En un nuevo Día del Trabajador Radial, no es menor reflexionar sobre este medio, sobre este apostolado -como le llaman algunos- sobre este vibrar, porque no basta con trabajar en una emisora para ser un verdadero “animal de radio”.
Seguramente para algunos esto es un paso más en una carrera profesional; para otros es un camino que nunca terminas de recorrer. Hay algunos con que desde el punto de vista personal pueden tener diferencias; no obstante, se les reconoce su valor radial.
Uno de los grandes momentos de la radio,donde quedó de manifiesto el poder masivo de este medio, fue en el Radioteatro La Guerra de los Mundos, donde Orson Wells en 1938 hizo una adaptación de la novela original y la llevó magistralmente a un programa de radio. El contexto era la invasión marciana a la tierra. El resultado fue una histeria colectiva donde los oyentes atemorizados colapsaron los números de emergencia, convencidos que lo que decía la Radio, era verdad, aún cuando en varias oportunidades el narrador de la obra insistía en que era un radioteatro.
Quizás muchos dirán que eso ocurrió porque la radio era el único medio masivo en esa época, y pueden tener razón… a no ser por un detalle. El sábado 12 de febrero de 1949 en la ciudad de Quito se llevó a cabo una adaptación similar a la de Welles, en Radio Quito. La emisora era de las más prestigiosas del país. Un locutor interrumpió la transmisión de un número musical en vivo para informar sobre un supuesto objeto volador sobre las Galápagos; y más tarde, que un platillo volador había descendido en las afueras de la ciudad.
La transmisión no duró más de 20 minutos, hasta que la gente descubrió la verdad. Se produjo una verdadera agitación popular donde la gente tiró piedras y ladrillos contra el edificio de “El Comercio” (donde funcionaba la radio y este periódico).
Los aceites de la imprenta del periódico -sumados al papel- hicieron que el incendio tomara fuerza rápidamente. La policía, viendo que se trataba de una burla, no socorrió a los artistas, periodistas y demás personas del edificio, quienes intentaron ponerse a salvo saltando al techo de otro edificio colindante.
Cinco personas murieron entre las llamas. Los daños se calcularon en 8 millones de sucres y Radio Quito estuvo fuera del aire durante dos años, reanudando su transmisión el 30 de abril de 1951. Y si creen que esto fue todo, en 1998 -y con motivo del 60º aniversario de la histórica transmisión de La guerra de los mundos- dos emisoras de radio, una en Portugal y otra en México, emularon a Orson Welles transmitiendo de nuevo una versión contemporánea, con los mismos resultados 60 años después-
Tal como lo cuenta el periódico El Universal; en México, la emisora de radio XEART fue la que transmitió una de las versiones, producida y adaptada con gran éxito por el divulgador científico mexicano Andrés Eloy Martínez Rojas. El gobierno local procedió, ante los rumores generados, a una búsqueda exhaustiva de los restos de un supuesto meteorito.
El fenómeno de la radio -y en especial este caso- ha dado para cientos de estudios y análisis de los efectos y el poder de la radio en la población.
La radio a la audiencia la acompaña, no le quita tiempo, la informa y la entretiene; y a los que trabajan en ella, los educa, los forma y “los foguea”, como decía un viejo amigo. La inmediatez, el trabajo diario, el que ningún día sea igual a otro, la tensión de estar en terreno, coordinarse mágicamente con el estudio, entenderse con el radio control con señales y discutir acaloradamente porque no se escucha el retorno, son los sabores que le dan vida a la radio.
El gran secreto de los matinales de televisión es que son programas de radio con imágenes, la dueña de casa puede escuchar y no necesariamente estar sentada viendo la tele.
Pero en el fondo ¿qué hace que la radio se mantenga vigente y a pesar de los embates tecnológicos no pierda su popularidad ni su posicionamiento en el cariño de la gente? La respuesta no está en los análisis financieros, ni en los estudios de mercadotecnia; sin duda la respuesta está en los que hacen la radio, en los locutores (ahora llamados conductores radiales), en los radiocontroladores, en los productores, en los técnicos, en las secretarias. Pero mas allá de su día a día, la esencia de la radio está en esas historias que normalmente la gente que escucha radio no conoce.
Dos de estas historias una que algún día escuché y otra que viví.
La primera. Tras el Golpe Militar de 1973, desde una de las ventanas de la radio se podía ver la plaza de armas de la ciudad. Filas de personas marchaban escoltadas por fusiles a su alrededor. Eran días tensos, me dijo quien me contó esta historia.
Así pasaron los días y los meses, hasta que un día llegó a la recepción de la radio un niño pequeño -de no más de 10 años- con un bebé en los brazos. Sus palabras calaron hondo y fueron lapidarias para entender la verdad de lo que ocurría. “Yo escuchaba la radio con mis papás siempre”, dijo primero, como para hacer entender que sabia a lo que venía. “Y vengo a dejar a mi hermanita para que la regalen en un concurso como los que hacen ustedes, a lo mejor se la lleva una familia nueva que la críe, porque yo no puedo; a mis papás se los llevaron los militares hace días”.
La segunda. Programa misceláneo de la tarde. El locutor recibe un llamado telefónico al aire de una joven que le contó que se quería suicidar. El conductor tomó luego el llamado por interno y estuvo por cerca de una hora conversando con ella hasta que finalmente colgó. Todos en la radio estábamos expectantes. Nos dice que había logrado subirle el ánimo; sin embargo, en su rostro de hombre de radio alegre, se notaba una mirada distinta.
Al día siguiente tuve que cubrir una noticia, coincidentemente de un suicidio de una joven. Era la misma que en la tarde anterior había llamado a la radio.
Sin duda son cientos o miles de historias como esta las que rondan los añejos y nuevos locutorios, algunas tristes, otras alegres o que -incluso- rayan en lo absurdo.
La esencia de la radio -eso sí- esta en los auditores, en aquellos que precisamente necesitan sentirse acompañados o que en muchos casos necesitan sentirse escuchados; por lo que mientras exista alguien en la gran ciudad -o en algún lugar- escondido entre las montañas y que tenga esa sensación de soledad, existirá también esa voz amigable y confidente que estará dispuesta a ser psicólogo, consejero matrimonial, abogado, médico o asistente social; esa voz que representa a todo un equipo de profesionales que día a día hacen radio en Chile y en el mundo.