“Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.” Génesis 3:17b., es una cita con la que se inicia la película “Perros sin cola”.
“Perros sin cola” es una película que aborda un mundo precario de Antofagasta. Sin caer en extremos, como podría ser mostrar consumo de drogas y narcotráfico, por ejemplo, “Perros sin cola” tiene la virtud de introducirnos en un ambiente marginal que casi no se relaciona con otros mundos (salvo la madre, que trabaja en una casa lujosa). Es la Antofagasta de los cerros, sin sueños ni esperanzas, donde la precariedad material y humana dejan a las personas a la deriva. En este sentido, puede vincularse con cintas como “Volantín cortao” o “Trastornos del sueño”.
El primer largometraje de Carolina Quezada se centra en Rosario, una adolescente que no está asistiendo a la escuela, vive con una madre (Paty) que trabaja todo el día y no sabe nada de ella, y la pareja de ésta.
Una joven que busca afectos, motivaciones y su propia identidad (incluida la sexual).
Rosario encuentra en Jenny -pronta a casarse- y en su hermano Jonnathan un espacio de acogida frente a una vida hogareña desestructurada, tensa e insostenible.
Ambientada en la marginalidad de Antofagasta, con hacinamiento, poca privacidad y mucha precariedad material y humana, “Perros sin cola” presenta una realidad social donde no hay sueños, la vida se esfuma entre el trabajo y la televisión, vender lo que sea para juntar dinero o tomar lo que sea (cerveza, vino en caja…) y donde las relaciones parecen ser algo -precario- para sobrevivir.
La fragilidad de la vida es tal que se puede vender la “cadenita” de la madre que ya no está o pueden llevarse los restos de la abuela a la fosa común por no pago.
La falta de sueños, de certezas, de roles en la sociedad se refuerzan con la idea de que nada se puede hacer, que se vive casi por inercia. Así, las identidades son vagas, se puede besar a un hombre o una mujer o un homosexual.
Un mundo donde, además, los roles masculinos son deplorables, o inexistentes. Salvo Jonnathan, que es homosexual.
Llama la atención la inclusión de escenas que parecen más bien parte de un documental, donde personas dan testimonios directamente a la cámara, situando a “Perros sin cola” en un espacio intermedio, más allá de la participación de personas que no son actores.
Sin grandes hechos (como en esos sectores, que sólo interesan cuando hay catástrofes), “Perros sin cola” introduce en un mundo que está ahí, al margen del desarrollo económico, del turismo, de los “centros”, del interés de autoridades, políticos, dirigentes y de la prensa.
Buena actuación de Magdalena Vásquez como Rosario.
La banda sonora, a ratos, parece demasiado invasiva, agresiva, molestando más que ayudando al relato o a generar ambientes.
Buena película para conocer “otro” Chile (sin caer en narcotráfico ni escenarios extremos), aunque resulte gris y un tanto depresiva.
Perros sin cola
Dirección y guión: Carolina Quezada
Producción ejecutiva: Yeniffer Fasciani, Carolina Quezada
Reparto: Magdalena Vásquez, Ingrid Rubina, Pedro Lara, Ornella Roco, José Luis Salazar, Bayron Campos