Herencia no solo de las monarquías desde la Edad Media, sino incluso de las primeras democracia en la Antigua Grecia, el indulto presidencial ha causado polémica desde la primera vez que fue considerada para un régimen presidencial, tras la independencia de los Estados Unidos. A lo largo de su historia, este 'acto de piedad' ha tenido varias razones de existir, muchas de las cuales sus críticos consideran que ya son suplidas por otros mecanismos legales, causando polémica hasta hoy.
La polémica reflotó en Chile tras los cuestionados indultos concedidos por el presidente Gabriel Boric a 12 condenados por delitos durante el estallido social, además de al exfrentista Jorge Mateluna. La discusión en torno a este privilegio presidencial no es nueva ni en el país ni en el mundo, llegando incluso a temerse en los Estados Unidos que en 2020 el entonces mandatario Donald Trump pudiera indultarse a sí mismo y eludir las investigaciones que aún pesan en su contra.
Ante escenarios como éstos, la respuesta regresa como un boomerang: ¿por qué aún permitimos al jefe del Poder Ejecutivo sobreponerse a decisiones que le son propias al Judicial?
“El poder de indultar ha servido históricamente varias funciones, la mayoría de las cuales son adecuadamente provistas por otras instituciones legales que se han desarrollado para satisfacer esas necesidades”, explicó el destacado criminólogo Leslie Sebba ya en 1977 en un artículo publicado en el Journal of Criminal Law and Criminology.
Por ejemplo, indica, la defensa propia, la defensa por demencia, las apelaciones ante instancias superiores y otras consideraciones ya están contempladas en los códigos penales modernos.
“Incluso el más dramático uso de los poderes de clemencia, la conmutación de penas capitales, ha perdido mucha de su relevancia ante el escaso uso de la pena de muerte en tiempos actuales”, acota. “Finalmente, el uso de indultos para asegurar la rehabilitación, al remover el estigma de la convicción criminal, ha sido ampliamente reemplazado por leyes especiales que proveen rehabilitación judicial o estatutaria, o el borrado de los historiales criminales”.
Desde la antigüedad
La concesión de indultos se remonta a la Antigua Grecia, siendo oficializado por primera vez su uso a nivel constitucional en la edad media, específicamente en el siglo VII, durante el reinado de Ine de Wessex, en Gran Bretaña. Lo que fue conocido como la “prerrogativa de piedad” se mantuvo mayormente inalterado hasta el siglo XVIII, cuando comenzó a ser usado para llenar vacíos en el sistema legal y para pacificar conflictos civiles, explica el Colegio de Abogados Internacional (IBA por sus siglas en inglés).
De acuerdo con el juez Robert Sharpe de la Corte de Apelaciones de Ontario, EEUU, tradicionalmente se percibía que los indultos servían como una “válvula de seguridad” para aplicar clemencia o compasión en casos donde la ley fallaba.
“Para el tiempo de la Ilustración, sin embargo, los indultos eran también vistos por algunos comentaristas como un poder monárquico arbitrario. ‘En democracias, este poder no puede subsistir’ manifestó el jurista inglés William Blackstone, autor de un seminario del siglo XVIII sobre ley inglesa. Pero subsistió”, relata el IBA.
¿Y cómo llegó a las democracias?
Según quedó registrado en la historia de los Estados Unidos, el poder del indulto presidencial se lo debemos en buena medida a uno de sus padres fundadores, Alexander Hamilton, quien lo defendió cuando se discutía su integración en la Constitución del país, explica el Centro Brennan para la Justicia. Sus detractores argumentaban que “el Presidente no debería tener el poder de indultar, porque puede frecuentemente perdonar crímenes que fueron sugeridos por él mismo”.
Asimismo, vivos en la memoria estaban aún los ejemplos de abusos en la realeza europea, así como su uso por motivos políticos en desmedro de razones más nobles, causando temores de que ocurra lo mismo en la nueva república que se estaba gestando.
Pero Hamilton insistió en que sin un mecanismo para indultar, “la Justicia luciría un semblante demasiado sanguinario y cruel”, recuerda el sitio web del History Channel.
Según retrata History, finalmente hubo consenso en que el indulto serviría para corregir los errores del sistema judicial, siendo considerado una de las “ventajas de la constitución británica” adaptadas “con los contrapesos republicanos adecuados”.
Esto último, por cuanto “el Congreso puede todavía remover al presidente con un juicio político”, explica la docente de abogacía en la Universidad de Miami, Caroline Mala Corbin. En tanto, “las cortes federales pueden también declarar inconstitucional el indulto si, por ejemplo, cumple con ciertas condiciones, y la gente también puede sacar al presidente mediante las urnas o protestando”.
Pero el argumento que más peso tuvo fue que si la nueva nación llegaba a experimentar una insurrección o una rebelión, “una oferta de indulto para los insurgentes en el momento correcto puede restaurar la tranquilidad”.
