El retorno a la presencialidad en los jardines infantiles implica que los actores e involucrados en los procesos pedagógicos de niños y de niñas menores de 6 años atiendan como foco prioritario, y desde una concepción de transición educativa, la trayectoria formativa en los distintos tramos de la Educación Parvularia, dado que muchos de estos, por primera vez, se están insertando en las aulas infantiles luego de haber estado en completo confinamiento tras la pandemia por COVID-19.
Los niños y niñas, como sujeto de derecho, son prioridad a partir de las políticas educativas en Chile, razón suficiente para atender los nuevos contextos educativos post confinamiento y que nos exige atender procesos reflexivos sobre las prácticas pedagógicas que se están llevando a cabo en el aula, para abordar la transición educativa a la presencialidad, dado los reveses que cualquier vulneración acontecida pueda acarrear a futuro, como alguna inequidad no superada, y que afecte el desarrollo integral y equilibrado de los niños y niñas en su trayectoria formativa.
En este contexto, se entiende, por tanto, que todas las acciones vinculantes a la primera infancia responden al principio orientador que surge de la convención de los derechos de los niños y niñas, y que deberían orientar las acciones de las políticas públicas, es decir, que estas acciones deben dar cuenta “al interés superior del niño”.
El interés superior del niño y de la niña supone la vigencia y satisfacción simultánea de todos sus derechos, descontado el principio de progresividad contenido en el artículo cinco de la Convención. Este concepto alude, justamente, a esta protección integral y simultánea del desarrollo integral y la calidad o “nivel de vida adecuado” (art.27.1 de la Convención).
Frente a esto, entonces, y desde las propias prácticas pedagógicas, cabe priorizar y generar ambientes de bienestar, de goce, que permitan a cada uno de los niños y de las niñas sentirse seguros en ambientes de interacción social distintos a los vividos en el hogar en tiempos de pandemia.
Estos ambientes deben ser preparados desde la intención de favorecer la transición al aula desde el equilibrio socio emocional y en estos espacios es donde cabe la intencionalidad de, a partir de la observación permanente, recoger las necesidades e intereses, generando propuestas contextualizadas, flexibles y lúdicas.
Es necesario que los equipos de aula se cuestionen a diario sobre cómo se está abordando el proceso individual y grupal para avanzar en la construcción de nuevos conocimientos.
A la luz de esta nueva realidad para enfrentar los procesos pedagógicos de niños y de niñas menores de 6 años, cabe con más fuerza tributar a los principios pedagógicos que sustentan la acción educativa de la Educación Parvularia. Sin embargo, el desafío de hoy es que estos se tributen desde el contexto particular vivido por cada uno de ellos.
Al respecto, surgen interrogantes que pueden orientar las prácticas pedagógicas. A saber:
-¿Cómo abordamos el principio de bienestar en cada momento de la jornada con los niños y las niñas de la sala cuna, del nivel medio o de nivel transición, que han nacido y crecido en sus primeros años de vida en confinamiento?
-¿Cómo resignificamos el principio de actividad en estos nuevos escenarios educativos?
-¿Cómo intencionamos el principio de relación en cada uno de estos niveles según el contexto ya identificado?
En este mismo escenario, cabe preguntarnos por la evaluación, y cómo la estamos comprendiendo, y exige hoy respuestas urgentes para fortalecer la visión auténtica de este proceso, que no debe ser vista como externa a la vivencia cotidiana que enfrenta cada niño y cada niña.
Esta reflexión nos invita a situarnos en nuevos escenarios que exige hoy atender la Educación Parvularia, toda vez que ellos, como sujetos de derecho, demandan con urgencia abordar los procesos pedagógicos centrados en la vivencia de confinamiento que pudo, de alguna manera, vulnerar ciertos derechos o espacios vitales para un sano desarrollo.