“Ese disco fue una mezcla de Salvatore Adamo con house. Era un sonido muy cálido hecho con computador. No existía esa mezcla y aún no existe”. A 30 años de su lanzamiento, Jorge González recordó así a Corazones, el disco emblema de Los Prisioneros.
Lo hizo en diálogo con el diario La Tercera, donde repasó pista por pista el álbum de 1990, producido por el laureado Gustavo Santaolalla.
“Yo estaba enamorado. Mucho. De un amor imposible. El mejor(…). Porque nunca decae. Es eterno. Nunca envejece. No es real. Se queda congelado en el flechazo”, contó sobre el conflicto que dio origen a las dolientes letras del disco: el enamoramiento de González de la mujer de su mejor amigo.
“No quería nada de rock. Si lo volvía a hacer era gil, obediente. Y no. Hice lo que se me cantó. Algo romántico y techno. Lo romántico era la música de mi madre. Era mi infancia”, recordó.
A su vez, se dio tiempo para poner en contexto su lanzamiento: “El rock viejo era re machista. Led Zeppelin. Los Stones. Ultra machos. Pero el punk no. Ahí había heroínas”.
¿Era machistas Los Prisionerros? Responde González: “Harto. Éramos de barrio. Pelotudos. Pero llevar a la Cecilia (Aguayo, en reemplazo de Claudio Narea) fue muy fuerte. Fue un mensaje. Una mujer. A tu altura, pero bella. Fue una declaración de principios. Era un ‘váyanse a la mierda’. No mires pal lado. Haz lo tuyo”.
Sobre el conflicto amoroso que terminó siendo clave para el fin de Los Prisioneros, y que lo enfrentó irremediablemente contra Claudio Narea, fue enfático: “Si hubiese sido por plata o cansancio, qué fome. Vulgar. En cambio, por faldas (…) Más doloroso. Más humano. Más real. O habría sido distinto. Así que en el momento más alto, nos fuimos”, dijo.
“Me sanaba (convertir su sufrimiento en canciones). Convertí el drama en arte. Y no sirve sólo para ti. También para el resto. Sin la música, estaría mal. Me dan respuestas las canciones. Sirve hacer arte. Sana. O te vuelves loco. Te deprimes ¿Te das cuenta, en cuarentena, del valor del arte?”, reflexionó.
A su vez, se dio tiempo para hablar de una canción que hasta hoy lo enorgullece: Corazones rojos.
“(Es) mi orgullo. La vida misma. No soy así, pero esta es una canción calla bocas. Muestra la verdad. Nos enseñan de un dios rubio, macho, de ojos azules, pero no existe. Es manipulación”, dijo
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