La sangre que corre por sus venas, de Francisco Marín Naritelli, explora la vida y la mente de un ser que nunca ha estado cómodo en su núcleo familiar (ficticio). Luego descubre una verdad muy dolorosa que gatilla violencia y psicopatía.

La sangre que corre por sus venas

La novela se centra, básicamente, en Agustín Sinclair. Un joven de clase media que, siendo de Santiago, ha estudiado Derecho en Valparaíso. Pero, no ejerce, porque ha decidido tener un bar.

Esa vida lo aleja de su familia y le abre puertas a mundos desconocidos que lo harán replantearse la vida y su pasado.

Agustín ha tenido una vida de familia de clase media, muy conservadora, más o menos “normal”. Con un padre muy de derecha, autoritario y amante del general Pinochet. Y una madre absolutamente sometida al machismo de su marido.

Hasta aquí, todo dentro de cierta normalidad de fines de los 90, periodo en que se circunscribe el relato. Un tiempo de democracia todavía temerosa, con múltiples amarras que dejó la dictadura. A lo que se sumaba el acomodo y el acostumbramiento a los beneficios del poder de las nuevas clases dirigentes.

Agustín no calza con los deseos de sus padres. Menos cuando abre su bar y, cada vez, se aleja más de ellos.

Todo cambia cuando se entera que sus padres son, en realidad, unos padres ficticios. Porque sus verdaderos padres, sus padres biológicos, son parte de los detenidos desaparecidos obra de la dictadura.

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Descubrir esta realidad -de hijo de detenidos desaparecidos adoptado por un pinochetista convencido- provoca un descalabro que desestabiliza aun más al protagonista. Vuelven a su memoria imágenes, escenas, destellos, incluso vacíos que no logra llenar.

“Escucha su nombre, que en boca de su padre ficticio suena como a vómito. “Este niñito es un maldito afeminado, un raro, un enfermo de mierda. No me extrañaría que usara faldas, tus anillos, y se pusiera una puta peluca de travesti”. También escucha los sollozos de su madre ficticia, su compasión, su franqueabilidad.” (p 66)

Todos los vacíos, todas las violencias, las carencias, las incongruencias se materializan en una idea, en una obsesión: Venganza. Una venganza de sangre, de violencia extrema. Una venganza que es por él, por sus padres, por las mentiras. Por todos.

Este devenir, en una combinación de hechos fortuitos, de marcas y cicatrices concretas, como de esas ausencias y carencias, constituyen el grueso de la novela. Un relato que va “in crescendo” hasta hacerse sofocante. Como puede serlo la mente de alguien que, con motivos concretos como subjetivos, se va transformando en un psicópata.

Quizás ahí debió terminar La sangre que corre por sus venas. Pero continúa, y esa solidez de sangre, de oscuridad, de venganza y redención salvaje, se diluye, se hace humana. Frágil. Torpe, incluso. Y ese devenir, donde aparece con fuerza Antonia, la pareja de Agustín, y el mismo protagonista tratando de un final digno, se hacen tortuosos. Quizás afirmando o queriendo entender a un psicópata hecho por las circunstancias más que por condiciones innatas.

Un libro que atrapa y perturba. Incluso en su parte final, que puede ser redentora o desilusionante, de acuerdo a quien lo lea.

Portada de La sangre que corre por sus venas, Editorial Los Perros Románticos

La sangre que corre por sus venas

Francisco Marín Naritelli
Editorial Los Perros Románticos

2024, Santiago de Chile