Si la iglesia católica ya estaba siendo sacudida por los escándalos de abusos sexuales, su cúpula ha recibido una grieta profunda tras el prolongado terremoto que remece la fe en esta institución.

Cientos de sacerdotes, y hasta monjas, han sido señalados por hombres y mujeres, que ya como adultos, procesan una realidad en el presente la cual sigue siendo dolorosa.

Sin embargo, la argolla de la institución ha sido alcanzada, luego de la condena del cardenal francés y arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin de 68 años.

Absolver al hombre de toda culpa (labor sacerdotal) no le ha sido retribuido después que un tribunal de Francia lo condenara a 6 meses de prisión por no denunciar abusos contra menores de edad cometidos en su diócesis. Cabe destacar que la fiscalía no había pedido cárcel para él, pero una jueza no lo perdonó, literalmente, aunque horas antes del veredicto, el religioso deslizó un “No veo de qué soy culpable”.

JEFF PACHOUD / Agencia France-Presse
JEFF PACHOUD / Agencia France-Presse

El pecado de Barbarin fue no denunciar a otro mucho más pecador: el padre Bernard Preynat quien fue acusado de abusos sexuales contra un grupo ex scout entre 1970 y 1980. El cardenal lo sabía pero decidió recomendarle que se retirara discretamente, sin denunciarlo.

Al momento de la condena, el cardenal no estaba presente, tampoco será encarcelado porque recibió suspensión de pena.

El lío es mayúsculo para la fe y más para el Colegio Cardenalicio, que tiene a tres de sus miembros activos y con capacidad de voto para escoger a un papa, involucrados a fondo en los escándalos de abusos sexuales. Sí, a 3 de sus altos representantes, porque en Chile, Ricardo Ezzati es otro de los cardenales que está siendo señalado por presuntamente no denunciar un abuso sexual ocurrido en la catedral de Santiago.

Los pasos de Barbarin que Ezzati aún no sigue

Cuando la sentencia fue de su conocimiento, Barbarin tomó una decisión drástica pero lógica, bajo todo punto de vista. Ha determinado volar a Roma en los próximos días para presentar su renuncia al papa Francisco, quien días atrás decidió encabezar una cumbre para repeler el fantasma de la pederastia.

Escuchar a las víctimas en este encuentro, fue notable pero no contó como “exorcismo” para la iglesia misma, dados los últimos acontecimientos.

Ahora, el papa se enfrenta al dilema de aceptar o desestimar la renuncia de uno de sus eslabones. Si la acepta, debilita la cadena que sostiene endeblemente a su curia cardenalicia. Si no la acepta, el entredicho será mucho mayor. Directamente proporcional al silencio prolongado que el grito en miles de denuncias dio por concluido.

Sin embargo, la resolución del cardenal francés sigue sembrando dudas en la actuación de hechores y cómplices. Sus formas de interpretar los pasos a seguir, forman parte de la indignación colectiva.

El cardenal Ricardo Ezzati es el más claro ejemplo. Conoció, según la investigación de Radio Bío Bío, la denuncia de un joven que relató como el presbítero Tito Rivera, cometió abusos sexuales contra él y otro grupo de personas.

Fue el mismo templo sagrado para los católicos chilenos el escenario de los abusos, remeciendo cual sismo a su congregación. Varios acólitos de la catedral figuran entre la lista de víctimas de Rivera, cuando era arzobispo de Santiago, según consta en el proceso judicial iniciado en 2016, pero que ve la luz pública recientemente.

Dos apellidos por recordar de inmediato y en paralelo: Barbarin y Ezzati. Este último ha puesto a disposición su cargo, el segundo, no estaría en la disposición de presentarse ante el papa Francisco. Al menos no ha informado nada de eso a la fecha.

HANS SCOTT / Agencia Uno
HANS SCOTT / Agencia Uno

Ezzati, no obstante, carga con la condena pública. Así lo dejaron ver los alumnos de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) que por medio de una toma, lograron que se retirara el nombre del cardenal de uno de sus edificios.

30 mil pesos, un abrazo y el silencio papal

Cuando los relatos de una de las víctimas de Rivera salieron a la luz, Chile, desde nuestra sala de redacción fue la ventana al mundo, conociendo detalles escalofriantes de lo ocurrido en una de las habitaciones de la catedral santiaguina.

La víctima principal de Rivera, relata como el cardenal Ezzati, le dio la respuesta menos esperada cuando le contó lo ocurrido. No era una confesión que obliga a un sacerdote a guardar silencio. Era un grito desesperado por obtener ayuda de una autoridad de la fe.

Sin embargo, Ezzati, le ofreció 30 mil pesos, un abrazo y rezar mucho por su victimario. Un balde de agua fría para una víctima que buscó ayuda. Una respuesta que aunque no cambiaría su realidad, se acercaría un poco a la paz que cualquier víctima de abusos sexuales busca.

El Vaticano, mientras tanto, hace un voto de silencio, irónicamente ruidoso. El papa Francisco no emite una comunicación formal pronunciándose por los 3 cardenales desde el epicentro del terremoto: Francia y Chile.

No hay una reunión de emergencia, no que sea de conocimiento público. No hay un comunicado oficial de la santa sede al cierre de este análisis, de la misma forma que no hay consuelo para las víctimas o más condenas judiciales para otros sacerdotes, como la que se espera contra el ex nuncio apostólico de Chile y embajador del Vaticano Luigi Ventura.

REMY GABALDA / Agencia France-Presse
REMY GABALDA / Agencia France-Presse