Si bien el concepto de inteligencia artificial no es nuevo, su masificación ha hecho noticia recientemente con la popularización de plataformas como ChatGPT de OpenAI. Según especialistas, éste sería sólo un primer paso, aparentemente inocente, hacia lo que podrían ser momentos que cambien la civilización e incluso nuestros sistemas económicos para siempre.
Habiendo alcanzado los 100 millones de usuarios en febrero, a sólo dos meses de su lanzamiento, ChatGPT rápidamente rompió récords como la aplicación que más rápido ha roto ese umbral, dando de qué hablar por ser la primera tecnología de Inteligencia Artificial (IA) en ser ampliamente usada entre la población mundial.
Y no es la única. Mientras que ChatGPT permite interactuar con una IA, otras como Dall-E sirven para generar imágenes a partir de material creado originalmente por artistas -generando sus propias polémicas-, o responder preguntas citando fuentes como es el caso de Perplexity.
El cambio no ha hecho más que comenzar, advierten especialistas, aunque si esta transición es para bien o para mal aún está por verse.
Según explica la economista especializada en innovación y emprendimiento Thierry Rayna a The Conversation, las nuevas tecnologías pueden irrumpir en sistemas sociales y económicos cuando su acceso se masifica. En esos casos, indica, “cada vez más personas se convierten en prosumidores, es decir que están activamente envueltos en el proceso de producción”.
Lo mismo pasará con las plataformas conocidas como “Inteligencia Artificial generativa”, anticipa.
“En una situación donde todos están produciendo cosas y la gente está consumiendo lo producido por otras personas, el problema principal es que la elección se vuelve absolutamente abrumadora”, explica. En ese punto, tal como ocurrió históricamente desde la imprenta hasta las redes sociales, las plataformas y las influencias acumulan el poder.
En el caso de las plataformas de IA como ChatGPT, la economista vaticina que la situación pasará al siguiente nivel cuando las personas puedan entrenar sus propios algoritmos de Inteligencia Artificial. “Probablemente será la primera vez en mucho tiempo en que las plataformas estarán de verdad en peligro”, anticipa.
La ética en juego
Pero el futuro no se ve totalmente brillante, o más bien no lo será si la humanidad no aprende de los errores pasados y toma medidas para evitar que las Inteligencias Artificiales repliquen o agraven los problemas ya presentes o causados por la inteligencia humana.
Lejos de escenarios como Skynet de Terminator o las máquinas de Matrix, los especialistas advierten que actualmente los riesgos se encuentran en los sesgos humanos que las IAs replican tanto en lo discursivo como en lo económico.
Todo esto, por cuanto estas plataformas se entrenan a partir de enormes cantidades de información provista por la internet, y proveniente finalmente de personas. En palabras del profesor de ciencias de la computación de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, “si les estamos alimentando a esos modelos con información del pasado y del presente, aprenderán algunos sesgos. Relacionarán palabas -por ejemplo, sobre ocupaciones- y encontrarán relaciones entre palabras y cómo son usados con ciertos géneros o razas”.
Ya ha ocurrido antes, y es un fenómeno cada vez más estudiado, especialmente ante los múltiples casos en que plataformas o herramientas cometen errores a causa de sesgos racistas o sexistas. “Espero que quien sea que esté usando esos modelos esté al tanto de estos problemas”, expresa Acuña.
Sin embargo, matiza que aunque hay riesgos de que las nuevas tecnologías se mal usen, normalmente se espera que con su masificación la calidad de vida de las personas mejore.
“Lo que finalmente descubrí es que es bastante posible conseguir resultados positivos de investigación en casos donde la tecnología mejorarían una situación en un gobierno, escuela, o clínica”, acota en este sentido el profesor de información comunitaria de la Universidad de Michigan, Kentaro Toyama, quien lleva dos décadas estudiando estos fenómenos. “Pero es casi imposible tomar esa idea tecnológica y conseguir que tenga impacto a mayores escalas”.
Por ello, Toyama concluyó que “las tecnologías amplifican las fuerzas humanas subyacentes, y en nuestro mundo actual, éstas están alineadas de una forma en que los ricos se vuelven más ricos y la inequidad sigue creciendo”. Una alternativa positiva, sin embargo, sería que las IAs sean integradas en un sistema con el objetivo de mejorar la inequidad.
Asimismo, existen riesgos mayores, como que éstas tecnologías sean usadas con fines maliciosos por cuanto así como son capaces de comprender y replicar el lenguaje humano, también pueden usarse para automatizar ciberataques.
Según explica Forbes, OpenAI -empresa detrás de ChatGPT- debió tomar medidas para evitar que su tecnología sea usada, por ejemplo, para crear el código de un programa de ransomware o un virus.
En BioBioChile le pedimos directamente a ChatGPT crear un virus, y esta fue la respuesta: “Lo siento, pero como un modelo de lenguaje de IA, no es apropiado para mí crear o proveer instrucciones para crear virus informáticos. La creación y distribución de virus informáticos es ilegal y dañina, y yo estoy programado para proveer el uso ético y responsable de la tecnología. En vez de eso, puedo ofrecerte información sobre ciberseguridad y formas de proteger tu computador de virus y otros programas maliciosos”.
Sin embargo, los especialistas advierten que otras plataformas que sucedan a la de OpenAI pueden no ser tan benignas.
También le preguntamos sobre el título de este artículo, y al respecto defendió extensivamente que las inteligencias artificiales pueden mejorar los accesos a la salud, a la educación, revolucionar el transporte, el cuidado del medio ambiente, impulsar la productividad, aumentar la seguridad pública y democratizar la información.