Un libro que nos aterriza por accidente y duele. Sincero y brutal. Como el amor sin lugares comunes. Del cielo a la tierra y pasando por el infierno de la vida cuando todo se quiebra. Menos el sentido de resistir hasta que la muerte nos separe. O tal vez nos una. Profundo y ejemplar.

Por Marcel Socías Montofré

Intenso. Todo es intenso en La noche del nunca más, de Lyuba Yez (Editorial Seix Barral, 2023). Desde el comienzo hasta la última página. Las emociones, la rabia, el accidente por azar y la capacidad de resistir.

Resistir incluso cuando se viene la desgracia, la noche, se quiebra la rutina y todo se desploma por un accidente cerebrovascular. Cuando el sueño se torna pesadilla y no se puede despertar. O tal vez cuando se despierta para descubrir que la vida es frágil. Aunque no necesariamente es frágil la capacidad de asumirla y seguir.

Seguir por un relato de 238 páginas donde la prosa fluida está lejos de ser florida. Más bien descarnada y real. Eso se agradece, precisamente. No es una historia de amor. Es el amor haciendo historia. En plena oscuridad.

Tramas y relatos

Todo comienza con una pareja feliz. Al menos en lo que se considera “socialmente” feliz. Ella, él y dos hijos pequeños. Greta y Milan. (Entrañablemente Kundera). Pero la vida es frágil. Se sabe. En cualquier momento puede llegar una pandemia o un accidente que destroza todo y hay que buscar, página por página, los trozos para reconstruir.

Al menos para seguir existiendo.

Desde la noche en que él cae al suelo por un accidente cerebrovascular. Entonces todo se desploma y los sentimientos terminan en la Unidad de Cuidados Intensivos. Entonces la incertidumbre, el miedo, la muerte tan cercana y “no quiero ver más enfermedad, no quiero el roce de la muerte” (Pág. 33).

Pero de eso se trata. De la muerte. Próxima y siempre incrustada. Asumir su presencia arrolladora, capaz de dar por suelo con todo lo que se ha construido y soñado. Pasar por rueda la pesadilla y asimilar sus consecuencias.

Como en la página 34:

“-Pero ya salió del coma, eso es bueno -comenté, incrédula-. Despertó.
-Sí, pero ahora está enclaustrado. Puede escuchar, incluso puede ver, pero no puede mover más que alguna extremidad y menos comunicarse”.

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Así comienza la prueba. Horas, días y hasta meses que van quedando registrados como un proceso personal y familiar. Las emociones del que cuida para cuidarse. Para que no todo se desplome. Para mantener algo parecido –al menos remendado- de lo que llamamos hogar.

Esa muerte que nos amarra y paraliza. “Locked-in”. Él apenas moviendo los ojos para comunicarse y ella asumiendo cuentas por pagar, la sanidad mental de los hijos, los escombros del hogar y tratando de mantenerse a flote porque no queda más alternativa.

La vida. Cierta, descarnada, endeudada y brutal.

Aquello que la aparta de una vida común y la empuja a un viaje sin retorno por la desgracia, aunque con una gracia que se torna ejemplar: ¿Cómo vivir sin que se nos muera hasta el más mínimo trozo de entusiasmo, la persistencia?

Allí radica y se ubica el personaje principal. Aquello tan cercano a un amor ejemplar. Porque en la desgracia es donde encontramos lo más auténtico y bien escrito de aquel sentimiento.

Si es que existe y persiste a pesar de “la injusticia. La rabia y la pena. Por eso, quizás, yo también me aferro a tu ropa y duermo vestida de ti. Con la ropa del que eras y que ya no está, abriendo mis brazos largos para atajarlo todo, olerlo, engullirlo, hacerlo mío. Inhalarte, saborear algo de ti, morder las telas para silenciar los gritos”. (Pág. 46).

La vida y algo más

Entonces no se trata del amor como en las películas o canciones con final feliz. Se trata de la vida. Sobrevivir. “Noches que no son noches, sueño interrumpido, el estado de alerta permanente. ¿Cuánto de lo que fuimos antes podremos ser en el futuro? ¿Cuál futuro?”. (Pág. 59).

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De toda esa mutación nos habla Lyuba Yez. El proceso y la “pesadilla kafkiana”. Pero más cercana y familiar. Las cuentas sin pagar, las amistades que se alejan, la desgracia de convertirse en parias sólo porque la fortuna queda reservada para otros. Y para el “nosotros” apenas lástima, porque en Chile enfermarse a veces suena a pecado. Sin perdón y con olvido para el que no es “happy ending”.

