En nuestra larga y angosta faja de tierra es posible hallar muchas diferencias en cada zona del país. Es que Chile es muy rico culturalmente, dependiendo de la región donde se esté.
Además, es posible encontrar distintos climas, costumbres y hasta diferencias en el lenguaje. Esto quedó demostrado en una nota realizada por mi colega nortino Eduardo Woo, donde enumeró varios términos que se utilizan comunmente en el norte del país y que para personas de otras zonas pueden resultar extraños.
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Yo también soy “de provincia”, como se le llama a los no capitalinos. Nací y me críe en Concepción, pero vivo en Santiago hace cuatro años. Al igual que Eduardo, en la capital rápidamente me di cuenta que aquí se utilizaban términos distintos para nombrar ciertas cosas, conceptos con los que crecí y que aún nombró, lo que conlleva miradas de ‘¿qué está diciendo este tipo?’ por parte de los santiaguinos cuando los ocupo.
Por esto, elaboré una lista con algunas de las palabras y términos que los penquistas hemos usado toda la vida y de forma distinta al resto de Chile, para que nos entiendan a la hora de decir “trae una marraqueta de pan francés y unos diez pan copihue para la once, porque me gané en el sillón a ver la teleserie y no no quiero hacer una cucha ya que tengo ganas de un zorrito”.
Pan francés: Una eterna disputa en redes sociales es sobre el nombre de aquel pan que los penquistas llamamos francés y que la gente de Valparaíso llama pan batido. Si alguien aún no sabe de lo que hablo, me refiero a la marraqueta, tal como la llaman los capitalinos.
Marraqueta: La diferencia sobre el pan francés no termina ahí, ya que los penquistas sí utilizamos la palabra marraqueta, pero como unidad de medida. En Santiago, la marraqueta son dos “dientes” de este pan, mientras que en Concepción la marraqueta son cuatro “dientes” de pan francés. En equivalencia, para un santiaguino la marraqueta penquista serían dos marraquetas, mientras que para el penquista la marraqueta santiaguina sería media marraqueta. Para dejarlo más claro, una foto:
Pan copihue: Siguiendo con el tema del pan, a la hora de preparar completos los penquistas también tenemos diferencias. La primera vez que le pregunté a alguien dónde los vendían me miró muy raro. En Concepción, al pan de completo le llamamos pan copihue. En otras zonas del país, le dicen lengua.
“Cinco minutos”: En Concepción a las vienesas se les llama “cinco minutos”, por el tiempo de cocción que éstas tienen. Ahora vas a entender a un penquista cuando diga “compra unos panes copihue para poder comer las cinco minutos que me quedaron de ayer”.
Ganar: Ganar, como sinónimo de triunfar, significa lo mismo en todos lados. Excepto en la capital de la Región del Bío Bío, donde ganar también quiere decir otra cosa. Un penquista puede utilizar ese verbo como sinónimo de ubicarse. Por ejemplo, “gánate ahí”, “me gané en esta fila porque la otra iba más lento” o “¿dónde te vas a ganar en el estadio?”.
Jugar a la tiña: Uno de mis juegos favoritos cuando niño era jugar a la tiña, que consistía en correr y correr para arrancar de algún amigo que sufría de una enfermedad (la tiña) y que si te tocaba, te la pegaba, por lo que ahora tú debías correr para contagiar a otro. ¿Les suena familiar? En la capital se le conoce como la pinta.
Chorita: Otro juego clásico de mi infancia fue aquel donde con mis amigos hombres tomábamos una pelota y teníamos que evitar de todas las formas que el esférico pasara por entremedio de las piernas, ya que todos los jugadores se hacían con el derecho de golpearte con el pie en el trasero, la clásica “patá en el poto”. Ese juego, que en otras zonas se llama “macha patá” o “hoyito patá”, nosotros le llamábamos jugar a la “chorita”.
Paquito libre: Siguiendo con los juegos, otro muy famoso en mi infancia fue el “paquito libre”, que es más famoso como el “paco ladrón”. Consistía en conformar dos bandos, uno de malos y otro de buenos, donde los segundos perseguían a los primeros para llevarlos a la capacha, pero en cualquier momento alguien podía pasar corriendo gritando “paquito liiiiibreee” para liberar a todos los apresados.
