Quizás, la humanidad se salvó de la destrucción el día de navidad de 1968, gracias a un evento fortuito pero extraordinario que ocurrió en otro mundo: la Luna.
Si le pregunta a alguien razonablemente culto (o sea, no a su amigo conspiranoico que cree «investigar» en YouTube) sobre el primer viaje a la Luna, la respuesta estándar es que llegamos a la Luna el 21 de julio de 1969 con la misión Apolo 11. Y por supuesto, esa fue la fecha en la que Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna por primera vez. Sin embargo, hay una sutileza que se menciona poco: los humanos ya habíamos ido a la Luna un poco antes. Y en Navidad.
Y es que antes de la famosa misión Apolo 11, existió la Apolo 8.
Para entender cómo las misiones Apolo podrían estar relacionadas con salvar a la humanidad de la destrucción, volvamos el reloj a uno de los momentos oscuros de la historia: el año 1968. En 1968, el mundo era un caos. Las tensiones de la Guerra Fría llevaron a la sangrienta guerra de Vietnam, y apenas seis años antes había ocurrido la crisis de los misiles cubanos en donde estuvimos a punto de una tercera guerra mundial nuclear. John F. Kennedy había sido asesinado apenas cinco años antes, y en ese mismo 1968 fueron asesinados su hermano Robert Kennedy y el líder social Martin Luther King. Pocos años después de 1968, nos daríamos cuenta que sin querer habíamos creado un agujero en la capa de ozono por nuestras emisiones de clorofluorocarbonos. Aún más, habíamos contaminado tanto el mundo con emanaciones de sulfuros y compuestos nitrogenados que la lluvia se había vuelto ácida hasta el punto de empezar a disolver monumentos históricos. Las sociedades estaban en procesos de enormes cambios, con mucha violencia y descontento por las nubes. En el lado occidental, conflictos civiles y estudiantes se esparcían por el mundo. En el lado opuesto, la «Primavera de Praga» estaba siendo aplastada por los tanques soviéticos y veinte millones de personas morirían en la Revolución Cultural china. En 1968 el mundo estaba dividido, desastrosamente contaminado y al borde de la guerra nuclear. Aunque cueste creerlo, estábamos muchísimo peor que ahora.
Durante la Guerra Fría Estados Unidos y la Unión Soviética estaban invirtiendo enormes recursos en la carrera espacial. Los soviéticos partieron con ventaja pero Estados Unidos estaba metiendo el acelerador a fondo; la recta final era llegar a la Luna. Habían dos razones para hacer esta proeza. La primera era demostrar la superioridad tecnológica sobre el rival, ganar el apoyo del mundo no alineado y estabilizar la política interna con un triunfo aplastante. La segunda razón era la posibilidad de hacer un jaque mate en la Guerra Fría colocando ¡misiles nucleares en la Luna!
¿Por qué militarizar la Luna? Porque la gravedad superficial lunar es apenas el 16% de la terrestre. Esta diferencia gravitacional hace que la Luna tenga valor estratégico militar: escapar del pozo gravitacional terrestre y atacar desde la Tierra una base de misiles nucleares en la Luna es muy difícil, pero es sencillo atacar la Tierra con misiles nucleares lunares. Esta posibilidad es tan real que en 1967 se firmó el Tratado del Espacio Exterior, en el cual Estados Unidos y la Unión Soviética se comprometieron con otros países a no colocar armas nucleares en el espacio, y en particular, a no hacerlo en la Luna. Por supuesto, en el contexto de la Guerra Fría estos tratados eran frágiles, y la desconfianza mutua llegaba a la paranoia entre los dos bloques que buscaban la dominación planetaria.
Lo que hace difícil ir a la Luna es que para escapar del pozo gravitacional terrestre debemos alcanzar los 40.000 km/h. Más aún, los cohetes se rigen por lo que en física llamamos (creativamente) la ecuación del cohete. Esta ecuación dice básicamente que en el espacio no hay gasolineras, así que debes llevar el combustible necesario para empujar el combustible que empujará al combustible que te permitirá alcanzar la velocidad final que deseas alcanzar; o sea, mucho combustible. Esta ecuación es inapelable: al usarla concluimos que para enviar apenas tres humanos a la Luna se necesitan miles de toneladas de combustible.
Por este motivo ambas potencias se lanzaron a la construcción de máquinas voladoras del tamaño de edificios, los cohetes Saturno V estadounidense y el N1 soviético. Ambos diseños eran colosales, similares en tamaño a la Torre Entel de Santiago.
Los estadounidenses bajo el liderazgo de Wernher von Braun progresaron rápidamente. Los soviéticos trabajan en forma frenética y en el mayor secreto, pero ahora sabemos que sus esfuerzos eran frenados en un accidente tras otro producido por conflictos internos entre sus ingenieros y fallos de diseño.
