Hace apenas un año, la presidenta del comité de empresa de Volkswagen, Daniela Cavallo, ya advirtió que el mayor fabricante de automóviles de Europa “se dirige directamente hacia una tormenta perfecta”.
Al parecer, esta tormenta ha llegado ahora, después de que la dirección anunciara recientemente que se verá obligada a cerrar una -quizás dos- fábricas de automóviles en Alemania, y a recortar miles de puestos de trabajo debido a la caída de las ventas.
El anuncio se produjo justo antes de las nuevas negociaciones colectivas de finales de septiembre, que muchos trabajadores esperaban rutinariamente que les reportaran mayores salarios, pero que, en cambio, alimentarán ahora la incertidumbre entre los 120.000 empleados de VW en Alemania.
Mientras tanto, la tensa situación del mayor fabricante de automóviles de Europa también amenaza con extenderse a la política alemana, ya que el 20% de las acciones de VW están en manos del estado federal de Baja Sajonia, donde VW tiene su sede y su principal fábrica.
Los tiempos cambian
Durante muchas décadas -y con ayuda de la política- la patronal y los sindicatos han forjado una relación especial. Tras la privatización parcial en 1960 y la cotización en bolsa del fabricante de automóviles —anteriormente de propiedad estatal—, los trabajadores representados por el poderoso sindicato metalúrgico IG Metall consiguieron un acuerdo que les permitía no participar en el tipo de convenio colectivo común en la industria alemana.
Desde entonces, los salarios de VW han sido significativamente superiores a los de otros fabricantes. Y, en la década de 1990, los representantes de los trabajadores consiguieron una garantía de empleo de 35 años, que excluía los recortes de plantilla hasta 2029.
Esta garantía de empleo ha sido ahora suprimida unilateralmente por la dirección, alegando “retos especialmente importantes”, como el aumento de los costos que reduce los beneficios de la empresa.
“En la situación actual, ya no se puede descartar ni siquiera el cierre de fábricas en los centros de producción de vehículos y componentes”, dijo Volkswagen en la nota enviada a los empleados a principios de septiembre.
Caída del sector automovilístico europeo
El descenso se ha producido en un momento en que las ventas de autos en toda Europa han descendido en general en 2 millones de vehículos, en comparación con los niveles anteriores a la pandemia del Covid-19.
Para VW, esto significa vender alrededor de medio millón de vehículos menos, lo que equivale aproximadamente a la capacidad de producción de dos fábricas, como dijo el jefe de finanzas de VW, Arno Antlitz, durante la presentación de las cifras de la empresa en septiembre.
Stefan Bratzel, fundador y director del Centro de Gestión del Automóvil (CAM) de Bergisch-Gladbach en Alemania, afirma que el exceso de capacidad es un problema de todos los fabricantes de automóviles alemanes, porque sus fábricas funcionan actualmente sólo a unos dos tercios de su capacidad máxima de producción.
Para que una fábrica sea rentable, dijo, “los niveles de producción deberían superar idealmente el 80%”, dependiendo del modelo.
Bratzel indicó que los fabricantes de automóviles con sede en Francia, Italia y el Reino Unido estaban experimentando una situación igualmente grave, mientras que los de España, Turquía, Eslovaquia y la República Checa siguen funcionando en torno al 79% de su capacidad gracias a sus costos de producción más bajos.
China gana terreno
Aún más preocupante que los altos costes de producción para los fabricantes de automóviles alemanes, es la ventaja tecnológica que se han asegurado sus rivales chinos, sobre todo en el mercado de los vehículos eléctricos. Gracias a las cuantiosas subvenciones estatales y a las medidas reguladoras, han hecho grandes avances tecnológicos en componentes clave de los vehículos eléctricos, como las baterías, que ahora pueden producir más baratas.
Stefan Bratzel afirma que los fabricantes chinos están en mejor posición respecto a los vehículos eléctricos porque “han adquirido mucha más experiencia y han aplicado mejoras de eficiencia”.
En medio de estos retos, la dirección de VW intenta apretar las tuercas a sus empleados, que exigen un aumento salarial del 7%, ningún despido y ningún cierre de plantas.
Tras la primera ronda de negociaciones, los negociadores sindicales afirmaron que la dirección de VW presentó gráficos que destacaban la “penalización de Alemania” asociada a los elevados costos laborales. Pero los costos laborales no son el único problema del fabricante de automóviles, añadieron, ya que los errores de gestión, las equivocaciones y los escándalos, como el de las emisiones diésel, no son culpa de los empleados.