa de Aranda -que Poblete frecuentaba incluso conociendo a su familia- o en otras, o en el automóvil del religioso.
Según Aranda, le decía “que iba a perder la universidad, que iba a perder todo, que me iba a hacer pedazos si yo decía algo porque nadie me iba a creer a mí, le iban a creer a él, entonces yo no tenía salida y estaba terriblemente sola, no se lo podía decir a nadie. Simplemente fue violencia. No hubo desarrollo, no es algo que fue creciendo algo así como una relación. Esto no fue una relación, fue violación. Golpes. Insultos. Eso era lo que él hacía conmigo. Así fue arrasando mi vida”.
“Me decía que él era lo suficientemente poderoso como para hacer que me echaran de la universidad”, detalló Aranda, explicando que en este contexto “uno va perdiendo su identidad, lo más profundo de ti y finalmente no queda nada. Te conviertes simplemente en una esclava sexual, ya no eres capaz de hacer nada después de eso porque no solamente me violó él, sino que también me llevaba donde otros hombres”.
Desconoce si esos hombres eran sacerdotes “porque se cubrían el rostro”, pero asegura que eran amigos de él “y eso se notaba por las confianzas que había entre ellos”, lo que ocurrió durante los últimos años del abuso “y eso me despedazó completamente, yo me sentía como una basura”.
Tres abortos
Respecto de los casos en que fue forzada a abortar, relata que la primera vez fue llevada cuando tenía cerca de 20 años “sin que yo lo supiera”. Más tarde, fue adormecida y sólo se enteró cuando despertó en su casa. Más adelante fue nuevamente, amenazada. “Hay que entender que a una víctima la van destruyendo de a poco en su voluntad”.
“Es como una manera de sobrevivir. Tú dices ‘si no lo hago, quizás qué va a hacer"”, planteó, agregando que se armó de coraje hacia los últimos años y contactó al jesuita Juan Ochagavía y le relató los hechos, sin recibir respuesta.
“Yo necesito una explicación clara y de frente de por qué no hicieron nada en la Compañía de Jesús”, exige la víctima.
Hacia el final de los abusos, relata, llegó una nueva joven al servicio, “y yo noto que a Renato Poblete le gusta esa chica. Él me deja a mí, no pensando en que no quería seguir abusándome sino porque se entusiasmó con esta niña, y esa es la oportunidad en que yo salgo. Y he pensado harto en esa niña, qué habrá sido de ella”.
Pasaron semanas en que no fue contactada, por lo que aprovechó de irse “y no miré atrás”. Tras esto, asegura que pese a que tiene una hija que “le dio sentido a mi vida”, nunca más pudo entablar una relación y se mantiene soltera hasta la fecha.
Aranda no está sola, puesto que ya se habrían presentado al menos10 denuncias más contra el jesuita que murió en febrero de 2010 producto de un ataque cardíaco, a los 85 años de edad. También estarían en la mira sus cercanos, por posible encubrimiento.