Los homosexuales son gente anormal.

Usted dice estas cosas cotidianamente. Quizá de forma explícita. Quizá en forma implícita. Un comentario al paso. Un chiste aparentemente inocuo.
Pero son anormales.

Sucede que alrededor del 10% de la población humana es homosexual, lo que nada tiene de anormal pues en otras especies de mamíferos -desde los perros a los delfines y desde los leones a los monos- muestran índices similares o mayores.

Sin embargo, entre ellos nadie le dice al otro que es anormal.

Si el 10% de la población es homosexual, existe 1 a 10 posibilidades de que su hijo o hija lo sea. Él o ella le escuchará en silencio, primero sin entender, quizá hasta uniéndose al chiste, asimilando el concepto. Un día sentirá una atracción especial -pasajera o permanente- por un o una joven de su mismo sexo y en ese momento le asaltará la pregunta…

¿Entonces soy anormal?

Desde luego no le dirá nada. Tratará de ignorarlo, de reprimirlo. Se mezclaran conceptos religiosos: vives en pecado. La culpa lo corroerá, hasta que un día, su naturaleza “anormal” logrará sobrepasar las barreras mentales.

Entonces pueden ocurrir una de 3 cosas.

Si usted le ama, cuando temeroso lo confiese, se dará cuenta de que su condición sexual no hace ninguna diferencia, y tratará de resarcir el daño de los años anteriores.
El solo alivio de sentirse aceptado, hará la mayor parte del trabajo.

Si no tiene tanta suerte, usted lo rechazará e incluso echará de casa “por maricón”. Usted pensará en qué falló o qué hizo para merecer esto, y él o ella tratará de continuar con su vida “anormal”, lejos de su familia, en algún lugar donde pueda sentirse aceptado.

Pero si nosotros no tenemos tanta suerte, él rumiará en silencio su conflicto, su miedo y su rencor. Para reprimir su naturaleza, se volcará hacia el odio por todo aquel que represente su dolor, y algún día, aquellos años de sufrimiento se manifestarán en violencia.

Quizá en una golpiza, como la que mató a Daniel Zamudio.

Quizá como un tipo armado que entra a un club gay.

Por eso es tiempo de replantear sus pensamientos y cómo los expresa. De conciliar su religión o abandonarla. De entender que la única “anormalidad” es la de un padre que rechaza a su hijo.

Y la próxima vez que vea a dos hombres o mujeres besándose en público, si va con su hijo pequeño, no se complique sobre lo que debe decirle.

“Porque se aman”.

Christian F. Leal Reyes | Facebook
Periodista
Director de Contenidos de BioBioChile