La alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, concluyó este sábado su visita a Xinjiang, zona donde se denuncia que China tiene campos de concentración de minorías musulmanas como la uigur.
El periplo partió el lunes y la expresidenta entregó sus declaraciones a través de un punto de prensa virtual.
Allí, Bachelet dijo que una visita de “alto nivel” como la suya no permite la “metodología detallada” de un “trabajo de naturaleza de investigación”.
“La visita fue una oportunidad para mantener un diálogo directo con los principales líderes de China sobre derechos humanos para escucharnos mutuamente, plantear nuestras preocupaciones y allanar el camino para que haya interacciones trascendentes de forma más regular en el futuro”, dijo.
Bachelet aseguró que los seis días que ha pasado en el gigante asiático le han servido no solo para “entender mejor la situación en China” sino también para que las autoridades nacionales “entiendan mejor nuestras preocupaciones y, potencialmente, se replanteen políticas que creemos que pueden tener un impacto negativo sobre los derechos humanos”.
El recorrido
La emisaria de la ONU, en el cargo desde 2018, se trasladó a Kashgar y Urumqi, dos de las ciudades más importantes de Xinjiang, donde visitó, entre otros lugares, uno de los supuestos centros de detención, ya inactivo.
Tras negar su existencia en un primer momento, la versión oficial china pasó a ser que no son sino centros de “formación profesional” y que quienes están en ellos lo hacen voluntariamente, pero recientes filtraciones mostrarían incluso un discurso de un jefe local del Partido Comunista en el que insta a los guardias a disparar a matar contra todo detenido que intente alejarse de ellos.
Bachelet reveló que las autoridades locales le aseguraron que el sistema de estos denominados “campos de internamiento para formación profesional” ya ha sido “desmantelado”.
El viaje también le llevó a una prisión masculina, aunque matizó que la mayoría de los presos no estaban allí por delitos relacionados con terrorismo o extremismo.
Preocupaciones sobre las medidas antiterroristas
Mientras China rechaza las acusaciones sobre Xinjiang y asegura que las medidas tomadas en la región entran en el marco de su lucha antiterrorista, Bachelet pidió que las acciones destinadas a combatir el extremismo no desemboquen en violaciones de derechos humanos.
“La aplicación de las leyes (…) y las medidas impuestas sobre los individuos deben estar sujetas a supervisión judicial independiente, con mayor transparencia”, apuntó la chilena, que destacó las preocupaciones sobre el impacto en ciudadanos de minorías generalmente musulmanas como la uigur.
Todas esas políticas, incidió, deben “cumplir totalmente con los estándares internacionales de derechos humanos y, en particular, no ser aplicadas de forma arbitraria o discriminatoria”.
Aunque prefirió no dar detalles sobre sus identidades para “no hacer daño”, Bachelet afirmó haberse reunido antes de su viaje con “muchas familias” que no saben qué ha sido de sus seres queridos en Xinjiang: “Hemos tratado (con China) muchos casos importantes, y estaremos atentos por posibles presiones o discriminaciones que puedan surgir tras mi visita”.
“En mis conversaciones con las autoridades les he reclamado que tomen medidas para dar información a esas familias como asunto prioritario”, prosiguió.
Asimismo, la alta comisionada indicó que comparte las preocupaciones de los mecanismos de derechos humanos de la ONU sobre las “penas bajo el marco de la seguridad nacional” a abogados o activistas pro derechos humanos a pesar de que sus actividades sean “legítimas”.
Primera visita en 17 años…
La expresidenta chilena anunció la esperada visita en marzo, meses después de que también notificara que su oficina estaba finalizando un informe sobre posibles violaciones de derechos humanos de China en Xinjiang, que todavía no ha sido publicado por razones que hasta ahora no han salido a la luz.
El viaje no ha despertado entusiasmo en Occidente, con el Departamento de Estado estadounidense mostrando sus dudas de que China otorgase el “acceso necesario” para que Bachelet pudiera evaluar de manera “completa y sin manipular” la situación de los derechos humanos en Xinjiang.
Al respecto, la emisaria de la ONU aseguró que en las reuniones que pudo mantener durante el viaje no hubo “supervisión” por parte de las autoridades locales, aunque reconoció que las restricciones anti-covid hicieron que no pudiera entrevistarse con algunas personas.
Más allá de las dudas sobre el papel de China en la organización de la visita, Washington acusó a la alta comisionada de mantener un “silencio continuo” ante las “pruebas irrefutables de atrocidades” en la región.
En esta misma línea, la ONG Human Rights Watch mostró su temor a que Pekín utilice la presencia de Bachelet -se trata de la primera vez que un alto comisionado para Derechos Humanos de la ONU pisa suelo chino en 17 años- con fines propagandísticos.
…en una “burbuja” sin prensa
De hecho, la ONU se vio obligada a clarificar las declaraciones de su emisaria en una reunión virtual con el presidente chino, Xi Jinping, ya que tanto la Cancillería como la prensa oficial del país habían asegurado que Bachelet había dicho que “admiraba los esfuerzos y logros de China a la hora de (…) proteger los derechos humanos”.
Además, la visita de la política chilena se produjo dentro de una “burbuja” sin contacto con el exterior -oficialmente, debido a la pandemia- y sin acceso para periodistas más allá de la rueda de prensa de este sábado.
La llegada de Bachelet a China se vio enturbiada por la publicación de nuevos documentos, producto de una filtración, sobre la vida en el interior de los campos de reeducación construidos en Xinjiang desde 2017, donde estarían o habrían estado recluidos cientos de miles de personas de etnia uigur o de otras minorías musulmanas.
Según estimaciones de la propia ONU, en Xinjiang ha llegado a haber hasta un millón de detenidos.