Como en la “Continuidad de Los Parques” -el relato más breve y más estudiado de Julio Cortázar-, en la obra de Francisco Undurraga se genera la misma sospecha, la misma narrativa circular y de metaverso, el recurrente “Efecto de Cajas Chinas”. Interesante.

Por Marcel Socías Montofré

Hubo en tiempo –especialmente a fines del siglo pasado- en que leer a Julio Cortázar era peligroso. No para el lector, sino más bien para los aspirantes a escritores.

Eran los tiempos cuando se leía a Julio Cortázar. Su obra completa. Desde que usaba el seudónimo de Julio Denis hasta “Los Autonautas de la Cosmopista”, con Carol Dunlop.

Luego pasó el tiempo y pasaron otros intentos. Una suerte de clonación literaria y las mismas inquietudes “literatofilosóficas”.

Cientos de casos de escritores que sucumbieron a “Rayuela”. Primero buscando a la Maga en sus vidas personales; luego tratando de publicar cuentos o novelas que hasta respiraban la influencia del argentino y su estructura narrativa. Su punto seguido y su Morelli.

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Miércoles 31 Diciembre, 1969 | 21:00

Lo mismo sucedió con el colombiano Gabriel García Márquez. Igual de peligroso por su influencia en el estilo, el uso de la coma y los adjetivos.

O la antipoesía de Nicanor Parra con los signos, o el cine de Eizenshtéin (Sergei Eisenstein), o el Dadaísmo en el arte visual.

Peligrosos porque pueden llegar a deslumbrar tanto que contagian notorias influencias y circularidades, no singularidades.

“El efecto cajas chinas”

Como en “Mis otras vidas”, por ejemplo. Aunque destaca y se diferencia en este caso –que también es policial y tiene algo de “thriller movie”- que Francisco Undurraga genera otra sospecha más.

Por su excelente prosa –para nada cortaciana, más bien su prosa recuerda a Paul Auster- da la impresión de que no se trata de exceso de influencia, sino más bien de un guiño a Julio Cortázar. Un homenaje que incluye personajes y locaciones renovadas, pero confluyendo en la misma estructura narrativa de “La Continuidad de los Parques”.

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Entonces asalta la misma duda que en la película “¿Quieres ser John Malkovich?” y dan ganas de leer el libro de Undurraga. De eso se trata, precisamente. No de copiar a Cortázar, sino más bien de replantearse el “Efecto de Cajas Chinas” y darle un “Efecto Mariposa”, incluso a nivel de guionista. Como bien lo sabe Francisco Undurraga.

Más que interesante.

Acertijos

Hechas las salvedades previas, se agradece de Francisco Undurraga que también apela a una lectoría participativa, atenta, como pidiendo armar el intrincado rompecabezas junto con el lector.

Como Sherlock Holmes proponiendo enigmas al doctor Watson para diseccionar la trama y sus personajes de “Mis otras vidas”, con especial mirada entre Francisco y Patricio Sullivan, Pat, Susana y un Santiago de Chile tan distópico como el Buenos Aires de Cortázar en su novela “El Examen”.

Como en la página 35 de “Mis otras vidas”:

“Yo era el mensajero, quién sabe, tal vez un mesías. Quién dijo que los simios no esperan a su mesías. Al igual que se aferraban a la reja y me mostraban los colmillos, así lo hicieron los humanos con el suyo”.

O las otras pistas que va dejando Undurraga a través de las páginas de su libro y otros libros. Como de la página 36 a 37 de “Mis otras vidas”:

“Lo demás se encontraba entre la página 27 y 29 de “Los traspiés del iluminado”, en la contraportada de “El profeta en la tormenta”, hacia el final de “Las aventuras del polémico doctor Nefando” y en la página 127 de “La revolución de los niños”.

Como todo acertijo del escritor cuando piensa y se proyecta en sus personajes. O como esos dioses griegos que se divertían con las dicotomías de la especie humana y les mandaban tragedias semihumanas.

Como en “Los Premios”, del Julio Cortázar, pero en el caso de Undurraga pasando el barco por Estados Unidos, La Paz en Bolivia, México quién sabe dónde y un Chile suspendido en el tiempo.

Tal vez por eso los sicarios.

Señales

Así pasa un viaje de 138 páginas donde se persiguen y se escapan los sicarios, las fantasías, las calles y ciudades, una supuesta “sátira al capitalismo” -según se propone en la contraportada-, una mirada de soslayo al estallido social en el Chile del 2019 y el extraño caso del señor Thompson manejando los hilos de su propio asesinato.

Como en algunas pistas del narrador en primera persona y sus inquietudes en la página 93 de “Mis otras vidas”:

“Eran una señal de que muchas cosas suceden al mismo tiempo, en distintos planos de realidad. Sentí un cosquilleo en el estómago. Quién sabe, tal vez Susana era más real de lo que pensaba. Tan real, que, en comparación con ella, yo podía ser un simple personaje”.

…y ni hablar del capítulo “Digresiones de Pat 3.0”, a partir de la página 99.
Se cruza el umbral.

Hasta por Michel Butor

Pero como se trata de una reseña más que de anticiparse al final de la película, mejor quedarse en la página 116 para volver a la continuidad de los parques y de la trama:

“Por milésimas de segundo, la imagen de hace dos días y la imagen actual coinciden. Sus ojos de hace dos días y la imagen actual coinciden. Sus ojos sobrevuelan las ramas de los árboles, se detienen en la cámara y se fijan en los ojos de él. Un escalofrío recorre su espalda. Rueda hacia atrás en la silla y se pone de pie…”.

Como en la película “Blow up”, de Michelangelo Antonioni, basada en el cuento “Las babas del diablo”, de Julio Cortázar.

Se puede seguir leyendo, en todo caso. Lo importante de la estructura es cómo se resuelve. Es la interrogante que se plantea a través de la lectura de Francisco Undurraga en “Mis otras vidas”.

¿Guiño o exceso de influencia?

La respuesta es siempre del lector. Tan así que en la página 125: “Está consciente de que no hay salida. El libro que tiene en sus manos es una puerta abierta hacia su situación, esa circularidad en la que transcurren tantas cosas…”.

Tan cosas como por ejemplo en la página 127, “…pero había algo más que eso en su tono. Observa entre sus manos la libreta de S. La abre en la página 132. La luz tenue, pero suficiente para ver los caracteres. Retoma la lectura”.

Y luego ese lindo gesto de la página 135: “…para hacer de nuestra muerte un gesto menos trivial”.

Así como en aquel libro y cuento de Cortázar, “Queremos tanto a Glenda” (1980), en “Mis otras vidas” (2023), la trama se desenvuelve en un tiempo difuso, de persecución y persecutor, de “El Perseguidor”.

En el tiempo y si es por guiño y homenaje, entonces bien logrado el propósito de darle un nuevo aire al “Efecto de las Cajas Chinas”, incluyendo “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos Fuentes, o “La Modificación”, los flashbacks de un Michel Butor a partir de 1957.

Especialmente si se trata de convocar una lectoría participativa, de ajedrez creativo, donde el lector mueve una pieza y el escritor lo sorprende con otra.

En fin, por eso “Queremos tanto a Julio”.

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RIL Editores

Mis otras vidas

Francisco Undurraga Alcalde
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Mayo de 2023