En los últimos días, Nicolás Copano ha sido virtualmente linchado tanto en redes sociales como en medios alternativos y columnas de opinión, debido a un artículo que publicó en Publimetro, donde examina el conflicto palestino-israelí y llega a la conclusión de que ambos bandos empatan en su calidad de víctimas, con especial énfasis en la situación hebrea, luego de ser invitado a conocer la zona por la Comunidad Judía de Chile.

Sobre esto, me gustaría aclarar algunos puntos:

1) El alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, acusa a Copano de “faltar a la ética periodística”. Esto no es posible porque Copano no es periodista. Y no porque no tenga título (nadie duda que Juan Manuel Astorga es periodista), sino porque nunca ha actuado como tal.

Nicolás Copano es emprendedor (lo que es muy loable), es comunicador (lo cual es respetable) y es socialité de televisión e internet, lo que… dejo a criterio de cada cual calificar.

Por ende, Copano no conoce ni utiliza los códigos o procedimientos que corresponden al periodismo. Su visita a Israel entonces podría tener las mismas exigencias periodísticas de haber invitado, por ejemplo, a Kike Morandé o Martín Cárcamo.

2) En su defensa, viajar o acceder a una beca financiada por un país, empresa u organización, no te convierte automáticamente en partisano de su causa. Esto ya había sucedido en 2010 cuando se condenó a priori a Mauricio Bustamante por ganar una beca para estudiar en Estados Unidos, patrocinada por Andrónico Luksic y la Minera Barrick Gold.

Sin ir más lejos, en los años 60 el geoquímico Clair Patterson descubrió y denunció que la industria petrolera estaba contaminando el medio ambiente con altos niveles de plomo a través de la gasolina… gracias a una investigación financiada por la propia Asociación de Productores de Petróleo.

(Que le hayan quitado el financiamiento después, es otra cosa).

Aquí, el grave error de Copano es no haber declarado en su columna que su viaje a Israel no fue personal ni de trabajo, sino que fue financiado y conducido por la Comunidad Judía en Chile y la Fundación de la Familia Klaff, al cual asistieron también representantes de la prensa y del mundo político.

Si me permiten una autorreferencia, el año pasado pude viajar a Estados Unidos invitado por la Embajada de dicho país. De lo que experimenté escribí notas críticas y halagadoras, pero dejando en claro que estaba allí por cortesía de los gringos, lo cual no me hacía sentir obligado a escribir nada más que la verdad sobre lo que observara.

Queda a la perspicacia de cada cual saber cuando a uno le están ocultando información o, en buen chileno, metiendo el… dedo en el ojo. De hecho, tras disfrutar Topaz, mi imagen de León Uris quedó por el suelo al leer su clásico Éxodo, pues es evidente la parcialidad con que narró la fundación del estado hebreo.

3) En su columna, Copano peca de inocente (y si lo hace en forma deliberada por interés personal, queda a su conciencia) al creer que durante una breve visita a Israel conducida por sus propios anfitriones va a descubrir “la verdad” de un enrevesado conflicto que se arrastra desde la misma creación del país, hace ya casi 70 años.

No era necesario ir hasta allá para saber que, tanto en el bando palestino como en el israelí, hay extremistas desalmados y víctimas inocentes. Sin embargo intentar empatar las consecuencias de las acciones de un conjunto de grupos terroristas con las de uno de los ejércitos más poderosos del mundo, es como dar crédito a la tesis de que en Chile hubo una “guerra civil” tras el Golpe de Estado de 1973.

Si lo vemos sólo en términos de fallecidos, la ONU cifró en 2.100 los palestinos muertos por Israel -1.462 de ellos civiles, de los cuales 495 eran niños- de julio a agosto de 2014, contra 66 soldados y 7 civiles israelíes que perdieron la vida a causa de ataques palestinos.

Sí. Hablamos de 29 palestinos muertos por cada israelí.

Pero la sola revisión de las cifras del organismo internacional son simplistas a la hora de entender el conflicto. La forma en que se embutió -forzosamente y sin negociación o medidas de mitigación de por medio- el estado de Israel en medio de una comunidad árabe hostil, ya era presagio de la hecatombe que seguiría en las décadas siguientes. Como maestro de la ciencia ficción que era, Isaac Asimov, ateo nacido en el seno de una familia judía, lo presagió en el mismo instante:

“Recuerdo que cuando se estableció Israel en 1948, mis amigos estaban fascinados. Yo no. Les dije: “¿Qué estamos haciendo? Nos estamos arrinconando en un gueto, en una pequeña esquina de un vasto océano musulmán. Los musulmanes nunca lo olvidarán ni nos perdonarán, y mientras Israel exista, tendrá que soportar ser atacada”. Se rieron de mí, pero al final tuve la razón. No pudo evitar sentir que los judíos no tienen el derecho a apropiarse de un territorio sólo porque hace 2000 años, las personas que ellos consideran sus ancestros vivían ahí. La historia avanza y no puedes volverla atrás”, sentenció.

Quizá, Copano había hecho mejor en simplemente narrar lo que vio. Contar el drama israelí, así como la opinión de sus ciudadanos, en vez de arribar a conclusiones apuradas mediante un análisis imposible de realizar sin tener la totalidad de las cartas sobre la mesa.

4) Por último, espero que a Copano esto le sirva como una lección de humildad, acordándome sobre todo cuando suele pontificar hablándonos sobre “las formas en que se hace y no se hace periodismo”.

Esta no es la primera vez en que el comunicador cae en incongruencias éticas por su ánimo de figurar. En 2013 condenó en su cuenta de Twitter el escupitajo que le lanzaron al rostro a la presidenta Bachelet, destacando que “es horrible que le escupan a cualquier persona”.

Curiosamente, sólo 6 meses antes había expresado por la misma vía su alegría porque recibieran al exalcalde de Providencia y exagente de la DINA, Cristián Labbé, con escupos mientras concurría a votar en las elecciones municipales que finalmente perdió.

Doble estándar, por decir lo menos.

Pero caería en el mismo pecado si me intentara investir como adalid moral. Me he equivocado decenas de veces en el ejercicio de mi profesión, incluso de formas asnales, desde no verificar adecuadamente una información antes de publicarla, hasta confundir al premier inglés David Cameron… con el director de cine canadiense James Cameron.

(Y sí, me columpiaron todo el día).

En todos aquellos casos, me tocó asumir el error y ofrecer las disculpas correspondientes. A veces como medio, a veces personalmente. En las más graves, ambas. Pero en todas, tratando de asimilar el fallo para no volver a cometerlo. Para que sirviera de algo.

De ahí que, Nicolás, si estás leyendo esto, sólo quiero sugerirte asumir el error y tratar de enmendarlo, en vez de insistir en disparar a mansalva a la gente que critica algo que fue sin apelación un escrito deficiente, al punto de interpretarse como interesado.

Oh. Y si de paso comienzan a citar los artículos que en MQLTV nos sacan de BioBioChile, también te lo agradecería.

Sería algo, digamos, de caballeros…

Christian F. Leal Reyes
Periodista
Director de BioBioChile