“Tony Ninguno“, novela de Andrés Montero, es una suerte de fábula donde “el mundo de la ilusión” y “el mundo de la realidad” se confunden, intercambian lugares, cada uno con sus atractivos, sus fantasías, sus engaños, pequeñeces y horrores. La vida desplegada a ambos lados del espejo…
“… No sabíamos quiénes éramos fuera del circo” (pp 141).
Un árabe abandona a un niño de unos tres años junto a una antigua versión de “Las mil y una noches” (dos grandes tomos) en el Gran Circo Garmanedia. Un niño sin nombre, sin edad, sin padres. Un niño que casi no habla y que -aparentemente- no tiene necesidades…
El relato lo hace Javiera, una niña trapecista, vital para que los libros -y el niño- se quedaran en el circo. Javiera busca en “Las mil y una noches” un nombre para el niño, y decide ponerle Sahriyar, el nombre del rey. Ella, con el tiempo, pasaría a ser la estrella del Gran Circo Garmendia haciendo de Sherezade, contando noche tras noche los cuentos del célebre libro.
Sahriyar, sin embrago, para el resto de los integrantes del circo es Tony Ninguno. Alguien que, de ser una carga, una boca más que alimentar, pasa poco a poco a ser vital para armar y desarmar la carpa, pero que nunca será parte del espectáculo y, menos, un Garmendia.
Intenso, lleno de imágenes evocadoras, “Tony Ninguno” nos muestra un mundo paralelo, mezcla de clan familiar -donde no ser un “Garmendia” es un estigma-, de fantasía (o de realidad, de acuerdo a la perspectiva), precariedad económica y material, y, poco a poco, a medida que van aflorando, las complejidades de un gueto, con sus afectos y rencores, con arbitrariedades y abusos brutales.
“…Ninguno de nosotros sabía vivir ni comportarse en el mundo de la supervivencia: en el ajeno mundo de la ilusión” (pp 142).
“Tony Ninguno” es un libro que atrapa, que cautiva con detalles de un circo pequeño, pobre, pero que poco a poco irá llevando al lector tras bambalinas, traspasando capas de cortinas hasta llegar al fondo, donde pareciera que no hay salida, que no hay escape posible, porque no hay “realidad” más allá del circo (salvo para salir, después de las funciones, a buscar “jureles”).
“… Y yo no podía creer que existiera una ciudad tan grande, una ilusión tan inmensa. Me costaba entender por qué la gente se movía tanto. Era como si no estuvieran realmente en ningún lugar, mucho más de lo que yo creía sobre mí misma. Entonces entendí que era verdad, que el único lugar real era el circo” (pp 113).
“Tony Ninguno” se puede leer como una novela de aventuras, con algo de “realidad mágica” y de un Chile profundo, como una metáfora sobre la vida o una explicación sobre cómo se establecen sistemas abusivos, por mencionar algunas.
Es un libro entretenido, potente, que invita al lector a transitar entre “el mundo de la realidad” y “el mundo de la fantasía” para cuestionarse cuál es cual. Para pensar en los guetos que fragmentan nuestra sociedad, y las fantasías y horrores que hay en ellos.
Entretenido, estimulante, provocador, ácido.
Tony Ninguno
Andrés Montero
La Pollera Ediciones
Diciembre de 2017