La película del director Sergey Dvortsevoy –un drama social ambientado en el Moscú contemporáneo- se inscribió en el palmarés de la edición número 71 del Festival de Cine de Cannes gracias a la formidable actuación de su protagonista, Samal Yeslyamova. Un premio merecido para una interpretación potente y conmovedora que es el eje de un muy buen filme.
Por Rene Naranjo S.
En un hospital de Moscú, en pleno invierno, una mujer da a luz a un niño y apenas puede, rompe con las uñas una ventana y escapa. Es Ayka, ciudadana kazaja que ha emigrado a la capital rusa en busca de una vida mejor y por cuya interpretación, crispada y desgarradora, la actriz Samal Yeslyamova obtuvo merecidamente el premio de Mejor Actriz en el Festival de Cine de Cannes 2018.
Desde que huye asustada por las nevadas calles moscovitas, el panorama que enfrenta Ayka es desolador. Tiene un trabajo de barrendera, que la obliga a extremar sus debilitadas fuerzas para quitar la nieve de las calles; cuenta con muy poco dinero, que apenas le alcanza para pagar la pieza en que duerme en un edificio arrendado a emigrantes en situación tan precaria como ella; y ha abandonado a su hijo recién nacido porque es fruto de una violación. Para los transeúntes y automovilistas con que se cruza en su camino, Ayka es prácticamente un ser invisible, que no cuenta en el sistema.
El director kazajo Dvortsevoy filma esta realidad con una cámara muy móvil, casi siempre cerrada sobre el rostro angustiado de Ayka, y utiliza un montaje brusco, nervioso como estado de ánimo de la protagonista. La mirada del cineasta es severa en lo social pero nunca facilista ni retórica. Mientras registra una semana de la vida de Ayka en un estilo que a ratos roza lo documental, Dvortsevoy elabora una puesta en escena precisa, que amplifica el sentido de su película; éste no se agota en lo social, sino que entra finamente en la psicología de la protagonista y la cinta va subiendo en potencia y resonancias hasta alcanzar un gran nivel.
Ayka quiere iniciar una nueva vida en la capital rusa pero se topa con una forma de vida deshumanizada, donde apenas encuentra quien le tienda una mano. Quiere salir de la pobreza, y entonces decide –erróneamente- pedirle dinero prestado a un siniestro mafioso. En una carrera contra reloj, se enrola en un nuevo trabajo, limpiando la consulta de un veterinario, pero la presión que debe enfrentar amenaza con jugarle en contra.
Película vibrante y tensa, ‘Ayka’ es una inmersión sombría en el mundo ruso, en la que nuestra guía son los pasos apurados de una mujer en creciente desesperación. Es un recorrido que el director enfrenta con pulso firme y espíritu humanista, el cual se confirma en la escena final, que pone una luz en medio de tanta noche y que contiene uno de los grandes momentos que se vieron en el certamen francés.