“Framing Britney Spears” se titula el último episodio de la mediática historia de la otrora “Princesa del Pop”: un documental a cargo de FX y The New York Times que repasa parte de su última década y, sobre todo, los esfuerzos de sus fans por liberarla de la tutela legal que mantiene su padre desde 2008, con control casi absoluto de sus finanzas.
En una hora y 14 minutos el registro recorre a velocidad crucero, a veces con acelerador a tope, la camaleónica y contrastante biografía de la cantante, desde sus inicios en el Club de Micky Mouse hasta sus actuales días de enigmática reclusión hogareña, en medio de idas y vueltas a centros de salud mental y la eterna promesa del retorno a las grandes ligas.
El hilo conductor cabe en un hashtag: #FreeBritney, el movimiento ciudadano que se volcó a las redes para abogar por la independencia financiera y social de la alicaída ídola. Una escuadrilla que se propuso rescatar a su mentora del principal antagonista de esta trama, Jamie Spears, padre ausente que reapareció en 2008 para hacerse cargo del peor momento de Britney, cuando con dos hijos a cuesta era protagonista de bullados escándalos y objetivo favorito de paparazis de todo el mundo.
Si alguien busca profundizar en lo antes descrito, este documental patrocinado por uno de los matutinos más respetados de EE.UU y disponible a través de la plataforma Hulu, definitivamente no es la alternativa.
Siguiendo la lógicas del reportaje televisivo, “Framing Britney Spears” no tiene intenciones de agitar ni buscar nada bajo ninguna alfombra. Con testimonios de excolaboradores, abogados del caso, periodistas, trabajadores del NYT y activistas del #FreeBritney, la investigación se dibuja con una monografía crítica sobre la relación de los medios con la artista en crisis, sin explicar nunca qué fue lo que la hizo explotar.
Sin embargo, en lo último radica uno de los principales triunfos del documental: los cuestionamientos al machista y misógino “establishment” que enfrentó Spears siendo casi una adolescente, de parte de conductores de TV que vulneraban su intimidad sexual y de otros que la culpaban de sus relaciones amorosas. Por ejemplo, su episodio con Justin Timberlake y las críticas a su rol de madre.
Lo que queda fuera de ese espectro (las especulaciones sobre sus publicaciones en Instagram, sus supuestos mensajes encriptados, la relación con su padre, con su madre, las causas de sus crisis, su cosmovisión, los tóxicos residuos de la fama) son parte de una conjetura que el documental poco puede corroborar y que apenas desliza, como queriendo evitar bataolas. En el balance, quedan más preguntas que respuestas, y más sensaciones que certezas.
“Framing Britney Spears”, al final, es más la historia humana de un hidalgo grupo de admiradores (loable, conmovedora, humana) que la crónica necesaria de una de las más distantes, complejas, interesantes y talentosas divas del pop de los últimos 30 años.