Y así ocurrió. Pocos años después, el primer presidente George Washington “perdonó” a los líderes de la ‘Rebelión del Whiskey’ en su último día a cargo, mientras que el siguiente siglo Andrew Johnson indultó a miles de exconfederados tras el fin de la Guerra Civil.
Casos similares se presentaron en el Líbano, Egipto, Tailandia y Sudáfrica, por ejemplo.
El uso moderno del indulto…
Según explica el Washington Post, los indultos todavía son comunes en el mundo. Citando al docente de Criminología, Ley y Sociedad de la Universidad George Mason, Andrew Novak, “prácticamente todos los países tienen un poder de indulto, pero su uso real varía”.
A nivel mundial, suelen ser otorgados por el jefe de Estado, quien puede o no acatar consejos especializados o políticos a la hora de tomar la decisión, afectando con ella a individuos o grupos, tanto vivos como muertos.
Según el IBA, el indulto “puede ser usado para corregir un error histórico, limpiar un historial criminal o reducir una sentencia. En algunos países, su rol principal ha sido conmutar penas de muerte, usualmente cuando su abolición es un asunto políticamente sensible”.
Desde su origen legal en el Reino Unido, donde para el siglo XVIII el rey concedía miles de indultos anuales, actualmente su uso es escaso. Isabel II, por ejemplo, usó mayormente su poder para casos póstumos, como cuando en 2006 “perdonó a todos los desertores que fueron ejecutados en la Primera Guerra Mundial, y en 2013 indultó al criptógrafo Alan Turing, quien fue enjuiciado y castrado químicamente en 1952 por tener una relación homosexual”, explica el Washington Post. Dos años después de ser condenado, Turing se suicidó.
“En general en el mundo occidental y desarrollado, los indultos son bastante raros y eso se debe a que hay otras formas de proveer piedad legal”, indica, ejemplificando con sentencias reducidas y libertad condicional. Asimismo, la mayoría de los países no suelen usar los indultos para fines políticos o personales.
También se acude a ellos para evitar la sobrepoblación de las prisiones, siendo uno de los casos más icónicos el del rey de Tailandia, quien indulta hasta a la mitad de la población penal durante su cumpleaños. Casos similares se presentan en países como Marruecos, Vietnam, Zambia, Zimbawe, República Checa y Romania, despertando temores por la reincidencia de los criminales liberados. En algunos casos, el alivio en el sistema penitenciario duró sólo meses.
“En los países donde es más difícil conseguir una apelación, tiende a haber más indultos”, explica Novak.
También tuvo una razón de ser en pandemia cuando en 2020, cerca del 6% de la población penal mundial fue liberada para descongestionar las prisiones, focos de contagios por covid-19, según cifras de la ONG Harm Reduction International.
En cualquier caso, habitualmente condenados por terrorismo, asesinato y violación son excluidos de estos beneficios, recuerda el IBA. “Indultos grupales son también normalmente dados por razones humanitarias, como la edad o enfermedades de los prisioneros”, agrega.
…y sus abusos
Pero los casos cuestionables se acumulan, y causan especial preocupación por cuanto su uso arbitrario puede erosionar el principio de igualdad ante la ley.
El Centro Brennan recuerda que en 1974 Gerald Ford indultó al dimitido expresidente Richard Nixon por los crímenes que causaron el histórico escándalo de Watergate, decisión que es ampliamente considerada uno de los motivos por los cuales perdió las próximas elecciones. En 1999, George H. W. Bush indultó a 75 funcionarios de la administración de Ronald Reagan acusados o condenados por vínculos con el escándalo Irán-Contra. En 2001, Bill Clinton indultó a 140 personas en su último día, incluyendo al billonario fugitivo Marc Rich, buscado por evasión fiscal, y a su hermano Roger Clinton por delitos relativos a narcóticos.
Recientemente en los Estados Unidos, las alertas saltaron cuando, durante los últimos días de su mandato, Donald Trump indultó a 26 de sus amigos, aliados y a un familiar. Incluso se temió que el entonces mandatario pudiera perdonarse a sí mismo.
De esta forma, según el IBA, “aunque hay cierto consenso sobre los indultos diseñados para proteger a la nación de mayores conflictos y divisiones, los indultos para personas vivientes motivados políticamente van usualmente acompañados por el hedor de la corrupción y sospechas de sesgos personales”.
El exjuez constitucional y exfiscal internacional sudafricano Richard Goldstone considera que “el poder del indulto es inconsistente con el imperio de la ley y permite al Jefe de Estado ejercer un poder arbitrario”.
“No tengo duda de que este poder puede ser reemplazado por un mecanismo más democrático”, defiende. Sino, podrían agregarse aún más contrapesos, sugiere, como una instancia electa por el Legislativo, dedicada a conceder o negar estos indultos dependiendo de ciertos criterios. “Sería menos flexible, pero es el precio a pagar por la transparencia y la justicia”.