A ratos podría sonar como el cuento moderno de la Cenicienta: una joven hermosa, sin maquillaje y con un estilo carente de elegancia es descubierta por un fotógrafo y es lanzada al estrellato en un corto tiempo. Fama, dinero, belleza, glamour y juventud: la estadounidense Gia Carangi parecía tenerlo todo, sin embargo, su vida fue marcada por la soledad, el abandono y la incomprensión.
Había una vez una mujer cuyo éxito la acercó cada vez más al abismo; una Cenicienta que no encontró su final feliz.
Antes que Cindy Crawford, Claudia Schiffer, Linda Evangelista y Heidi Klum estuvo Gia; la primera en ser llamada “Supermodelo” y a quien -a fines de los setenta y principios de los ochenta- las revistas como Cosmopolitan y Vogue la usaban recurrentemente en sus portadas.
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Su primer gran trabajo de modelaje fue con Versace cuando tenía 18 años. Se puede decir que Gia Carangi redefinió el concepto de belleza que existía hasta ese momento, marcado por el estereotipo de la rubia de ojos azules.
Un metro 70 de belleza trigueña, con una personalidad salvaje y rebelde: no tenía problemas en posar desnuda, se vestía con atuendos masculinos, no usaba maquillaje en el día a día, era abiertamente lesbiana y le importaba un pepino lo que pensaran los grandes representantes del mundo de la moda: llegaba atrasada a su trabajo e incluso se negaba a ser fotografiada si algo le molestaba.
Harry King, estilista del mundo de la moda, confesó: “Me asustaba un poco… Había algo en ella que me hacía sentir inquieto. Yo solía decir que tenía un demonio adentro”, como registra el medio estadounidense The Philadelphia Inquirer.
A sus 17 años, y aún en el colegio, Gia ayudaba en el restorán de su padre en Filadelfia, Estados Unidos. Era fanática de David Bowie y junto con su grupo de amigos copiaban la estética del cantante: melenas con pelos en punta, teñidas de colores y mucha brillantina.
También cultivó el look andrógino que Bowie le diera a su alter ego Ziggy Stardust y experimentó con drogas blandas, como la marihuana. Su carrera en el modelaje comenzó casi por accidente: un fotógrafo local al verla en un club le pidió que posara para él en la pista de baile.
Arthur Elgort –fotógrafo de modas- vio aquellas imágenes y le llamó la atención su belleza exótica, como se cuenta en un artículo del Independent, medio británico.
En menos de un año Gia era la chica más popular de Nueva York y desde ahí su fama siguió creciendo, al igual que sus ingresos: en sus comienzos ganaba 100 mil dólares al año y se estima que aquella suma se quintuplicó cuando llegó a ser la modelo más popular de la agencia Wilhelmina Models, según un artículo del New York Times.
Una vida de carencias
Gia Carangi nació el 29 de enero de 1960; hija de Joseph, un pequeño empresario que tenía un restorán y Kathleen, dueña de casa. El matrimonio tuvo tres hijos: Joe, Michael y Gia, nombre que su padre escuchó en Italia durante la guerra. Stephen Fried, periodista, escribió una biografía de la modelo titulada “Thing of beauty: the tragedy of supermodel Gia” donde relata que el ambiente familiar era conflictivo, ya que los padres peleaban constantemente.
Por otro lado, Joseph tenía la idea de que los papeles del hombre y la mujer debían estar bien separados en la casa: si Kathleen le pedía a los chicos que pusieran la mesa él les decía: “No, no lo hagan. Ése es el trabajo de su madre”. Cuando, más adelante, la modelo ingresó a rehabilitación por adicción a las drogas, confesó en unos ejercicios de escritura que se sentía rechazada sólo por el hecho de ser mujer. Por eso, cuando jugaba a disfrazarse en su niñez, iba al closet de sus padres y siempre escogía la ropa de Joseph pensando que si fuera hombre, éste la amaría.
El periodista escribió en un completo y extenso artículo para Philadelphia Magazine que otro hecho que marcó la infancia de Gia fue haber sido abusada sexualmente a los 5 años, lo que la hizo vivir con miedo a que se repitiera la experiencia. A los 14 le contó a su madre sobre este incidente, confesándole que el agresor había sido un vecino. Más tarde le dijo a un grupo de amigos que habría sido su padre.
Los asuntos familiares fueron empeorando, al punto de que Kathleen intentara suicidarse tomando una sobredosis de pastillas. Cuando Gia tenía 11 años, su progenitora decidió marcharse de casa, dejando atrás a su esposo e hijos.
