Ambos padres tienen la autoridad para crear hábitos, pero no autoritarismo. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros.

Los errores son normales en cualquier persona que intenta educar día a día. Como externos nos es más fácil identificar los “problemas” o “dificultades” que puedan estar viviendo como familia. Seguramente más de alguna vez se han cuestionado ¿lo estaré haciendo bien? Al educar a un hij@ afloran las dudas, inseguridad, temores, culpabilidades, entre otros sentimientos.

Estrategias de Trabajo para Padres:

Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a los hijos es lo más importante. Para educar de manera eficaz a los hijos, se deben marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza.

Tener autoridad, que no es lo mismo que autoritarismo, es básico para la educación de los hijos. Se deben marcar límites y objetivos claros que les permitan diferenciar qué está bien y qué está mal. Uno de los errores más frecuentes de padres y madres es excederse en la tolerancia y entonces empiezan los problemas.

Hay que llegar a un equilibrio ¿Cómo conseguirlo para tener autoridad?

Con el fin de llevar a la práctica de manera constante y coherente, a continuación les entregamos algunas estrategias:

- Hablar con frases afirmativas. Ejemplo: En vez de decir: “no agarres eso”, decirle: “deja quieto eso” (a los 3 años empiezan a entender que la palabra NO cambia la estructura de la frase) Buenas frases son las que comienzan con el verbo “hacer”.

- Crear una lista con las actividades y reglas más importantes, horarios de sueño, alimentación, baño, entre otras.

- La rutina impera sobre el llanto, cumplir el horario de los hábitos.

- Decirle lo que está bien y lo que está mal , el dejar que se ponga de pie encima del sillón porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad, es el principio de una mala educación. Un hijo que hace “maldades” y su padre no le corrige, piensa que es porque su padre no lo estima, ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.

- No ceder, después de decir no, una vez que han decidido “actuar”, la primera regla de oro a respetar es la del NO. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el NO. Cuando vaya a decir “no” a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo las tareas, su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor con cara suplicante, llena de pena otra oportunidad. En cambio, el “sí”, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato)

- Coherencia frente a los límites estables, los niños han de tener referentes y límites estables. Las reacciones del padre o la madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante los mismos hechos. El estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar la pared, mañana también. Igualmente es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de: “Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma”.

Martin Garrido (CC)

Martin Garrido (CC)

- No gritar ni perder los estribos, a veces es difícil no perderlos. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, se acostumbra a los gritos a los que cada vez hace menos caso. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy grave.

- Cumplir las promesas y no amenazar, los niños aprender que cuanto más amenaza un padre/madre menos cumple lo que dicen. Las promesas deber ser realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es posible. Un mes es imposible.

- Enseñar con claridad cosas concretas, al niño no le vale decir “sé bueno”, “pórtate bien” o “come bien”. Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle, con cariño y firmeza, instrucciones concretas de cómo se toma el tenedor y el cuchillo.

- Darle tiempo de aprendizaje, una vez que se han dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es necesario. Son cosas nuevas para ellos y requieren un tiempo y una práctica guiada.

- Valorar siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y pasando por alto lo que hace mal (cuando se observe una actitud por hacer algo bien). Pensemos que lo que le sale mal no es por “molestar”, sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño, como al adulto, le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.

Alejandro Slocker (CC)

Alejandro Slocker (CC)

- Confiar en el hijo, la confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre no da ejemplo de confianza en el hijo.

- Reconocer los errores propios, nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al menor y le anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos, sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar. Los errores enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.

- Dar instrucciones a través de frases cortas , “acá hay que caminar”, “en este lugar se habla bajito”, “toma mi mano para cruzar la calle”.

- Dar opciones, en muchos casos, podemos dar a nuestros hijos una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir las “órdenes”. La libertad de oportunidad hace que un niño sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte?”. “Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño para que haga exactamente lo que queremos.

- Firmeza, en cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: “Ve a tu habitación ahora” o “¡Para!, los juguetes no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro.

- Explica el porqué, cuando un niño entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado a obedecerla. De este modo, lo mejor cuando se aplica un límite, es explicar al niño porqué tiene que obedecer. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. Antes de dar una larga explicación que puede distraer a los niños, manifiesta la razón en pocas palabras. Por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”; “Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos”.

Y, por último, y a mi gusto el mejor de los consejos es “Controlar las emociones”, hay momentos en que se necesita llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo comportarse, como yo quiero que mi hijo se comporte, de acuerdo a mis valores y a mis creencias como padre/madre.

Ante un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto y luego preguntar con tranquilidad “¿qué ha pasado aquí?”

Todos los niños necesitan que sus padres establezcan las reglas y los límites mínimos para un comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar límites, mayor será la cooperación que recibiremos de nuestros hijos y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites.

Educar con límites es educar con amor. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño cómo comportarse, como yo quiero que mi hijo se comporte, de acuerdo a mis valores y a mis creencias como padre o madre.

Por Luz María Kerestegian

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