“En 1945 deja a su hijo –muerto por mano propia, aunque desde 2005 reunidos en tumba común en el Valle de Elqui- y parte a Suecia tras el Nobel, con una desconocida secretaria que ya en el barco le mostró su real cara: una espía alemana confinada que sólo quería salir del país...”.
Por Marcel Socías Montofré
Tal vez lo que juega en contra de Gabriela Mistral es el tiempo. La distancia de tiempo con las nuevas generaciones. Los detalles y el zoom. El escaso conocimiento de su vida, el compromiso, sus cartas, su prosa y opinión.
No sólo es la primera mujer hispanoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura. Ni tan sólo la maestra rural de Elqui. También es una mujer visionaria, ilustrada, con un profundo sentido social y demasiado grande para ser encasillada.
Por eso se agradece esta selección de cartas y prosa escritas durante su permanencia diplomática en Brasil. Investigación de Carlos Decap publicada en conjunto por el Fondo de Cultura Económica y Ediciones Universidad de la Frontera (2022).
Además del exquisito estilo en su redacción y labores diplomáticas poco divulgadas, poco a poco también se devela su vida cotidiana, la maternidad y la guerra, su sincero homenaje a la cultura brasilera, el cariño por Petrópolis y también el vacío, el desgarro y la soledad por la muerte de su hijo Yin Yin.
“Así -relata Carlos Decap- conocerá este país continente en dos tandas: esta que durará poco menos de seis meses –desde el 20 de agosto de 1937 a inicios de enero de 1938- y la segunda que empieza el domingo 14 de abril de 1940, en la que arriba con su hijo Yin Yin y Consuelo Saleva (con ésta, tal como la primera) y dura hasta que parte tras el Nobel de Literatura, el domingo 18 de noviembre de 1945, sin ninguno de los dos con que había llegado un lustro antes y acompañada de alguien a quien hubiera deseado no conocer nunca, como se verá en el capítulo “La larga travesía del Premio Nobel”. (Pág. 21)
Del Paraíso al desgarro
Lo primero es el encantamiento con un país continente que la recibe “como figura solar de las letras iberoamericanas, con mucho respeto, reverencia y consideración a su estatura intelectual, algo que ya había ocurrido en otras naciones americanas y en su primera visita a Madrid. Aunque a Brasil llega como si arribara al paraíso”, comenta Carlos Decap (Pág. 23).
Comienza entonces con sus “Noticias Brasileras”, para dar cuenta de un país con el que “nos conocemos poquísimo, pero nos amamos bien”, para luego extenderse incluso al mismo idioma portugués: “me place el idioma cuya naturaleza parece que sea el pudor, pues guarda tanto el oído de los sonidos duros como guarda el alma de los conceptos brutales. Me gusta su bella índole, que no es la de golpear, sino la de tocar en los sentidos con la llamada de un helecho que nos diese en la cara”. (Pág. 39)
Pero también nos habla de la Segunda Guerra Mundial en curso, de esa “banderola de calavera que anuncia la muerte a las Babilonias locas. Por cada hombre que cae en la Europa que nos cristianizó y nos enseñó, nacen mil hijos de esta América, por ese acto que es de aceptación de lo divino y de la fe en el género humano. Podría verse, de alcanzar esta visión con los ojos de carne, a la parca europea atareada que corta más hilos de vida que nunca, y a la Raquel americana que tira por sobre el mar sus hebras rojidoradas de vida”. (Pág. 35)
Pero es también el Brasil del que parte una década después, “arrancando del infierno, tras el desgarro que le dejó la muerte por envenenamiento en 1943 de su hijo Yin Yin, sentirse siempre vigilada y la sustracción permanente de sus cartas escritas para medio mundo” (Pág. 24).
Gabriela universal
Es también la época de su consagración literaria, su mayor acercamiento cultural no sólo con Brasil, sino también con México, Argentina, Perú, Uruguay, Colombia, Costa Rica y toda la América hispanoamericana que de manera unánime y con merecido reconocimiento la postulará al Premio Nobel de Literatura. Su consagración y soledad.
Sin duda también se rescata la vigencia de su pensamiento, la reseña y elogio de los escritores locales, sus discursos en ceremonias oficiales, siempre apelando a la unidad continental mediante la cultura, y su permanente, sensata y humana crítica a la Segunda Guerra Mundial.
Es la Gabriela Mistral madura en su prosa, bordeando los cincuenta años de edad, clara en sus ideas políticas y sociales, transparente en sus críticas y generosa en sus elogios. Pero también es Lucila Godoy Alcayaga, madre y amante, cotidiana, hogareña, cariñosa de los jardines y poéticamente cercana.
