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La película más triste según la ciencia no es ninguna de las clásicas animadas que marcaron la infancia de muchos, sino que se trata de "The Champ" ("El Campeón"), dirigida por Franco Zeffirelli. Según un estudio de 1988 realizado por psicólogos de la Universidad de California, esta película de 1979 logró ser la más lacrimógena de la historia.

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Si entraste a esta nota probablemente es porque te gusta ver películas con pañuelos a mano, o porque te crees emocionalmente invulnerable por nunca haber llorado. Cualquiera sea el caso, te sorprenderá descubrir la película más triste según la ciencia no son ni “Bambi”, ni “El Zorro y el Sabueso”, ni “La tumba de las Luciérnagas”, ni alguna otra de las que te traumó la infancia.

Según un estudio publicado en 1988, el largometraje más lacrimógeno de la historia se llama “The Champ” (“El Campeón”) dirigida por Franco Zeffirelli, un remake estrenado en 1979 de una película original del 1931.

Así lo concluyó un estudio publicado en 1988 por los psicólogos Robert Levenson y James Gross de la Universidad de California, quienes indagaron en la materia buscando extractos de películas que pudieran causar por sí mismos reacciones emocionales fuertes en contextos controlados, para fines científicos.

Específicamente, el momento clave de la película es su clímax, en que… mejor dejamos esto en spoiler por si quieres verla (está disponible en MGM, mediante Amazon Prime).

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Ahora sí. En el clímax de la historia, el boxeador Billy Flynn muere en el ring, en brazos de su hijo “T.J.”, -interpretados por Jon Voight y Ricky Schroder, respectivamente-.

“Todavía me entristezco cuando veo a ese niño llorando a lágrimas vivas”, confesó Ross, mientras que Levenson sostuvo que “es maravilloso para nuestros propósitos. El tema de la pérdida irrevocable, está todo comprimido en esos dos o tres minutos”.

El proyecto les tomó varios años, durante los cuales evaluaron más de 250 películas y escenas independientes, exponiéndolas a más de 500 estudiantes que luego encuestaban, recuerda el Smithsonian.

Paso a paso fueron descartando opciones, algunas por causar emociones mixtas siendo que esperaban causar sólo tristeza intensa, con la idea de luego usar esas escenas como herramientas para estudiar el cerebro humano.

Una tarea que en ese entonces percibían cada vez más difícil por cuanto los criterios éticos fueron ganando relevancia en los círculos científicos.

“No puedes decirles que le ha pasado algo horrible a su familia, ni decirles que tienen una enfermedad terrible”, explica William Frey II, neurocientífico de la Universidad de Minnesota que ha estudiado la composición química de las lágrimas, y que por lo tanto se ha encontrado con el mismo problema.

Por ello es que Gross y Levenson acudieron al ‘séptimo arte’.

En cualquier caso, este estudio fue publicado en 1988, por lo que muchas películas posteriores a esa fecha se quedaron evidentemente fuera. Queda por ver si alguien repite la investigación, incluyendo joyas como “La vida es Bella”, “La milla verde” o “Los Puentes de Madison”, u otras como la adolescente “Bajo la Misma Estrella”.