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El gran proyecto portuario de Perú ha despertado sospechas sobre posiblemente convertirse en un “enclave” para China, el gigante asiático, mientras tanto las autoridades peruanas lo descartan tajantemente.

El megapuerto de Chancay, ubicado en la costa central de Perú, ha generado una creciente controversia. Desde su construcción, fue catalogado como una pieza estratégica dentro de la expansión del comercio entre Asia y América Latina, pero no solo eso. Algunos analistas y gobiernos, extraoficialmente, han comenzado a especular sobre su posible uso como “base militar” de China.

A pesar de las acusaciones, el gobierno peruano ha sido enfático recientemente en desmentir estas afirmaciones. Mientras tanto, el embajador de la República Popular China en Perú, Song Yang, ha resaltado un aspecto fundamental del puerto: su “efecto gatillador”.

Pero, ¿qué hay detrás de estos temores y qué significa realmente este ‘efecto gatillador’ para el futuro del comercio en la región?

Por un lado, las acusaciones de que el puerto podría convertirse en una “base militar” o “enclave” se han avivado en un contexto de creciente influencia de China en América Latina, particularmente en proyectos de infraestructura clave.

Algunos sectores, especialmente en Estados Unidos, han expresado preocupación por lo que interpretan como una expansión militar de China en la región. El temor se centra en que Chancay, como un megaproyecto de infraestructura bajo la inversión asiática, podría ser utilizado con fines estratégicos más allá del comercio.

No obstante, el ministro de Relaciones Exteriores de Perú, Elmer Schialer, ha sido claro al respecto, asegurando que el puerto no se convertirá en un “enclave” ni en un punto de control de las fuerzas armadas chinas.

Megapuerto de Chancay de uso público

La respuesta peruana ha sido contundente. En recientes declaraciones, Schialer destacó que el megapuerto de Chancay es un puerto de uso público, gestionado por empresas privadas y sujeto a la legislación peruana, no a las leyes de China. En ese sentido, cualquier ingreso de fuerzas militares extranjeras a sus instalaciones, ya sean de ese o cualquier otro país, está sujeto a la aprobación del gobierno peruano, a través de su Congreso.

Este marco legal, según el canciller, garantiza que no exista ningún riesgo para la soberanía del país. De hecho, resaltó que Perú tiene políticas claras sobre la regulación de la entrada de naves militares extranjeras, lo que desmiente la idea de que el puerto pueda ser utilizado para fines militares.

A pesar de estos desmentidos oficiales, la preocupación persiste. En parte, la desconfianza proviene de la naturaleza de la inversión de la república asiática en el proyecto.

Las relaciones entre China y Perú han crecido de manera significativa en las últimas dos décadas, tanto en comercio como en proyectos de infraestructura. En este contexto, la construcción de puerto de Chancay, con una inversión de 4,500 millones de dólares, se ha convertido en uno de los mayores símbolos de la presencia china en la región. Esta colaboración ha generado dudas en algunos sectores que temen que la creciente influencia de China pueda ir más allá de lo económico.

Corredor terrestre-marítimo desde Chancay

El ‘efecto gatillador’, como lo ha denominado Song Yang, embajador de China en Perú, se refiere a la capacidad de este puerto para transformar la infraestructura logística y comercial de la región.

Según el diplomático chino, el megapuerto de Chancay será el catalizador para la creación de un nuevo corredor terrestre-marítimo entre Asia y América Latina, con una ruta directa entre Chancay y Shanghái. Esta conexión directa, que reduce los costos logísticos, no solo beneficiará a las grandes empresas, sino que también promete generar miles de empleos y una mayor integración de las economías involucradas.

El impacto de esta nueva infraestructura es evidente en los números. Se espera que la ruta Chancay-Shanghái impulse el comercio bilateral entre ambos países, que ya alcanzó los 43,360 millones de dólares en 2024.

Nuevas oportunidades

El puerto, además, ofrece nuevas oportunidades para los pequeños y medianos empresarios peruanos, especialmente aquellos dedicados a las exportaciones agrícolas, que podrían acceder más fácilmente a mercados en China y otros países asiáticos. Desde luego, Chancay se presenta como una pieza clave en la modernización y diversificación del comercio peruano.

Sin embargo, el megapuerto también se enfrenta a retos significativos. En un entorno donde la competencia internacional es feroz, Chancay deberá demostrar que puede operar de manera eficiente, reducir los costos logísticos y garantizar la transparencia en sus operaciones.

A medida que los proyectos de infraestructura portuaria aumentan en la región, el éxito del Chancay podría marcar un precedente para el desarrollo de otros puertos en América Latina, algo que podría cambiar las dinámicas comerciales en el Pacífico y más allá.

Zonas económicas especiales

Algunos de los principales promotores del proyecto, como el expresidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, y el exministro de Transportes y Comunicaciones, Enrique Cornejo, han resaltado la importancia de la implementación de las Zonas Económicas Especiales Privadas (ZEEP) en la extensión de influencia del puerto.

La creación de estas zonas, que ha sido respaldada por el actual presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, permitiría la atracción de inversiones nacionales y extranjeras, incentivando la innovación y el desarrollo de nuevas industrias, según conoció BioBioChile.

Las ZEEP son vistas como una oportunidad para transformar a la región en un centro logístico clave para América Latina, generando empleo y fomentando el crecimiento económico.

Debate más amplio

Pero la polémica sobre el megapuerto no se limita solo a su posible uso militar o a sus implicancias comerciales. También se vincula a un debate más amplio sobre el tipo de relaciones que Perú debe mantener con potencias extranjeras, especialmente con China, cuya presencia en la región ha crecido significativamente en los últimos años

Aunque algunos argumentan que la inversión china es beneficiosa para la economía peruana, otros señalan que podría poner en riesgo la soberanía nacional y abrir puertas a una mayor influencia china en asuntos internos del país.

La situación en torno al puerto de Chancay refleja un dilema que muchos países de América Latina enfrentan actualmente: cómo equilibrar los beneficios de la inversión extranjera con la necesidad de proteger la autonomía y la seguridad nacional. En este contexto, las voces que critican el proyecto no solo se preocupan por el posible uso militar del puerto, sino por los efectos más amplios de la expansión de la influencia china en la región.

A pesar de las preocupaciones, tanto el gobierno peruano como China siguen adelante con el proyecto, destacando los beneficios económicos que traerá. Perú, por su parte, ha hecho énfasis en la regulación y control de la inversión extranjera, garantizando que el Puerto de Chancay se desarrolle de acuerdo con las leyes nacionales y bajo la supervisión de las autoridades competentes.