El coronavirus ya dejó más de 200.000 muertos en Brasil y se halla en pleno recrudecimiento, sin una fecha definida para el inicio de la vacunación y con un gobierno cuestionado por su política errática frente a la pandemia.

El Ministerio de la Salud notificó el jueves 1.524 decesos en las últimas 24 horas, el segundo mayor número desde la llegada de la pandemia, con lo cual el balance se eleva a 200.498 muertes, superado solo por Estados Unidos.

En las últimas 24 horas se registraron igualmente 87.843 contagios, un récord absoluto desde los primeros casos señalados en febrero.

El promedio de muertes en los últimos siete días es de 793 por día. Esa cifra confirma el repunte de la enfermedad, dado que había caído a 324 en noviembre después de permanecer casi sistemáticamente por encima de mil desde inicios de junio hasta mediados de agosto.

La rápida propagación del virus volvió a poner bajo presión al sistema de salud y los expertos prevén que la situación empeore considerablemente a consecuencia de las aglomeraciones masivas que se produjeron durante las fiestas de fin de año.

“Lo sucedido a fin de año demuestra que la gente sigue siendo algo inconsciente, que no se está tomando en serio las cosas, con las playas y el litoral llenos”, afirmó Alexandre Nunes, un estudiante de Sao Paulo, de 34 años.

Los hospitales de grandes ciudades como Sao Paulo, Rio de Janeiro y Belo Horizonte reportaron recientemente tasas de ocupación superiores al 90%.

La amazónica Manaos, una de las ciudades más golpeadas durante los primeros meses de la pandemia, revive imágenes de hospitales llenos y de camiones frigoríficos habilitados para conservar los cuerpos en espera de inhumación.

“No sé cómo vamos a sobrevivir en enero”, afirmó Paulo Lotufo, profesor de Epidemiología en la Universidad de Sao Paulo (USP).

Entre el personal sanitario “hay muchas personas agotadas, confrontadas a un sufrimiento muy grande”, dijo Lotufo a la AFP.

Se reportaron además dos casos de la nueva cepa del virus, más contagiosa, identificada recientemente en Gran Bretaña.

La batalla de las vacunas

Las advertencias de los especialistas toparon constantemente con el presidente Jair Bolsonaro. El mandatario de ultraderecha se opuso a las medidas de cuarentena en nombre de la salvaguarda de la economía, participó en actos con sus partidarios, despreció el uso de máscaras, criticó la “histeria” en torno al virus y alentó el recelo frente a las vacunas.

Bolsonaro cuestiona en particular que algunos fabricantes, como Pfizer/BioNtech, exijan una cláusula de exención de responsabilidades en caso de efectos colaterales de sus inmunizantes. Si al aplicarlo “te vuelves un caimán, es tu problema”, dijo el mes pasado.

El repunte de la pandemia se produce además sin que el país haya definido una fecha de inicio de la vacunación.

El ministro de la Salud, Eduardo Pazuello, afirmó el jueves que ésta podría empezar “en la mejor de las hipótesis antes del 20 de enero”. Pero podría ser aplazada hasta mediados de febrero o inicios de marzo, en función de los procesos de aprobación de los inmunizantes una vez que se formulen las demandas al regulador brasileño.

La gobernación de Sao Paulo y el Instituto Butantan, principal productor de vacunas en Brasil, anunciaron que el primer pedido de autorización, para uso de emergencia, debería ser el de la vacuna china CoronaVac, este mismo jueves o el viernes.

“La lista de errores del gobierno brasileño en el manejo de la pandemia no tiene parangón”, afirmó el analista político Sylvio Costa, del portal Congresso em Foco.

“Bolsonaro es el más obstinado y el más obcecado de los negacionistas. Está provocando una catástrofe en Brasil”, agregó.

Bolsonaro ganó sin embargo popularidad gracias a los subsidios de emergencia que 68 millones de brasileños recibieron durante nueve meses, pero que en enero llegaron a su fin bajo presión de los mercados, preocupados por el aumento del déficit y la deuda pública.

“Brasil está en bancarrota”, dijo el martes Bolsonaro, atribuyendo a “ese virus potenciado por la prensa” los problemas de la mayor economía latinoamericana, que según las evaluaciones se contrajo un 4,36% en 2020 y debería repuntar un 3,4% este año.