La ultraderecha euroescéptica se impuso cómodamente en las elecciones de Países Bajos, país en donde el Partido por la Libertad (PVV), fundado por Geert Wilders, se convirtió en el grupo parlamentario más grande: ocupará 37 de 150 escaños.
A pesar de sus escasas apariciones públicas debido a las amenazas que recibe, el político neerlandés Geert Wilders ha construido un fuerte movimiento político antimusulmán, antimigratorio y antieuropeo desde 2006.
Wilders, nacido en Venlo hace 60 años, llegó a la política en 1990 como afiliado al Partido Popular de la Libertad y Democracia (VVD), una fusión de dos grupos liberales y progresistas que poco tienen que ver con la ultraderecha. Al VVD pertenece el primer ministro interino Mark Rutte.
Estuvo ocho años escribiendo discursos para el partido, antes de incorporarse al Parlamento como diputado liberal. En 2006 fundó el Partido por la Libertad (PVV), tras romper con el VVD por desacuerdos sobre la candidatura de adhesión de Turquía a la Unión Europea (UE), y empezó a construir su movimiento antimusulmán y antieuropeo.
El PVV amaneció este jueves como el grupo parlamentario más grande de Países Bajos: ocupará 37 de 150 escaños, lo que le da prioridad para intentar formar gobierno e incluso ser primer ministro.
“Los neerlandeses volverán a ser la prioridad. El pueblo neerlandés recuperará su país y el tsunami de refugiados e inmigrantes será limitado”, prometió Wilders ante una multitud que lo vitoreaba en la noche electoral.
También prometió hacer lo posible para formar gobierno y encontrar soluciones “dentro del marco legal y constitucional”, después de haber señalado que quiere ser “primer ministro de todos, independientemente de su origen o religión”.
Pero el programa con el que se presentó pide un referéndum para salir de la UE (Nexit), la aplicación de una política estricta contra la inmigración y el asilo, el cierre de las mezquitas y la prohibición del Corán, una posición que le llevó a numerosas polémicas estos años, incluso con la exreina Beatriz por haber usado un velo en una mezquita de Omán.
A Wilders se le llegó a calificar de hijo pródigo de Donald Trump debido tanto a las semejanzas físicas con el expresidente estadounidense, como el cabello rubio muy arreglado, como su misma retórica contra el islam, que le ha obligado a rodearse de guardaespaldas por las amenazas que recibe.
En 2016, un tribunal neerlandés le condenó, en una sentencia simbólica, por insultos a un grupo de (marroquíes). Wilders había preguntado, a gritos en la calle, si querían “más o menos marroquíes en Países Bajos”, a lo que el público coreó: “Menos, menos”.
Su rechazo a la inmigración es paradójico, porque Wilders es un inmigrante de segunda generación que tiene sus orígenes en las Indias Orientales Neerlandesas: es hijo de una joven nacida en Sukabumi, actual Indonesia y el país con mayor población musulmana del mundo.
Sus abuelos, católicos practicantes y de ascendencia mixta, emigraron a Países Bajos tras el colapso de la colonia neerlandesa.
A menudo calificado por los suyos como ingenioso y de gran sentido político, este populista es considerado “vulnerable, nervioso y apegado a su teléfono móvil”, según el liberal Hans van Baalen. Al salir poco por motivos de seguridad, Wilders vive conectado a las redes sociales para insultar a unos, aplaudir a otros o compartir algunas noticias falsas.
Sus profesoras de secundaria le recuerdan como un alumno “de pocos amigos” al que le gustaba hablar de política, y ese niño charlatán aún vive en el Wilders adulto: sigue siendo un solitario que solo habla de política, según los que le conocen.
“No participa en ningún acto social. Le convencimos para que acuda a una fiesta de navidad, pero era imposible hablar de su vida privada”, dijo Hans Hoogervorst, otro colega suyo.
Con tan solo veinte años, Wilders dio el sí quiero a su primera novia, para divorciarse pocos años después y volver a casarse en 1992 con Krisztina Marfai, una diplomática húngara judía.
Fue exactamente antes de conocerla cuando Wilders, un joven mochilero, empezó a frecuentar Israel, país que admira y defiende incluso en su programa electoral, que incluye el traslado de la embajada neerlandesa en Tel Aviv a Jerusalén.
Su compañero de viajes solía ser su hermano mayor, ahora su gran detractor, con quien ya no se habla por “motivos políticos”. Wilders es la oveja negra del escenario político y de su familia, en la que el primogénito afirmó “querer” a Geert, pero no compartir sus ideas porque “sobrepasan” la línea roja.