Hace unos días se informó que la Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual, de la PDI, incautó unos 50.000 libros falsificados. La mayor desde la creación de la Brigada, hace 13 años.

Rápidamente, la Cámara Chilena del Libro, que incluye autores, librerías chilenas y otras entidades ligadas al libro, sacó una declaración pública planteando su conformidad con la acción y plantear que, como organismo, están “permanentemente interesados y comprometidos con el respeto a los derechos de autor y de los editores para que estos delitos contra la ley de Propiedad Intelectual se investiguen y se esclarezcan, condenando a todos quienes resulten responsables”.

Posteriormente, una agrupación de organizaciones (AUCH, LINC -Asociación de Librerías Interdependientes de Chile-, Editores de Chile, Corporación del Libro y la Lectura y Corporación Letras de Chile) en otra declaración sostiene que “nos parece oportuna la acción de las autoridades ante un gravísimo problema”, llaman a la sociedad a hacerse parte de la lucha contra los actos de piratería, “que causan un gran daño, daño que a la larga puede afectar a esta sociedad en su conjunto.”

Finalmente, la Cámara Chilena del Libro emitió una segunda declaración donde afirman que “el señor Manuel Vásquez de Librería Megalibros, presentó su renuncia como director y socio de la Cámara Chilena del Libro, manifestando que con esta decisión busca no perjudicar a la asociación gremial”, al estar involucrado en los hechos investigados.

Piratería

Es indudable que la piratería de libros perjudica gravemente a escritores y autores en general (historiadores, investigadores, etc.). Sin embargo, es evidente que hay decenas de vendedores de “cuneta” ofreciendo libros desde los $ 2.000 a $5.000 o un poco más por ejemplar.

Este comercio ilegal se hace en forma pública, sin engaños. De manera evidente. A la salida de la Estación Quinta Normal o Los Leones del Metro, por mencionar sólo dos. O en La Concepción con Providencia. Esos son algunos puntos donde ofrecen libros “piratas” vendedores ambulantes.

Pero también, y sin muchas precauciones, hay locales establecidos que ofrecen libros “piratas”. En Calle San Diego, donde se incautaron parte de los libros. Pero también en otros espacios, como en Feria Franklin, por ejemplo.

A nivel internacional, Chile es un mal ejemplo. Es de los países que hacen poco contra la piratería (no sólo de libros).

¿Por qué se hace tan poco frente a delitos flagrantes?

Popularidad de la piratería

Pareciera que la piratería en Chile es popular. Es vista por algunos como una especie de “justicia popular”, una vía para democratizar algunos productos. Incluso –antes- cuando se hacía piratería con películas como “Rápidos y furiosos”.

La piratería sería vista como una posibilidad concreta de poder acceder a ciertos bienes que, en sus versiones legales, son muy caros.

No tenemos datos si las diversas bibliotecas, incluidas las instaladas en estaciones del Metro, han disminuido la piratería, además de aumentar la lectura. Es decir, si la existencia de bibliotecas –con muchas facilidades para acceder a miles de libros-, han deslegitimado la piratería y reducido la compra de libros piratas.

Sospecho que, detrás del buen negocio de la piratería, hay un fuerte impulso individualista y consumista. Un considerar sólo los intereses personales. Algo, en parte, fomentado por una desafección con el sistema, con el particular “modelo” chileno y sus múltiples abusos.

Costos de los libros en Chile

Los libros siempre han sido caros en Chile. Salvo durante un corto periodo con los libros –con grandes tirajes- de editorial Quimantú, durante la Unidad Popular.

En los altos costos influye el que se impriman muy pocos ejemplares de cada libro. Un tema de mercado, de poca demanda.

También influye la gran producción local: en 2021 se registraron 3.730 títulos de literatura en el ISBN. Ese volumen provoca una gran dispersión, con muy pocos lectores para muchos de esos libros. Es decir, produce la necesidad de imprimir pocos ejemplares, a un costo elevado por unidad.

Esta misma dispersión favorece a los títulos extranjeros (víctimas importantes de la piratería local) que llegan apoyados por grandes editoriales, mucho marketing y publicidad.

Otro factor local puede ser que haya poca eficiencia, calidad o competitividad en las imprentas nacionales.

Un argumento recurrente para justificar el valor de los libros es la aplicación de IVA a éstos. Es cierto que un 19% del precio final es mucho. Pero es el mismo que afecta a casi todo, no perjudicando de manera evidente otros rubros. Y no está claro cuáles serían los efectos de producirse una reducción de ese impuesto.

Falta de lectores

Algunos apuntan a una falta de lectores. Aunque los libros piratas sí los tienen. Es evidente que la lectura de libros no es una prioridad, no tiene “glamour”. No es tan valorado tener conocimientos como tener dinero, bienes de consumo o ser popular en redes.

Enfrentar la piratería del libro no es sólo un tema de policías, de protección de creadores y de la industria vinculada a ellos.

Debiera haber una política que fomente de manera real la lectura, que consolide el mercado local y lo amplíe (por ejemplo, buscando generar un mercado sudamericano del libro). Eso pasa por lograr mayores tirajes, tener buenos mediadores y canales de difusión que vinculen libros y públicos (independientes del marketing e influencias de grandes editoriales). Y buscar generar grandes tirajes de algunos títulos locales.

Es importante frenar la piratería del libro. Más importante es abordar las causas de ésta, que no sólo se deben a una falta de consciencia de quienes compran dichos libros.