Los militares que dirigen Sudán disolvieron por la fuerza este lunes la concentración popular que llevaba semanas ante su cuartel en Jartum, dejando al menos 13 muertos, según un comité médico.
Miembros de las fuerzas de seguridad fuertemente armados y en furgonetas con ametralladoras se desplegaron por toda la capital, mientras se oían disparos en el lugar de la sentada, según un periodista de la AFP.
Estados Unidos y el Reino Unido pidieron el fin inmediato de la represión de los manifestantes, que primero querían el derrocamiento del veterano Omar al Bashir y luego que los militares que se instalaron en el poder sustituyéndolo lo abandonaran.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, condenó el excesivo uso de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad y pidió una investigación independiente.
El Comité central de médicos sudaneses, próximo a los manifestantes, actualizó el balance de muertos “elevando el número de mártires a 13”, en un comunicado en Facebook.
También informó de un “gran número” de heridos graves y pidió “apoyo urgente” al Comité Internacional de la Cruz Roja y a otras organizaciones humanitarias para ayudar a las bajas.
Por su parte, el Consejo Militar de Transición desmintió lunes haber dispersado la concentración “por la fuerza”.
“No hemos dispersado la sentada por la fuerza”, declaró un portavoz del Consejo, el general Shamsedin Kabashi, al canal de televisión Sky News Arabia, con sede en los Emiratos Árabes Unidos.
“Las carpas siguen ahí y los jóvenes pueden circular libremente”, afirmó el general.
Eso sí, el portavoz dijo que las fuerzas de seguridad habían actuado en una zona “peligrosa”, apodada “Colombia”, cerca del lugar de la sentada.
“Ese lugar, llamado ‘Colombia’, fue durante mucho tiempo una fuente de corrupción y actividades ilícitas”, declaró el general.
“Matanza”
Las relaciones entre militares y manifestantes se tensaron tras el fracaso el mes pasado de las negociaciones, que dio pie a varias advertencias de los generales que gobiernan el país desde el 11 de abril, cuando destituyeron a Al Bashir por la presión popular.
La oposición anunció que interrumpía “los contactos” con el Consejo Militar de Transición y llamó a manifestarse.
“Anunciamos el fin de cualquier contacto político y de negociación con el Consejo golpista”, afirmó en un comunicado la Alianza por la Libertad y el Cambio (ALC), punta de lanza de las protestas.
La ALC llamó a “la huelga y la desobediencia civil total e indefinida a partir de hoy” lunes.
En estos momentos, añadió la ALC, “no queda nadie” ante el cuartel general de las Fuerzas Armadas, “únicamente los cadáveres de nuestros mártires que no fue posible evacuar”.
La Asociación de Profesionales Sudaneses (APS), una de las entidades organizadoras de la protesta, habló de “masacre” y llamó a los sudaneses a “la desobediencia civil total para derrocar al Consejo Militar pérfido y asesino”.
Apoyo saudita
El ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, la antigua potencia colonial, condenó “el ataque a los manifestantes” y lo calificó de “paso escandaloso”.
“El Consejo Militar es plenamente responsable de esta acción y la comunidad internacional le pedirá cuentas”, escribió Jeremy Hunt en Twitter.
Por su parte, la embajada de Estados Unidos en Jartum exigió el fin de la operación de las “fuerzas de seguridad sudanesas”: es “injustificada y debe cesar”, escribió la legación en su cuenta de Twitter.
Amnistía Internacional instó a considerar “todas las forma de presión pacífica, incluyendo sanciones específicas a aquellos miembros de las autoridades transitoria sudanesa responsables de los violentos ataques de esta mañana”.
El jefe del Consejo Militar en el poder, Abdel Fatah al Burhan, visitó recientemente Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, tres países que le expresaron su apoyo.
A la cabeza de Sudán durante casi 30 años, Omar al Bashir fue depuesto y detenido por el ejército el 11 de abril bajo la presión de un movimiento sin precedentes desencadenado el 19 de diciembre por la decisión de las autoridades de triplicar el precio del pan en un país socavado por una grave crisis económica.