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(Artículo 04 del Código Procesal Penal)
En los próximos días se cumplen 12 años desde la primera vez que el mundo escuchó cantar a Susan Boyle, una mujr británica que en ese entonces tenía 47 años y se presentaba en el programa Britain’s Got Talent para tener la oportunidad de explotar su talento.
Actualmente, el registro de esa audición en YouTube está por alcanzar las 250 millones de reproducciones, y seguramente hay muchos que siguen emocionándose con la perfecta interpretación del I dreamed a dream, un clásico del musical Los Miserables.
En ese entonces, ni el jurado ni el público presente le tenía mucha fe a Boyle, es más, hubo burlas evidentes hacia su persona y forma de expresarse, sin embargo, bastó que abriera la boca para dejar a todos atónitos y sin palabras. Tanto así que se fue con tres “yes” y una ovación general.
Desde entonces, Susan comenzó un camino envidiable. Logró llegar a la final del programa de talentos, se quedó con el segundo lugar y sacó su primer álbum, el mismo que vendió 10 millones de copias ese 2009.
Todo parecía brillar en la vida de Boyle, sin embargo, existía un pasado nada fácil que la atormentó durante años.
Desde pequeña Susan tuvo una vida difícil. Nació en el seno de una familia humilde en West Lothia, Reino Unido. Cuando su madre, Bridget Boyle, la dio a luz, recibió la noticia de que la pequeña venía con hipoxia (falta de oxígeno) debido a un parto complicado que las tuvo al borde de la muerte.
Cuando ambas se recuperaron, los médicos le dijeron a Bridget que la niña tenía un daño cerebral por la hipoxia, algo que sin duda marcó la vida de la cantante, por lo que cualquier dificultad que se le presentaba, se asociaba a esa condición.
No obstante, con el paso de los años y ya cuando Susan era famosa y tenía los medios, visitó otros especialistas y se llevó la sorpresa de que lo suyo no era un daño cerebral, sino que Síndrome de Asperger (trastorno del Espectro Autista).
“Lo del daño cerebral fue una etiqueta injusta. Ahora entiendo mejor lo que estaba mal y me siento aliviada y un poco más relajada conmigo misma”, dijo la intérprete al The Guardian en 2013.
Dada su personalidad, desde niña fue víctima de bullying. Por eso, desde los cinco años la música fue su refugio, además que su madre tocaba el piano y su padre -Patrick- también cantaba.
Pasado los 20 años, Susan buscó un espacio y reconocimiento en concursos de canto y audiciones, pero no le fue bien, ya que su voz no fue apreciada como tal, por lo que estudió Trabajo Social.
En 1997 murió su padre y en 2007 partió su madre. Susan se quedó sola con su gato Pebbles. En ese entonces invertía su tiempo libre como voluntaria de una iglesia y continuó viviendo en la casa de sus padres y que había sido otorgada por la seguridad social del país.
Nunca se casó y tampoco tuvo relaciones amorosas. En conversacción con el medio The Lady Magazine, Boyle declaró que jamás había besado o intimado con una persona. “Si hubiera tenido un hombre, hubiese sido solo algo platónico. He estado mucho tiempo sola como para casarme“.
Si bien Susan podía estar viviendo el sueño que siempre quiso, la realidad no fue así. Más allá de su pasión por la música, la artista se sentía cada vez más agobiada por la presión que significa estar en ese nivel, algo que fue evidente desde el mismo día de la final del programa.
La artista se comportaba de manera extraña en el hotel de Londres, y el gerente del lugar llamó a la policía, quienes a su vez contactaron a los médicos. Susan fue internada en un centro de salud mental llamado The Priori, junto a su gato.
Los psiquiatras que la evaluaron notaron síntomas de agotamiento y cansancio extremos.
Allí estuvo unos días internada y para julio de 2009 estaba cantándole al presidente Barack Obama en la conmemoración por el Día de la Independencia de los Estados Unidos.
A eso le siguieron cientos de presentaciones, entrevistas, editoriales y hasta se presentó frente a la reina Isabel II y el Papa Benedicto XVI.
Con el éxito vino el dinero y Susan adquirió una casa de ensueño por 450 mil euros ($380 millones), sin embargo, no fue lo que esperaba y terminó cediéndola a una sobrina y ella compró por 75 mil euros ($63 millones), la casa donde vivió toda su vida.
Esa decisión fue ampliamente comentada en distintos medios, y en más de alguna entrevista ella respondió: “¿Por qué no viviría aquí? Siento que mi madre sigue por acá. ¡Y hay aquí tan buenos recuerdos!”.
Probablemente fue el mismo Asperger, lo que evitó que la artista sucumbiera a la fama y se dejara encandilar. Al contrario, ella optó por una vida sencilla y alejada de los focos de lo superficial.
“Nunca quise ser una diva (…) Vivo donde crecí, no necesito mansiones y todavía me gusta tomar el ómnibus o caminar hasta el supermercado y elegir qué voy a cenar“, contó en una entrevista a la revista People en 2019.
Actualmente Boyle sigue participando en la iglesia del pueblo, ayuda a toda su familia -ocho hermanos y 16 sobrinos- a convertirse en profesionales. Su gato, compañero de vida, murió de viejo y cuando adoptó uno nuevo, este se escapó en la noche.
Recientemente fue vacunada contra el COVID-19, y compartió una foto con el pulgar arriba en su cuenta de Instagram. “Este lunes sentí por primera vez como si hubiera luz al final del túnel. Hay mucha desinformación en torno a la vacuna, pero los animo a que salgan y se pongan la vacuna cuando puedan. Agradezco a la ciencia, a la medicina y especialmente a las maravillosas enfermeras y médicos del Servicio Nacional de Salud, gracias”, escribió.
El patrimonio económico de Susan Boyle asciende a unos 35 millones de euros. A su haber, tiene ocho álbumes de estudio -con más de 25 millones de copias vendidas en el mundo- y ha sido nominada dos veces a los premios Grammy.
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