Son cerca de nueve los terremotos sobre los 7 grados que han golpeado a la región del Bío Bío en los últimos 442 años, ya sea con epicentro en dicha zona o en las comunas aledañas. La “historia sísmica” ha modificado las ciudades e incluso el eje de la Tierra, y ha acabado con gran parte de la arquitectura antigua.
Sin embargo, un solitario muro declarado Monumento Nacional en el centro de Concepción ha estado en pie por dos siglos y medio, manteniéndose pese a haber pasado por al menos seis sismos de gran magnitud que arrasaron con ciudades completas.
El muro de calle Castellón, entre Freire y Maipú, es el único vestigio de lo que fuera el traslado de Concepción a su ubicación actual, precisamente por un terremoto de 8.5 grados que devastó el antiguo emplazamiento en lo que ahora se conoce como Penco.
En el lugar donde la pared se congeló en el tiempo alguna vez estuvo el Convento de La Merced, levantado durante la gestión del corregidor Baltasar de Sentmenat, quien estuvo en el cargo entre 1770 y 1771. Más tarde la instalación serviría para albergar el primer instituto del sur de Chile, tras un decreto firmado en 1823 por el entonces director supremo Ramón Freire.
Pero en este muro a mal traer, utilizado como lienzo, basurero o urinario, hay sentimientos, hay historia, hay un deseo de prolongar su permanencia y su oculto legado.
El cardiólogo Carlos Martínez (93 años) es quien se encarga desde 2006 de mantener en la medida de lo posible la integridad del muro, que los mismos penquistas se han encargado de perjudicar a diario. Es quien una vez al año, por lo general antes del 9 de agosto, corta el pasto, retira la basura y se encarga de verificar que la estructura siga siendo el testimonio de lo que alguna vez tuvo la capital del Bío Bío.
¿Por qué antes del 9 de agosto? Esa fecha es la que conmemora la creación del Instituto Literario, que funcionó en las instalaciones del Convento de La Merced y posteriormente pasó a llamarse Liceo de Hombres. Dicha institución, ya en otro edificio, cambió su nombre al actual: Liceo Enrique Molina Garmendia, donde precisamente estudió Martínez en la década del 30,
Fue el mismo médico y ex director del Hospital Regional de Concepción quien quiso preservar el lugar, aunque solo él tuviera el interés. Conoce al revés y al derecho la historia del muro, del convento y las instituciones educativas que funcionaron allí. Incluso sabe de cómo la fundación del Instituto Literario en 1823 se realizó antes de lo que planeaba el director supremo.
“El 9 de agosto es el ‘mal día’ del Liceo de Hombres. Freire lo había comprometido para junio, pero el intendente Juan de Dios Rivera se cansó de esperar y empezó en agosto”, señaló Carlos Martínez a BioBioChile. Es decir, si el liceo se fundó el 9 de agosto fue porque la autoridad local se adelantó a los planes de Santiago.
Martínez, quien ya no ejerce su profesión desde hace unos años, realiza una discreta labor, aunque reconoce sentirse frustrado por la inacción de las autoridades que se comprometieron con él en 2006 a conservar el muro, reemplazar la vereda por adoquines y proteger la estructura con una reja. Sin embargo, a 10 años de la promesa el muro sigue perdiendo altura.
Su afán por conservar el muro lo motivó a recuperar la placa de mármol instalada en 1974 por el Instituto de Conmemoración Histórica de Chile, que estuvo extraviada por ocho años y fue reinstalada en 2006, precisamente para el aniversario del Liceo. Martínez, con sus recursos, envió a restaurar la placa conmemorativa.
El valor histórico de la estructura es enorme, donde también nació el primer periódico del sur de Chile: “El Faro del Bío-Bío”.
Si nadie más se interesa en conservar el muro, ¿por qué seguir con esta tarea? Para Carlos Martínez, la promesa que él mismo se hizo de perpetuar lo que más pudiera ese legado no se extingue.
Eso, pese a que cree que las promesas hoy no valen mucho: “No existen chilenos en Concepción, ni tampoco penquistas. Son los que no cumplen, son los que destruyen, desgraciadamente. Júntese con alguien a las 19:00. Llegará a las 19:30“.