Esto marcó enormemente la vida de la modelo, quien vivió con temor al abandono toda su vida y una necesidad enorme de complacer a su madre: “Gia hizo muchas cosas para llamar la atención de su mamá. Ella y Kathleen tenían esta batalla siempre y la persona de la que Gia siempre quería algo era de su madre”, contó un amigo de la modelo al autor.
Esta relación madre-hija está bien retratada en la película Gia (1998), protagonizada por Angelina Jolie. Cuando la actriz, quien originalmente rechazó el papel, comenzó a investigar sobre la vida de la modelo se encontró con una entrevista para el programa 20/20 de la cadena ABC, en la que Gia habla un poco de su adicción a las drogas, el éxito y la felicidad. Después de ver el video Jolie confesó -en conversación con el New York Times– que la odió. “¿Y ahora?” le pregunta el periodista, “Oh Dios. Quisiera tener una cita con ella. Me gustaría ser su amante”, sostuvo la actriz.
El lado oscuro del modelaje
A pesar de este éxito explosivo en el mundo de la moda, Gia nunca dejó de sentir un vacío que le impedía ser feliz. “Gia detestó el negocio [de la moda] desde el principio. Ella se sentía como un pedazo de carne (…) no estaba hecha para ese ambiente, era muy sensible”, contó Sharon Beverly –una de sus primeras amantes- al autor Stephen Fried para la biografía de Gia (Fried cambió el nombre real de la mujer para resguardar su privacidad).
Para el tercer año de su carrera la joven tenía un gran problema con las drogas y el ambiente del modelaje lo sabía: ya no se trataba sólo de una experimentación como en sus años de colegio, sino que el asunto se le había escapado de las manos transformándose en una adicción. “En ese entonces todo el mundo tenía la idea de que ser drogadicto era algo muy glamoroso”, dijo la DJ Anita Sarko para un artículo de la revista Vanity Fair.
La mayor parte de sus ingresos los usaba para comprar heroína y a pesar de las idas y venidas en rehabilitación, no hubo nada ni nadie que la pudiera sacar del hoyo en el que se estaba hundiendo.
La última de sus amantes, Rochelle Silver (nombre modificado por Fried para resguardar su privacidad) relató que durante un viaje en auto hicieron una parada: “Gia fue al baño yo le iba a hacer una broma y tirar un poco de agua desde la otra casilla y miré por arriba y ella tenía una jeringa en la mano (…) le dije ‘¡Baja eso o te dejo acá!’ Me pasé por debajo y le volví a decir: ‘Si no sueltas eso te voy a dejar y nunca volveré a hablar contigo’. Y créeme, en ese tiempo Gia estaba locamente enamorada de mí. Ella habría hecho cualquier cosa por mí, menos darme esa jeringa”, según registró Fried.
En una entrevista con Francesco Scavullo, un fotógrafo con el cual desarrolló un lazo de amistad, para su libro “Scavullo Women” Gia explicó la razón por la que se había hecho dependiente de las drogas: “Al consumirlas me sentía tan mala como yo pensaba que era la sociedad… el mundo parecía estar basado en el dinero y el sexo. Y yo estaba buscando mejores cosas que esas, como felicidad, amor y cariño”.
Los narcóticos comenzaron a impedirle trabajar a su máximo potencial; experimentaba grandes cambios de humor; faltaba a citas y se quedaba dormida en sesiones fotográficas sin siquiera despertar cuando el cigarrillo que tenía en su boca le había quemado los labios.
Incluso necesitó cirugía en su mano por haberse inyectado tantas veces en el mismo lugar. Para 1983 la ciudad de Nueva York y el ambiente del modelaje ya la habían olvidado.
En 1984 Gia tocó fondo. Su familia y su compañera la convencieron de ingresar nuevamente a rehabilitación, declarándose indigente ya que cada centavo que le quedó lo gastó en su adicción. En el verano de 1985 abandonó el tratamiento y con eso volvió a usar heroína. Fue golpeada y abusada sexualmente en la calle. Su familia la ingresó al hospital, donde le diagnosticaron neumonía. Más tarde sus exámenes de sangre le entregaron su sentencia: había contraído VIH.
Gia, quien una vez conquistara la cúspide del modelaje y la fama, alcanzó a vivir sólo 6 meses después del fatídico pronóstico. En una carta a un primo, luego del fallecimiento de un amigo, reflexionó: “La muerte hace que la vida parezca irreal. Irreal en el sentido de que no te puedes aferrar a ella”.
Así, conectada a un respirador artificial durante un mes, Gia Carangi dejó de existir el 18 de noviembre de 1986, a los 26 años de edad. La primera supermodelo y la primera mujer famosa en ser diagnosticada con el virus del Sida y morir por ello.
Érase una vez una chica hermosa que no conoció un final feliz.