Despegue de la misión Apolo 8, 21 de diciembre de 1968
En este contexto, a mediados de 1968 la CIA informó incorrectamente a la NASA que los soviéticos estaban a punto de lanzar una misión tripulada a la órbita lunar. Ello llevó a que la NASA acelerara al máximo su trabajo, culminando el 21 de diciembre de 1968 con un evento extraordinario. Ese día, frente a la mirada asombrada de miles de espectadores en vivo y mil millones de personas por televisión, despegó la enorme mole del cohete Saturno V. Consigo llevaba la primera misión tripulada a la Luna: la Apolo 8.
Su propósito no era alunizar, si no que probar los sistemas para las futuras misiones, y sobre todo tomar muchísimas fotografías. Esto último pudiera parecer extraño ahora que disponemos de Google Moon, pero la tarea primordial de la Apolo 8 era capturar muchas fotos de la superficie lunar mientras la sobrevolaban en órbita baja, desde apenas unos 100 km de altura.
Debían usar película en blanco y negro de grano muy fino, el equivalente a alta resolución 4K de la época. El motivo oficial para esto era estudiar buenos lugares de alunizaje para misiones futuras, pero por supuesto, el mismo tipo de información sería crucial si el Tratado del Espacio Exterior se rompía y era necesario colocar bases de misiles nucleares allí.
De esta forma los astronautas de la Apolo 8, William Anders, James Lovell y Frank Borman, resultaron ser los primeros humanos en alcanzar la órbita lunar. Esta tripulación altamente entrenada estaba cumpliendo meticulosamente su misión fotográfica el 24 de diciembre de 1968 sobrevolando cráteres y planicies, cuando súbitamente ocurrió un milagro de Navidad inesperado en el espacio.
Un pequeño destello de luz azul apareció sobre el horizonte lunar. La mancha azul creció cada vez más: era la Tierra, amaneciendo sobre la Luna.
Los astronautas no podían creer lo que estaban viendo, y lo olvidaron todo: el programa de la misión, la carrera espacial contra los soviéticos, la Guerra Fría y los misiles nucleares. El comandante Borman no pudo evitar tomar la cámara con película en blanco y negro y fotografiar la Tierra.
Al mismo tiempo, Anders se puso a buscar un rollo a color. Al encontrarlo, sacó el rollo en blanco y negro oficial de la misión y se puso a tomar fotografías a color de la maravilla que estaban viendo: la Tierra como una pequeña bola azul amaneciendo sobre el horizonte de otro mundo.
Cuando volvieron a casa, las fotografías no programadas de la Tierra hicieron furor. Hasta ese entonces, todos sabíamos que la Tierra era una pequeñísima esfera azul en el espacio, pero por primera vez podíamos vivir la emoción de verla de esa forma. En esta imagen nos vimos juntos y solos, sin fronteras ni países, compartiendo un mundo frágil y vulnerable en la enorme vastedad del espacio.
Esta se volvió la fotografía más importante de la historia. De hecho, quizás salvó la especie humana: podría ser que usted y yo le debamos la vida a la perspectiva entregada por esta foto.
Quizás sea una coincidencia, pero después de esta imagen las cosas empezaron a mejorar. Lentamente la Guerra Fría disminuyó su tensión hasta disolverse, poco a poco el mundo se volvió más pacífico, y al menos hasta ahora hemos conseguido evitar una guerra nuclear.
Afortunadamente, el Tratado del Espacio Exterior se respetó y nunca se instalaron misiles nucleares en la Luna. Además, después de esta fotografía nace el movimiento ambiental: menos de dos años después, el 22 de abril de 1970, se hizo la primera manifestación masiva ecologista. Y si bien aún tenemos problemas ambientales enormes, al menos ahora sabemos que debemos corregirlos.
Antes de esta foto la palabra ecología ni siquiera era conocida por el público; la idea de que debíamos cuidar el planeta que compartimos empezó a ser popular sólo después de esta imagen. Gracias a esto, conseguimos disminuir nuestras emisiones contaminantes, y tanto el agujero en la capa de ozono como la lluvia ácida se están aliviando. Tenemos problemas graves como el cambio climático, pero al menos somos conscientes de que esos problemas existen y debemos enfrentarlos.
El 24 de diciembre de 1968 tres hombres altamente entrenados, de sangre fría y un valor suicida, corrieron riesgos enormes para ir a la Luna. Fueron allí para servir a su país durante la tensión de la Guerra Fría, buscando lugares de alunizaje y quizás desde donde disparar las armas más poderosas de la historia. Pero mientras sobrevolaban un mundo desierto en medio del frío vacío del espacio, encontraron algo valioso. Al ver su pequeño hogar amaneciendo sobre el horizonte de la Luna, encontraron la Tierra y su humanidad. En esta fotografía espontánea desde la órbita lunar trajeron de vuelta la clave de nuestra supervivencia: una perspectiva cósmica de nuestro lugar en el universo.
Esta perspectiva es, damas y caballeros, el mejor regalo de Navidad.