Todos los días, a alguna hora, se dice a sí mismo “No soy de aquí” y siente alivio. (p 21)

Samurái es una novela corta -77 páginas holgadas- sobre la relación de una niña con su abuelo. Relatada por ésta, desde su mirada de niña.

Samurái

Una niña tiene una estrecha relación con su abuelo, un hombre recluido en su dormitorio-biblioteca. Ella lo visita casi a diario. Su colegio queda muy cerca de la casa del abuelo, quien le relata historias familiares, le lee libros, le cuenta chistes o se mantiene en un mutismo lejano. O mirando el Juzgado de Policía Local, que queda frente a su ventana.

Para ella, la niña, su abuelo “es un sabio, un filósofo encerrado en su biblioteca. Un guerrero. Un samurái. Eso piensa.” (p 49)

El libro es memoria, una búsqueda de registrar, de guardar, de atesorar esa relación. Esa que se da entre la niña y su abuelo, pero que puede rememorar esas particulares y fuertes relaciones que se dan, a veces, con abuelos o abuelas.

Una relación de gran complicidad, no exenta de silencios, de misterios, de cosas no dichas, de abismos generacionales.

“A veces, el abuelo está sentado mirando hacia la ventana y no dice nada. Nada de nada, aunque ella entre como un vendaval, aunque se ubique cerca de las estanterías y tome un libro…” (p 28)

Sara Bertrand narra de manera simple, pero con una sensibilidad, con una belleza en la creación de ciertas imágenes y situaciones, que resulta difícil no detenerse a imaginar, a sentir. A rememorar o tratar de percibir como el relato resuena en nosotros, en nuestra memoria y en nuestros cuerpos.

Ilustración

El libro viene con una gran ilustración de 20 x 175 cm., un inserto desplegable impreso en dorado sobre papel negro. Realizado por Francisco de Borja Valdés, el dibujo es una mezcla de escenas, paisajes, arquitectura y ruinas. Quizás un intento de representar el mundo -vivencias, sueños y proyectos- del abuelo.

La lectura de Samurái, teniendo a la vista la ilustración, multiplica sus interpretaciones, referencias, posibilidades de relaciones y cruces. Pudiendo, incluso, ser un exceso.

Marta y Valentina tejiendo. Abajo, María, Marta y Jaime. Biblioteca Nacional.

Familia Bertrand

Samurái también puede tener otra lectura. La lectura autobiográfica. La del hijo de Julio Bertrand Vidal (1888-1918), arquitecto chileno formado en Francia, que muriera muy joven cuando iniciaba una brillante carrera profesional (diseñó, entre otras obras, el Palacio Bruna, ex embajada de Estados Unidos en Santiago).

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La de ese niño -Jaime- que, tan mimado por su padre, termina, ya huérfano, en un internado en Europa, solo, hablando un idioma que no es el suyo. Con una historia de fotografías increíbles realizadas por su padre, como tesoro (y que hoy son parte del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional).

También se puede incorporar este relato a la historia de una familia donde están, de una u otra manera, incluidos Julio Bertrand Vidal (arquitecto, fotógrafo, uno de los creadores del Grupo de los Diez), su padre Alejandro Bertrand Huillard (ingeniero, hizo los planos de Santiago y Valparaíso, perito en las demarcaciones de las fronteras entre Chile y Argentina), sus hijos Jaime (arquitecto, en Samurái, el abuelo), Marta, María y Francisca, la gran ilustradora Marta Carrasco, Adolfo Couve y Camila Couve, entre otros.

Samurái es una puerta a un pequeño jardín, un oasis. No necesariamente paradisíaco, pero jardín y oasis, al fin.

Portada de Samurái
Libros del Pez Espiral

Samurái

Sara Bertrand
Ilustración: Francisco de Borja Valdés
Libros del Pez Espiral

Santiago de Chile, agosto de 2023

Nos, 1905
Fotografía de Julio Bertrqand, 1905