Ese exceso de evasión con que nos enfrentamos a la muerte. Educados para verla siempre lejana y ajena. Cuando se vive en una sociedad tan acostumbrada a mirar de soslayo la desgracia. La profunda y humana desgracia de no cumplir con el “happy ending”.

Como si la muerte, la enfermedad, la tragedia y otras realidades no fueran realidad. Tan sólo una existencia que nos excluye del like en redes sociales y nos convierte en parias sólo por pedir empatía.

De esa empatía tan escasa por estos días. Por eso se agradece el libro de Lyuba Yez. Imposible no sentir ganas de apoyarla. De seguir leyendo para que no se sienta sola en el trayecto de sus personajes. De avisar que la publicidad, el discurso oficial y el éxito es más que una palabra. A veces se traduce al inglés. Éxito por salida. “Exit”.

Buscar por salida una sincera, honesta y desgarrada crónica y relato de la desgracia para convertirlo en un acto y pacto de amor. Hasta que la muerte nos separe o nos una. Como en la página 89: “…tampoco tolero que me comenten que lo que estoy viviendo será, a la larga, un mero recuerdo y un gran aprendizaje. No sé si olvide rápidamente que vi a mi marido casi muerto y con un tubo atravesado en su garganta” (Pág. 89).

Todo y todos registrados por escrito. Como un diario de vida contra la muerte. Como acostumbrarse a ver la existencia sin exceso de evasiones. Más bien conversaciones. “Como una forma de evadir mi propio sufrimiento, divago varias veces a la semana sobre el destino de este ejercicio casi diariamente, del registro de lo que estoy viviendo, porque si bien es horroroso, no quiero que se me olvide ningún día” (Pág. 91).

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Síntesis

Y si de recomendar se trata, se recomienda, por cierto. El libro, el realismo existencial que involucra y hasta las palabras que nos deja por testimonio: “…estos párrafos que empecé a escribir el mismo día que sufriste la hemorragia cerebral nacen de una historia, la nuestra. Y, como sea, estas páginas son un fragmento de nuestra historia de amor”.

O la advertencia de la página 130: “…y en la pregunta sobre quién eres te das cuenta de que hay una segunda regla en el duelo: eso da igual por ahora, porque no podrás descubrirlo hasta que te saques la tristeza aplastante del cuerpo y aprendas a vivir con el vacío” (Pág. 130).

Por cierto, y como bien advierte Lyuba Yez, “no va a pasar nada. Tú eres fuerte, Dios sabe a quién les manda a estas cosas, a los que las pueden soportar. Y tú puedes porque eres fuerte, me insistieron. Váyanse a la mierda”. (Pág. 177).

No es fácil. Por cierto. A ratos ni siquiera es humano y común. Pero es posible. Siempre es posible encontrarse con un libro donde no sólo se lee. También se siente y nace la empatía. No es fácil. La vida. Bien lo deja por escrito Lyuba Yez.

“Soy una mujer que trabajaría más si pudiera para tapar tanto hoyo financiero y que, cuando tiene la opción de salir de casa y tomar una copa y fumar un cigarrillo sin que alguien le pida algo, corre como Ewan McGregor en Trainspotting”. (Pág. 177).

O como esa oportuna resistencia de la página 201: “…no lo escribo con orgullo, porque todos tenemos derecho a caer, no una, sino varias veces. Caernos, ponernos de pie, caer otra vez”.

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Porque “no sé si estoy navegando en la autobiografía o en la autoficción. La única distinción inmediata que puedo hacer entre la una y la otra es que intento ser honesta con esta historia”.

Y así lo consigue, por cierto y por cierta Lyuba Yez. Sincera y bien escrita. Sincera y descarnada. A flor de piel. Pero sin lugares comunes. Más bien por empatía y emoción.

Claramente no es un libro de autoayuda. Lejano está de serlo. Es literatura. De la que siempre se agradece. Entre la vida y la muerte, una excelente crónica de vida y amor propio y ajeno con Lyuba Yez.

Por eso de resistir. Pero no es resistirse a la muerte. Más bien es aceptar, comprender y comprenderla. Y seguir leyendo. Que de eso se trata. La vida.

Editorial Seix Barral

La noche del nunca más

Lyuba Yez
Editorial Seix Barral

2023