El artesano chileno lleva 50 años dedicado a este antiguo oficio. Desde pequeño, él vio a su padre y abuelo tejer canastos hechos con caña.
Todos los días, una vez terminado el desayuno, Erasmo Agüero, de 80 años, toma su cuchillo especial de pelar caña, camina hasta el borde del río Huasco, en la región de Atacama, que deslinda con su predio y comienza a seccionar los cañaverales más tiernos para confeccionar canastos y cestas.
El artesano realiza dicha labor desde hace 50 años en Imperial Bajo, comuna de Vallenar. La misma rutina sigue para regar los duraznos, parras, higos, membrillos y nogales de sus dos hectáreas.
Sin embargo, el oficio de artesano le roba la atención la mayor parte del día a este agricultor familiar, considerado el último exponente de la cestería en caña de la comuna.
“Veía a mi papá y a mi abuelo tejer canastos –cuenta– y del colegio nos veníamos al predio para ayudarlos. Creo que desde aquellos años siempre soñé que iba a terminar dedicándome a esto”. “Me gusta lo que hago y por eso digo que ser artesano es pura voluntad y tiempo. Si uno no cuenta con estas dos cosas, es difícil dedicarse a esto”, afirmó.
“Me fui de chico a trabajar a Antofagasta en camiones, luego a Iquique y finalmente a Arica, donde estuve varios años llevando mercaderías. Ahí un señor de Bolivia que trabajaba en transportes y que me veía tejer a diario las cañas en las horas de descanso, me preguntó si podía llevar más canastos desde Vallenar hacia Arica, y así comencé a dedicarle cada vez más horas a esta tarea”, cuenta don Erasmo sin dejar de tejer y mirar su próxima creación.
Artesano chileno mantiene vivo el oficio de la cestería en caña
Como cada día quiere más sus tejidos, sus dos hijas, Raquel y Mónica, se turnan para sacarle mayor provecho a las jornadas. “En el campo es donde me siento mejor, más tranquilo y con más ganas de seguir tejiendo junto a las hijas y la nieta”, dice. También sigue con los encargos para Arica e Iquique con los que comenzó, además de los que recibe a diario para cestas y canastos de ropa, fruta, matrimonios y flores.
Tal como en un principio, Erasmo tiene establecidos tiempos rigurosos de producción por cada pieza. “Un canasto pequeño me toma 30 minutos, en los medianos uno tiene que disponer de medio día y las cestas más grandes, más de un día. Aunque parezca broma (ríe), en las noches ya acostado, mi mente comienza a tejer o pensar en cómo voy a realizar el próximo canasto, así que no puedo parar“, confesó.
El artesano valoró el trabajo que el equipo técnico del Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de Vallenar lleva a cabo junto a él.
“Todo lo que tengo en mi predio ha sido gracias a Indap (Instituto de Desarrollo Agropecuario), a través de la gente del programa que tiene con la municipalidad, como el caso de los árboles, los planes de suelo y cómo ir mejorando día a día los frutales”, comentó.
A sus 80 años, don Erasmo aceptó su próximo desafío: vender sus canastos en el Mercado Campesino de Indap en Vallenar, que se hace dos veces al mes en la plaza principal de la comuna, tarea para la cual ya está trabajando.