La historia cuenta que la elección de la Reina del Festival de Viña del Mar del año 2000 cambió para siempre la nomenclatura de este certamen paralelo, a veces incluso más mediático que cualquiera de las seis noches del evento.
Ocurrió en la versión número 41, cuando los animadores eran Antonio Vodanovic y Cecilia Bolocco y un show de obertura a cargo de la otrora Miss Universo inauguraba con polémica la cita estival: el mismo que con los años se conocería como el “Bolocazo”.
La animadora de “Viva el Lunes” y su cariz internacional eran uno de los ejes principales del Monstruo y la Quinta Vergara, que ese año tuvo a Emmanuel en el jurado y en el escenario, a Luis Advis en el tribunal de la competencia folclórica y los shows de A*Teens, Juan Luis Guerra Joe Vasconcellos, Chayanne, Sandy, Xuxa, Enrique Iglesias, Glup, Cristian Castro y Ceclia Cruz, entre varios otros.
A esa altura la elección de la “soberana” de Viña era apenas una línea del organigrama del festival; muy lejos de la maquinaria que insospechadamente se desbordó con el correr de los años.
La elección era organizada por el diario La Cuarta y en ella confluían todos los reporteros acreditados. Para algunos, se trataba de un mero trámite: Bolocco, ahora en el rol de anfitriona, corría con amplia ventaja, incluso después que una de las fotografías de su performance en la noche inaugural dejara entrever sus zonas íntimas.
Pero el principal error no fue ese: ocurrió días después y antes de los comicios. “Ella iba a hacer una visita a las radios, porque en ese tiempo en el Hotel O’Higgins se concentraba todo… Y no llegó”, recordó tiempo después en Canal 13 el editor de Espectáculos de La Cuarta, Cristián Méndez, consultado por el ánimo del electorado aquella semana.
En la tarde de la votación se produjo la sorpresa: la “Reina de la Salsa”, que 24 horas antes había sido parte del show estelar, empató en votos con la “Reina del Universo” de 1987, obligando a los organizadores a ir a una segunda vuelta.
En el balotaje, Cruz marcó amplia distancia: 59 votos contra 24. Consultados fuera de urna, varios fotógrafos y periodistas apelaron a la simpatía y buena disposición de la cubana, quien días antes había compartido con los reporteros en la conferencia de prensa y antes de subir al escenario.
La coronación, sin embargo, no fue como lo previsto. A raíz de su viaje a Santiago, la ceremonia fue adelantada y Celia recibió la corona entre una masa humana gozoza con la idea que el cetro recayera en una mujer fuera de los cánones de belleza convencionales.
Muchos utilizaron el hito para lanzar bromas sobre su aspecto físico, por supuesto todas de pésimo gusto. Pero ninguna falta de respeto importó para que Celia agradeciera el gesto y, acto seguido, cantara en vivo para sus soberanos a sus 75 años a cuesta, dos antes de su muerte.
El revuelo que causó dicha elección fue tal, que nunca más una Reina de Viña del Mar pasó desapercibida.
Fue el inicio de las transmisiones televisivas, de las campañas respaldadas por canales de TV, de los generalísimos, del juego sucio, de las coimas, de las competencias desleales y de los piqueros y flashes al borde del Hotel O’Higgins (el primero, fue el de Natalia Oreiro al año siguiente).
Celia Cruz fue la primera reina sin piscinazo, pero también la única que dio forma al show que conocemos hoy.