Desde que fue estrenada en diciembre del año pasado, la serie turca El Sultán (Canal 13) ha logrado cautivar a un séquito de fieles seguidores que no se pierden las aventuras de Suleimán y su amada Hürrem.
Las intrigas y el intenso idilio entre sus protagonistas no es el único elemento llamativo de la apuesta, pues el hecho de que la trama esté basada en la verdadera historia del sultán otomano Suleimán, El Magnífico, le añade un atractivo especial. En este sentido, uno de los aspectos secundarios más comentados y admirados por los seguidores, son los suntuosos atuendos que lucen los personajes de este drama histórico.
Y es que tal como muestra la serie, los turcos del siglo XVI -época en que está ambientada la serie- efectivamente tenían un gran gusto por la moda. De hecho, según señala un artículo del Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York, las prendas de seda otomanas se encuentran entre los textiles más elegantes producidos en el mundo islámico.
Según relata la escritora británica e investigadora de la moda, Marnie Fogg, en su libro Moda: Toda la Historia en las primeras décadas de los años 1.500 el imperio otomano había logrado una gran expansión que incluía gran parte de Oriente, además de amplios territorios en Europa y el norte de África, lo que llevó a un periodo de prosperidad económica.
Fue en esta época que el gobierno otomano comenzó a dedicarse a la regulación y a la tributación de la industria de la seda, cuyo centro era la ciudad de Bursa. Allí, se producían la mayoría de los brocados de seda y terciopelos para la corte otomana. Sin embargo, tanta era la devoción de las altas autoridades por el buen vestir, que también habían talleres en el primer patio del palacio de Topkapi -residencia real hoy convertida en museo- en Constantinopla (Estámbul).
En este último lugar, no sólo vivía el sultán, sino que también su familia y su personal (que incluía guardias, militares, oficiales civiles y militares, sirvientes y expertos artesanos), sumando en total unas 5.000 personas que conformaban una compleja jerarquía que debía seguir “estrictas normas de protocolo”, dice Fogg.
Era en esta estructura de poder donde la ropa cumplía un rol fundamental, pues “era un importante medio visual para reafirmar la grandeza y el orden del sultanato”, dice la autora, añadiendo que “los otomanos entendían perfectamente el arte de vestir y se daban cuenta que la indumentaria desempeñaba funciones más importantes que la simple satisfacción de las necesidades básicas de abrigo, protección y recato”.
De hecho, se podía conocer la riqueza social, el estatus social e incluso la profesión de una persona de acuerdo a la forma, el tejido y la ornamentación de las prendas que usaba.
Fogg asegura que el estilo de la corte otomana impresionaba a los extranjeros que visitaban la zona, poniendo de manifiesto el caso de Ogier Ghiselin de Busbecq, embajador de los Habsburgo en Constantinopla de 1554 a 1562, quien en un escrito describió los atuendos del imperio otomano como una “inmensa multitud de cabezas tocadas con turbantes, envueltas en innumerables pliegues de la seda más blanca y brillantes prendas de todo tipo y colores, y por todas partes el brillo del oro, de la plata, del púrpura, de la seda y del satén”.
Colección de prendas del museo del palacio de Topkapi
En el museo del palacio de Topkapi en Estambul -el que alguna vez fue la residencia de los sultanes, tal como les contamos- hay una colección de más de 2.500 telas y prendas que pertenecieron a diferentes sultanes y sus familias. Esta recopilación, que da cuenta del gran sentido de la moda dentro del imperio, es considerada la mayor fuente de información sobre el estilo otomano. En ella se pueden encontrar caftanes (túnica abierta de hechura recta que llegaba a los tobillos), pantalones, camisas, gorros, fajas y telas de turbantes.
“Cuando moría un sultán, toda su ropa se guardaba con etiquetas con el nombre del propietario e información adicional. En teoría, esto tendría que haber aportado una lista exacta de las prendas otomanas imperiales desde finales del siglo XV, pero las etiquetas se han perdido o se han traspapelado al hacer inventario. Aunque algunas de las prendas están fechadas y atribuidas a sultanes específicos, la importancia de la colección radica en que es una muestra de estilo y de diseño textil”, comenta Fogg en su libro.
En el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, también hay una amplia colección de telas del imperio otomano, que da cuenta de la variedad de diseños utilizados en la época.
De acuerdo al MET, las telas otomanas “se caracterizan por motivos estilizados de gran escala realzados por hilos metálicos brillantes”, utilizándose una serie de técnicas que incluían tejidos de raso y terciopelo, que también se exportaban a Europa y Medio Oriente, donde fueron considerados entre los objetos de lujo más preciados.