Jugar a los países: Otro juego más. Lo que en Santiago se le llama “las naciones”, nosotros en Conce le denominábamos como jugar a “los países”. El típico juego de tomar una pelota, gritar el nombre del país representado por algún amigo y correr para evitar que él te “queme” al lanzarte la pelota.
Pegarse una vuelta: El penquista muchas veces no sale de paseo, simplemente va a “pegarse una vuelta” por ahí y vuelve. Es lo mismo, pero no se dice igual.
Gafas: Otro de los grandes conflictos que he tenido en Santiago es sobre las gafas, porque toda la vida les he llamado así. ¿Qué son las gafas para nosotros? Los lentes de sol. Pues bien, acá en la capital no se complican y le llaman lentes a las dos variaciones del objeto, los ópticos y los que nos protegen de nuestra estrella más cercana.
Camello y acamellar: La primera vez que usé estos términos en Santiago fue delante de un ex jefe. No me entendió. Debió haber sido una frase estilo “ese tipo es muy camello”. ¿Qué es camello? Los penquistas denominamos camello a aquella persona que se afana demasiado en algo, y acamellar es una especie de transformación del adjetivo en verbo. Por ejemplo, un penquista perfectamente puede decir “estoy muy camello con el estudio” o “te vas a acamellar jugando ese videojuego”. Todo exceso es malo, no sean camellos.
Rascapoto: Esta palabra me encanta porque tiene picardía y simpleza, ya que une el verbo rascar y el sinónimo de trasero. Para que entiendan, rascapoto le llamamos al tradicional resbalín, aquel juego infantil donde uno sube una escalera para lanzarse como si fuera un tobogán. Claro que en Concepción no nos tiramos por el resbalín, nos lanzamos por el rascapoto.
Jugar a las polquitas: Cuando niño, nunca jugué a las canicas o las bolitas. En Concepción jugábamos a las polcas, o polquitas. Con eso nos entreteníamos en todos los recreos, hasta que salieron los tazos que venían en las papas fritas. Aunque de vez en cuando igual volvíamos a las polquitas.
Comer pastillas: Esta es una gran diferencia del lenguaje que los penquistas tienen con el resto del país. Los caramelos o también llamados dulces, en Concepción los llamamos pastillas, como si fueran medicamentos. De hecho, en los cumpleaños los niños se ponen bajo la piñata para recoger pastillas o salimos a la calle en Halloween para recibirlas.
Pavo de harina: En el sur, a la tradicional mezcla de harina tostada con agua o leche la denominamos pavo de harina, aunque también se le llama ulpo, como es conocido en otras zonas del país. Se trata de una comida consistente y con muchos adeptos en sectores rurales.
Hacer una cucha: Cuando el carrete está recién en la mitad y el trago se acabó, el penquista no realiza una “vaca” con sus amigos para juntar dinero, sino que hace una “cucha”, o “cuchita” incluso. Así le llamamos a la colecta espontánea para reunir dinero.
Rumita: El tradicional montoncito o bollito, aquel momento donde todos se tiran encima de alguien que está en el suelo para molestar o festejar un gol, por ejemplo, también tiene otro nombre en Concepción: le llamamos la rumita.
Al acha: Cuando era niño y pequeño de porte, siempre le pedía a mi padre que me llevara al o en “acha”, para así no caminar y además me gustaba la vista. ¿Saben a lo que me refiero? En otras zonas del país se denomina “a tota” o “al apa”, o más simplemente, llevar a cuestas, en el hombro o la espalda. Según el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Chile, es sin hache, no como el hacha.
Zorrito: Después de una buena comida a la hora de almuerzo o simplemente porque da sueño a cierta hora de la tarde, una buena idea es tomar una pequeña siesta para recargar pilas. Bueno, en Concepción a la acción de dormir después de almuerzo también la llamamos “zorrito”. Si escuchas a un penquista decir “me voy a pegar un zorrito y vuelvo” es porque va a dormir.