El ‘fin del mundo’ que acecha las mentes de los incautos termina por embargarnos a todos. Mensajes apocalípticos atiborran páginas y minutos en los medios de comunicación. ¿Cuál es el sentido de dar cabida a estas burdas elucubraciones que no tienen ninguna justificación? ¿Por qué la “prensa” continúa con esa terrorífica labor de difundir mensajes catastróficos?
Mientras la sociedad de clases se naturaliza día a día, poco a poco -como el agua que reafirma el adobe- la omisión de información opacada por barullos infundados, termina por consolidar el yugo de la opresión, la acumulación de capital de unos pocos a costa del trabajo de unos muchos y este modelo económico que premia el individualismo, la competencia y el egoísmo.
En este fin de año, marcado por los presagios mal interpretados de los mayas, debería permitirnos redoblar nuestra guardia ante los embates que se avecinan. No acabó el mundo este 21 de diciembre, ni la humanidad entró en una crisis material ni menos existencial. Algo que está claro eso sí, es que no pueden continuar las cosas como están si los que sostienen este mundo, o esta forma de mundo, no lo comprenden… se les vendrá una vendaval que será la antesala de una transformación radical y violenta de todo lo que conocemos en la realidad económica, patrones culturales y relaciones sociales.
El mundo entero no pudo abstraerse de esta falacia comunicacional, que en busca de rating y/o lisa llanamente para tergiversar la realidad, todos sin excepción terminamos refiriéndonos a este ‘fin del mundo’ que olvidó la guerra civil que desgarra Siria, la “Primavera árabe”, la limpieza racial de palestinos por parte del Estado de Israel, la amenaza constante de la OTAN y Estados Unidos contra Irán y Corea del Norte. Caso aparte también son los fantasmas de Golpe de Estado y de intervención que rondan el proceso bolivariano por parte del Departamento de Estado Norteamericano, en las vísperas a las elecciones en que Chávez salió triunfador.
En Chile los procesos sociales continuaron la senda que se venía acentuando desde el 2011 pero con menor intensidad y apoyo de la sociedad civil. El gran triunfo fue instalar la discusión y en el lenguaje cotidiano el problema del lucro, pieza neurálgica del neoliberalismo, y que en aspectos sociales como la educación, salud, previsión, vivienda es aberrante.
Otro aspecto positivo que dejó el embate de esta ola social y política, fue el fortalecimiento de la mayoría de las orgánicas populares, pero también de los portadores de quiméricos proyectos que ciñen sus tácticas a la lucha parlamentaria e institucional, como lo son PCCH, MAS y PRO. Ellos apostaron a una transformación social a 100 años plazo. Aprestándose para las presidenciales coquetean con la monstruosidad que representaba la Concertación,, entregándoles legitimidad de la misma manera que lo hicieron con Pinochet en el Plebiscito y las reformas constitucionales en los 80’.
La institucionalidad electoral tambalea ante la inauguración de la inscripción automática y voto voluntario. El gran triunfador fue la abstención. Reflejando la escasa compenetración de la sociedad civil en su conjunto. Para que decir de la acentuación de esta situación en los sectores populares, donde el desencanto es aún más fuerte que la tendencia general que los medios proyectaron.
Brujos, tarotistas, astrólogos y hechiceros de pacotilla se funden en una alianza simbiótica con los que fría y calculadamente continúan frotándose sus manos desde sus mansiones, riéndose a carcajadas de todo el mundo, mientras muchos en silencio, acopian comida y agua preparándose en un supuesto final hollywoodense de fin de mundo.
Mientras unos ganan publicidad para que el 2013 aumenten sus clientes en sus “consultas” caseras, otros acrecientan ganancias y tranquilidad, debido que su gran estafa se mantiene sin problemas en el tiempo. Como si fuese otra profecía de los mayas, o pero aún, como si desde el tiempo de ellos las cosas se mantuvieran así.
Leyes de seguridad del Estado contra los que luchan por dignidad y pan, mientras el supuesto principio democrático de la libertad de prensa y opinión, protege a los agitadores de conmoción pública. Esto sucede imperceptiblemente en el país de los ciegos donde el tuerto es el rey.
Así se presenta este fin de año, tormentoso y catastrófico para los de siempre. Para los pueblos que son bombardeados con misiles teledirigidos y millones que mueren de hambre y de ignominia sólo por ser pobres. No es necesario presentar ejemplos lejanos como los niños de África y China o realizar comparaciones con las joyas del Papa. Los niños mapuches viven a 600 kilómetros de la capital del país y sus fotos ya recorren el mundo.
En diciembre, la impunidad continúa con los presos muertos de San Miguel y con los asesinos de Matías Catrileo y Manual Gutiérrez. Todos seguramente se avivarán en contra mía ante mi acusación al Estado de exterminio, donde el único delito transversal en todos esos muertos fue ser pobre. Sobre todo en un país donde matar pobres no tiene castigo.
¿Pero que pueden decir en su favor si todos sabemos que las cárceles para pobres están hechas para la muerte? ¿Dónde los carabineros que dispararon contra jóvenes pobladores están libres? No podemos esperar que la historia haga justicia o que el desgarramiento interno de una nación se acabe por sí sola. Si no nos organizamos y no erigimos alternativas desde nuestros territorios para fundar justicia, continuarán las cosas como están, o inclusive peor aún, empeorarán.
Mientras las delirantes notas de periódicos y matinales sobre el fin de la humanidad se esfumen con el paso de los días y los charlatanes entreguen reinterpretaciones místicas del verdadero significado de esta fecha, parafraseando a Nitszche, no sólo “Dios a muerto” –y todo lo que en la sociedad occidental moderna conlleva eso- sino también la humanidad. Y el que no comparta esta situación, no podrá negar, en último caso, que está agonizante. Su salvación no está en TODA la humanidad, es innegable, está en los que agonizan literalmente día a día.
Los que cargan con esa historicidad como un deber de revertir su situación. En ‘los condenados de la tierra’ de Fanon o en los ‘proletarios del mundo uníos’ de Marx. O como me gusta denominarlos a mi, en los explotados del campo y la ciudad.
José Antonio Palma
Profesor de Historia y Geografía, Magister (c) en Historia USACH. Educador popular y activista HipHop. Sus temáticas de investigación giran en torno a la historia reciente, memoria, violencia política y militancia en la izquierda política. Publicará en el curso del 2012 el libro “El MIR y su opción por la guerra popular. Estrategia político-militar y experiencia militante en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria [MIR] 1982-1990”, por Ediciones Escaparate.
Actualmente se encuentra trabajando en proyectos de investigación, FONDECYT y DICYT-USACH, talleres de educación popular y en reinserción escolar.