Otra fuente de información que da cuenta de la grandeza del estilo otomano, son los retratos de sultanes. En éstos se observa un código de vestir formal.
“Los principios de este código eran a la vez clásicos y versátiles, basados en prendas largas de formas y hechuras sencillas, que se llevaban en capas con objeto de mostrar las lujosas telas esenciales para la pompa de los rituales de la corte”, dice la escritora.
El retrato de Suleimán de la foto de la derecha -perteneciente a un manuscrito ilustrado sobre los sultanes otomanos del cronista de la corte Seyyid Lokman- muestra los llamativos colores que usaba la máxima autoridad para realzar su imagen como monarca.
“Viste de manera formal, con tres caftanes de formas, texturas y colores que contrastan. Sobre el caftán de seda atlas verde, lleva un entari: una prenda con mangas tres cuartos realizada en seda kemha azul intenso tejida con hilos de oro con una combinación de cintamari (estilizados lazos dobles y volutas de nubes chinas). El tercer caftán es una prenda voluminosa realizada en seda kemha, forrada con armiño, con mangas cola hasta el suelo con aberturas en los hombros”, comenta al autora sobre el retrato.
Cabe destacar que la prenda principal de la corte otomana era el caftán, que como explicamos antes, era una túnica que llegaba a los tobillos, usada por el sultán y también los oficiales de la corte otomana. Ésta era confeccionada principalmente con seda atlas lisa roja, verde o azul, principalmente.
“A la prenda se le daba forma por los laterales y por el centro de la parte delantera mediante piezas triangulares que iban de la cintura al bajo”, explicó Fogg.
En tanto, las mujeres seguían un estilo similar al de los hombres, con más capas, un poco más de sastrería y patrones de menor escala.
Los turcos del imperio otomano, además eran exigentes, y pedían a los sastres que los dibujos calzaran perfectamente en las costuras, si no era así, se negaban a usarlas. De hecho Marnie señala en su libro, que un registro histórico aparece el comentario de un hombre de la época, que evidencia lo rigurosos que eran los habitantes en este sentido: “¿Cómo se puede coser un caftán tan mal? ¿Cómo puede alguien vestir semejante prenda? ¿Quién en este mundo se atrevería a ponerse estos pantalones negros? ¿Es que nunca ha oído hablar de tejidos como la escarlata y la seda atlas?”, decía el sujeto.
La seda: El valor más preciado de la moda otomana
Las prendas del imperio otomano se confeccionaban principalmente con tres tipos de seda: atlas, kemha, kadife.
“La más versátil era la seda atlas, una seda lisa tejida con faz de satén y producida en varios colores: blanco, escarlata, verde, azul, negro y púrpura”, indica Fogg.
En tanto, la kemha, era una seda en relieve y compleja, de diseño suntuoso, utilizada principalmente para los atuendos de gala.
Y el kadife, “era un terciopelo en intensos rojos o verdes oscuros y algunos en negro, a menudo con la forma conocida como catma, en la que los dibujos se tejían con una combinación de tipo de seda cortada y zonas vacías trabajadas con hilos de oro”, dice la autora.
En Topkapi también hay prendas de seda y terciopelo italiano, ya que era tanto el amor de los otomanos por las telas, que no se conformaban con la producción local. “Al final, su diseño influyó tanto en los terciopleos turcos, que resulta difícil distinguirlos”, comenta Fogg.
También estaba el seraser, que era una lujosa tela tejida con hilos de oro y plata, con diseños llamativos.
El característico código de vestir del imperio otomano se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando el sultán reformista Mahmud II, lo reemplazó por chaquetas y pantalones europeos, como señal de modernización.
Diseños más populares
El MET asegura que los diseños florales estilizados tan emblemáticos del estilo otomano, se desarrollaron durante el mandato de Suleimán, El Magnífico.Los diseños más populares eran los motivos florales que se caracterizan por una ondulada vertical de tallos con palmetas en flor, claveles, frutas (granadas) y diseños ojivales a gran escala con flores peonías. Los diseños de patrones cruzados también se hicieron populares durante el reinado de Suleimán.
Otro motivo preciado era el diseño chintamani representado generalmente como dos bandas horizontales onduladas alternadas con tres círculos en formación triangular. El motivo chintamani significaba “joya auspiciosa”, y se originó en la imaginería budista.