Como en la carta que el 4 de agosto de 1937 le escribe a Victoria Ocampo, emancipada protagonista de la cultura argentina del siglo XX: “Escribe lo tuyo, suéltate, no pulas demasiado, atrévete a ser criolla. Acuérdate de Sarmiento, de Güiraldes, de los otros. Olvida la cultura, ya es una mala palabra. Tírala y escribe con olvido de lo que sabes y que es extraño a tu sangre, con olvido total de cuanto no esté en tu sangre, sino en tus sesos…”.
“Un abrazo de Connie y mío. Ella está muy resentida contigo. Tiene razón que le sobra. Yin Yin también se allega y te manda un beso, de su boquita pura, sin nazi y sin fascista, casi americana, por limpia” (Pág. 243).
También es la Mistral y su clara postura política, como en la carta a Gabriel González Videla, por ese entonces presidente de Chile: “Tengo el absurdo de no creer en la política, sino en la administración; de no creer tampoco en que las personas se dividen en partidos, sino en gente sana y en gente torcida, honesta o deshonesta”.
Más claro imposible.
La partida
“Querida mamá. Creo que mejor hago en abandonar las cosas como están. No he sabido vencer, espero que en otro mundo exista más felicidad. Cariñosamente tu Yin Yin”.
Es la carta de despedida de Juan Miguel Pablo Godoy Mendoza –Yin Yin- supuestamente medio hermano Gabriela Mistral, pero a quien ella consideró como un hijo desde 1926, cuando junto con Palma Guillén, la secretaria mexicana de Mistral, aceptó cuidar del menor a cambio que su hermano se comprometiera a no reclamarlo jamás.
Pero un jamás tan breve como la vida misma de Yin Yin –breve y misteriosa- con ciertas cartas que dejan entrever mucho más de lo que se sabe, pero mucho menos de lo que se especula.
Razones del suicidio de Yin Yin todavía se aventuran. Incluso la propia Gabriela tenía sus sospechas: “Una mujer francesa, madura o vieja, andaba en su busca de Sao Paulo a aquí, y de esta historia de última data no sé más, sino que le pedía abandonar a su familia e irse de ella, lo cual él habría rechazado de plano”. (Pág. 308)
“Otra razón, la segunda que me dan -añade Gabriela Mistral- es la de su temperalismo. Me la dan los que no conocen a mi gente. Pero nunca vi a un Godoy que no fuese peor que yo, que no viviera torturándose y que no resistiese esta vida hasta los 60 y los 80. Es nuestra normalidad y yo no me inquietaba demasiado de las pequeñas rarezas de Yin. Pero soy yo misma”. (Pág. 308)
Por cierto, también hay acusaciones de xenofobia, de bullying permanente a Yin Yin, de maltrato y finalmente de constatar –en palabras de Mistral- que “Yin no embonó nunca con el país ni con el sudamericano en general; nuestro confusionismo y nuestro hábito de mentira y de hipocresía le repugnaban vivamente.” (Pág. 309)
Las dudas siempre quedan, como también la profunda cicatriz en la madre, la poeta y la Premio Nobel Universal, que pronto habría de llegar con la misma intensidad que la muerte de su hijo.
La espía
También está el nombre de su última secretaria en Brasil. Marion Terra. “Se decía que era austriaca-inglesa, que había estudiado medicina, que hablaba y traducía cinco lenguas, y que había conocido en las islas australes Malvinas, donde entonces trabajaba en el hospital local, a una delegación de médicos uruguayos, con los que simpatizó y se fue con ellos a su país”, comenta Carlos Decap.
“Ahora, investigando en sitios de genealogía, confirmé el dato de Palma Guillén sobre el que sería el verdadero nombre de Marion Terra, la espía alemana que huyó como la flamante secretaria de la flamante Premio Nobel de Literatura 1945: Anna María Schloederer von Stammbaum, quien habría nacido en realidad en 1913 en Augsburgo, en Baviera, Alemania, y donde volvió hasta morir allí mismo”, recuerda Carlos Decap.
“Por último, también hay otro documento asociado a la Legación de Brasil en Estocolmo, el 8 de abril de 1948, y que nos imaginamos fue cuando deja Suecia para volver a Alemania. Después de esa fecha a Marion se la traga la tierra…”, añade el investigador y autor del libro.
“Una historia policial que aún queda abierta y que esperamos cerrar tal vez en un próximo libro”.
Universal
Pero sin duda la idea es rescatar, desmitificar y humanizar la figura de Gabriela Mistral, en presente, avizorando su pasado, su americanismo incólume y su poesía universal.
Bajarla del altar y acercarla a las nuevas generaciones. Con palabras en prosa y poesía. Con sus cartas y lejanías. Pero por sobre todo con su cercanía y su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura. Es la mejor. No hay dudas:
“La aceptación del presente y la anticipación del futuro”, dice ella.
Es Gabriela. Mistral y magistral.
Gabriela Mistral, escritos en Brasil: Prosa y Cartas
Selección e investigación de Carlos Decap.
Fondo de Cultura Económica y Ediciones Ufro.
2022.