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Un grupo de valientes mujeres rescató a 15 bebés prematuros atrapados en un hospital inundado en Bahía Blanca, Argentina, tras un devastador temporal que dejó al menos 16 muertos y una gran destrucción en la ciudad. La médica Mariana Calahorra y un equipo de 11 profesionales se enfrentaron a la oscuridad, agua contaminada y falta de electricidad para salvar a los bebés, trasladándolos a un lugar seguro. A pesar de lograr el rescate, la ciudad enfrenta desafíos para reconstruirse, incluyendo salarios bajos para los profesionales de la salud, como las enfermeras cuyos sueldos rondan los 900.000 pesos argentinos mensuales. La labor de estos héroes es reconocida, pero la difícil realidad económica persiste en el sistema de salud argentino.
Doce mujeres, entre médicas y enfermeras, cargaron a los pequeños y los sacaron del subsuelo entre residuos patológicos, cloacales y la peligrosa oscuridad. Una vocación para salvar vidas mal paga y poco reconocida en Argentina.
Un grupo de mujeres salvó la vida de 15 bebés de un hospital inundado y le devolvió la esperanza a la golpeada Bahía Blanca, ciudad de la provincia de Buenos Aires azotada por un temporal que dejó al menos 16 fallecidos, desaparecidos y una destrucción que obligará a reconstruir casas, caminos y edificios.
Cada jueves, la médica Mariana Calahorra (54) dedica sus noches a la guardia en el hospital José Penna. Pero la del 6 de marzo puso a prueba lo que en 25 años como profesional nunca había vivido en la siempre arriesgada área de neonatología. La acompañaban la médica Sonia Scardapane y las enfermeras Andrea Ávila, Mercedes Caredu, Carolina Cari, Maru Coronado, Ruth Flores, Rocío Lagos, Clara Marcos, Luciana Marrero, Romina Moya y Belén Salazar.
“Nos miramos y no hizo falta que ni hablemos, ya sabíamos qué teníamos que hacer“, dijo Calahorra sobre el momento en que este equipo de 12 heroínas se enfrentaron a la misión más difícil de sus vidas: sacar a 15 bebés prematuros casi tapados por el agua, los residuos cloacales y la espesa oscuridad.
“En un segundo empezó a flotar todo lo que teníamos en los cajones, heladeras, computadoras, sillas, bancos, jeringas… No era sólo agua, era de todo, barro, cloacas desbordadas, cosas que venían de las cloacas”, relató la mujer en diálogo con el diario Clarín.
Si bien al cortarse el servicio eléctrico confiaron en el generador automático, se apagó a los minutos y nunca volvió a prender. La única luz era la proveniente de las linternas de sus celulares. Y como las incubadoras no se podían trasladar con la inundación, tuvieron que cargar en sus brazos a cada uno de los 15 bebés y trasladarlos fuera del subsuelo.
Dos de los niños estaban en delicado cuadro de salud: uno pesaba 1,6 kg y el otro, un kilo apenas. Cuatro de los bebés requerían oxígeno, y dos de ellos utilizaban un dispositivo CPAP, un sistema más complejo de oxigenación que debió ser adaptado de urgencia a una cánula nasal.
Una vez a salvo en el sector seco del hospital, los recién nacidos fueron entregados a sus mamás, quienes los ayudaron a mantener la temperatura corporal, colocándolos sobre sus pechos en contacto piel a piel. Sin embargo, la evacuación no había terminado: era necesario derivar a los bebés a otro centro médico para garantizar su seguridad y tratamiento.
Según comentó la médica Calahorra, ella, sus compañeras, las madres y los bebés en brazos utilizaron tres vehículos -auto particular, ambulancia y camión del Ejército- para atravesar seis kilómetros en la ciudad y así llegar al hospital Raúl Matera, el otro espacio habilitado para atender semejante urgencia en la devastada Bahía Blanca.
Más allá de lograr su objetivo, aún quedaban enfrentar más batallas. Había que encender los datos de internet del celular y revisar los mensajes acumulados de WhatsApp: algunas mujeres tenían sus autos tapados por el agua en casa, una lamentó que su hermano perdió todo y otra que sus hijos estaban por pasar la noche arriba del techo.
Tras Bahía Blanca: una profesión mal paga y poco gratificada en Argentina
El subsuelo del hospital Penna, exhogar de los bebés que requieren cuidados intensivos, ya no existe más. Lo mismo la sala de partos. Como gran parte de Bahía Blanca, levantarse de las ruinas llevará largos años. Pero la voluntad es aún implacable, a pesar de que los salarios son los peores del sector.
Lejanos parecen aquellos homenajes en el inicio de la pandemia de Covid-19, cuando los profesionales de la salud también recibieron aplausos por su labor con la comunidad, algo que se apagaba rápidamente al ver el reconocimiento neto para llevar el pan a la mesa.
Hoy, el salario mensual de una enfermera ronda los 900.000 pesos argentinos (unos $700.000 chilenos), según la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina.
Tal como resumió Mercedes Caredu, una de las enfermeras protagonistas del rescate: “Nos sentimos honradas de que nos agradezcan. Pero después enfermería es la peor paga y reconocida. Nuestras compañeras en la terapia intensiva de adultos estuvieron con el agua hasta la cintura y siguieron con sus pacientes, a quienes no pudieron levantar como hicimos nosotras. El sistema público aguanta a diario muchas cosas. Hoy nos aplauden, pero después no llegamos a fin de mes”.