Un amplio estudio científico realizado en 2007 proyectaba ya una inminente pandemia como la que estamos viviendo, provocada por el coronavirus. El texto también advertía sobre el riesgo de consumir animales salvajes como origen del brote, y detalla que situaciones como esta pueden volverse más comunes y agresivas en el futuro de no cambiar nuestros hábitos.
Se trata del paper titulado “Síndrome respiratorio agudo grave (SARS): Coronavirus como un agente de infección emergente y reincidente” (Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection), realizado por 4 profesionales del centro de investigación de infecciones e inmunología de la Universidad de Hong Kong, y publicado en el Journal de la Sociedad Americana de Microbiología el 12 de octubre de 2007.
Para realizarlo, los investigadores recabaron cerca de 4.000 estudios realizados desde el primer brote de SARS en 2003, y analizaron los más representativos. En ellos, se percataron que en sólo cinco años, ya se habían identificado al menos 36 tipos diferentes de coronavirus, todos originados en animales.
Sin embargo la conclusión más importante es que existen tres factores que confabulan para que estos se conviertan en pandemias: primero, la destrucción de su hábitat natural que lleva a muchos animales a acercarse a las poblaciones humanas; segundo, el aumento en el consumo de animales salvajes exóticos; y tercero, la masividad del transporte aéreo de pasajeros.
“El rápido crecimiento económico del sur de China condujo a una demanda cada vez mayor por proteínas animales, incluyendo la de animales exóticos como las civetas. El tener grandes cantidades y variedades de estos animales salvajes hacinados en jaulas y la falta de medidas de higiene en mercados al aire libre, han permitido que estos nuevos virus salten desde los animales a los seres humanos”, explican los investigadores.
“Los coronavirus son bien conocidos por poder reconfigurarse para tener nuevos genotipos y ocasionar brotes. La presencia de una gran reserva de virus tipo SARS-CoV en los murciélagos herradura, junto con la cultura de comer animales exóticos en el sur de China es una bomba de tiempo. No debemos ignorar la posibilidad de que el virus SARS u otros virus nuevos emerjan desde animales o laboratorios, por lo que debemos estar preparados”, concluían entonces Vincent Cheng, Susanna Lau, Patrick Woo y Kwok Yung Yuen.
Una opinión similar expresaba el profesor del departamento de Epidemiología de la Universidad de Haifa, en Israel, Manfred Green.
“Muchas enfermedades infecciosas son resultado del contacto humano-animal. El calentamiento global junto con el crecimiento de la población, son factores que aumentarán este contacto. Los animales que pierden sus hábitats debido a fenómenos relacionados al clima como incendios forestales, o que migran cuando las temperaturas se elevan, probablemente se trasladarán a las zonas ocupadas por seres humanos en busca de comida. A su vez, la gente seguirá invadiendo espacios como bosques con granjas. De una forma u otra, el contacto va a aumentar”, explicó al diario Times of Israel.
Green recordó que el SIDA se originó en chimpancés, que se sospecha que el Ébola pudo provenir de murciélagos de la fruta y que el MERS-CoV que tuvo origen en Arabia Saudita, se detectó originalmente en camellos.
De hecho, los murciélagos son también la más probable fuente de origen de la actual crisis de Covid-19, considerando la similitud genética entre el virus animal y humano.
El peligro latente en Latinoamérica
La Agencia para el Desarrollo Internacional de EEUU (USAID), lanzó en 2009 una serie de estudios para prever los mayores riesgos de pandemias a nivel mundial. Los resultados fueron alarmantes: cerca del 75% de todos los brotes infecciosos nuevos, emergentes o reincidentes conocidos en lo que va del siglo XXI, son zoonóticas, es decir, se originaron en animales.
Y quizá aún más preocupante, es que las área de mayor riesgo son aquellas donde existe todavía gran cantidad de fauna salvaje, cuyos hábitats están también en riesgo: Asia, África y Latinoamérica.
“Estamos trabajando son socios regionales para entender mejor la propagación de los virus y sus principales detonantes, como la deforestación, los cambios en el uso de la tierra, la explotación de animales salvajes y las demandas de productos animales (…) estos esfuerzos deben salvaguardar la salud humana y animal y sus entornos en las zonas de Asia, África y Latinoamérica donde hay mayor probabilidad de que emerja una nueva pandemia”, explican.
¿Por qué los virus de epidemias simplemente desaparecen?
Un factor que aún presenta grandes para los científicos es por qué tras estos grandes brotes, los virus muchas veces parecen desaparecer.
“Parte de la respuesta es que no lo sabemos. La gripe asiática o H2N2 que se originó en China en 1957 y que mató a entre uno a dos millones de personas, desapareció antes de que pudiéramos comprenderla totalmente”, indicó el profesor Green.
Según explica el investigador, la mayoría de los virus se mantienen en el ambiente, pero a medida que se les acaban las personas disponibles para infectar, se vuelven más débiles. Si no son capaces de adaptarse a la inmunidad de las personas que ya superaron la enfermedad, acaban por extinguirse.
Un ejemplo de ello es lo que ocurrió con el brote de SARS en 2003, que también tuvo su origen en animales e infectó a cerca de 8.000 personas, matando a unas 800, es decir, el 10% de ellas. Sin embargo el que este virus fuera tan letal provocaba que la gente muriera rápidamente, limitando con ello su propagación.
En contraste, el virus pdm09 de H1N1, una variante de la gripe que surgió en EEUU y se expandió al mundo en 2009, provocó 12.500 muertes sólo en Estados Unidos y un número entre 151.700 a 575.400 a nivel global. Este virus sigue cobrando vidas pero en cifras mucho menores y, contrario al coronavirus, afecta principalmente a niños, jóvenes y adultos de mediana edad.
“Podemos asumir que el coronavirus estará entre nosotros durante varios años y que la mayoría de las personas se volverán inmunes, pero seguirá afectando -aunque con menor intensidad- a poblaciones particulares, como niños recién nacidos”, asegura Green.