Según el gobierno y cifras del INE se han “creado” 487 mil empleos entre el trimestre enero-marzo 2010 y enero-marzo 2011. Pero, cabe preguntarse ¿de qué tipo de empleos estamos hablando?
El 45% corresponde a trabajos “por cuenta propia”, “personal de servicio doméstico”, “familiar no remunerado”, o empleadores de microempresas de menos de 5 personas, es decir, que no están vinculados necesariamente a políticas o planes de empleo del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo.
Pero bueno, digamos que tampoco importa porque el gobierno nos dice que la mayor variación fue en asalariados con 262 mil personas en 12 meses, por tanto la pregunta siguiente que debemos hacernos es: ¿quiénes son estos asalariados? El 74% de esta variación corresponde a la modalidad de subcontratación, servicios transitorios y suministro de personal y enganchadores, lo cual es una señal de mayor precarización e inestabilidad en el mundo del trabajo.
Aún así, sigamos siendo optimistas, mirando hacia el futuro, la variación de la ocupación en 487 mil empleos es positiva. Hay más trabajo. Pero si vemos la estructura sobre la cual se sostienen estas variaciones, si vemos el esqueleto y sus huesos, estos están faltos de calcio y fierro. La radiografía, dice algo así: tenemos 8,9 millones de personas que se encuentran ya sea trabajando, buscando o disponible para trabajar dentro del mercado del trabajo.
De esos casi 9 millones, sólo el 41% (3,7 millones) tiene un contrato laboral protegido. De los cuales 844 mil corresponden a contratos laborales con plazo definido. Por lo tanto, el 22% del total de asalariados que tiene un contrato laboral protegido, no tienen asegurada su continuidad. Este tipo de contrato, tuvo su razón de ser en el código del trabajo como forma de proteger a los trabajadores en un sector económico que por definición opera según obra o faena. Es así como el contrato debería tener indemnizaciones, vacaciones proporcionales, etc. Protegía la continuidad, manteniendo sus beneficios, como si fueran indefinidos.
Sin embargo este tipo de contratos ya no se respetan en el sector de la construcción (sólo el 32% está plenamente protegido) y se expanden sin tener directa relación con la actividad económica específica, especialmente en el sector servicios, donde las actividades asociadas al comercio son su mayor representante. Por lo tanto, incluso la estructura misma del Código del Trabajo es vulnerado por la realidad económica.
Otro ejemplo es el Transantiago, tuvo una primera etapa de contratación de sus operadores de alta protección laboral, con contrato indefinido, protección y formalidad. Sin embargo, luego de reclutar un núcleo duro de trabajadores, se intensificó la contratación de “part-time” con contrato a plazo fijo.
Nos quedan poco más de 5 millones de personas que no están regidos bajo el código del trabajo, dentro de los cuales existen 1,2 millones que son asalariados que no se les reconoce un contrato laboral, que implique una liquidación de sueldo, sino que boletean, o facturan o no tienen forma de corroborar dependencia a un empleador.
Siguiendo la degradación de desprotección, informalidad y discontinuidad, esta población de trabajadores se inscribe más duramente dentro de un contexto de flexibilidad laboral. Es el caso de los trabajadores con boleta de honorario. El trabajador está sujeto a un horario, a un lugar de trabajo, a órdenes de un superior que regulan sus labores diarias, es decir, trabaja para un empleador o patrón, que muchas veces es el propio Estado. Sin embargo, no tiene ni protección laboral, ni aseguramiento de continuidad, tampoco beneficios ni derechos de ningún tipo.
De hecho, este trabajador ni siquiera es reconocido en su condición de tal, ya que está regido bajo el Código Civil, y no el Código del Trabajo. Es un microempresario prestador de servicios, no un trabajador asalariado. Y sin embargo, no decide su producción, ni su lugar de trabajo, tampoco sus horarios, ni tiene control sobre los medios de producción. Es un subordinado con condición de independiente, que debe asumir costos en salud, jubilación, descansos, etc.
Incluso si ese trabajador va al banco a solicitar un crédito o algún servicio financiero, será tratado como independiente, lo cual conlleva a tildarlo como un “cliente riesgoso”. Es decir, hasta el sistema financiero reconoce la vulnerabilidad a la cual está expuesto ese trabajador.
Por otro lado, el gobierno también nos dice que la población desocupada en los últimos 12 meses ha disminuido en un poco más de 100 mil personas, como consecuencia de ello la tasa de desocupación disminuye en casi 2 puntos porcentuales (de 9% a 7,3%). Pero también, según nuestra radiografía, existen 885 mil inactivos disponibles para trabajar, que no están insertos de forma plena, regulados laboralmente. Es decir, casi 900 mil personas que eventualmente les gustaría ser del selecto grupo de los protegidos por todas las de la ley.
Tanto el grupo de los asalariados con condición de independiente, como los inactivos que están disponibles para trabajar, pertenecer a grupos que no están plenamente integrados en sus respectivas condiciones. En el primer caso, son asalariados “a medias” no reconocidos por el código del trabajo. En el segundo caso, son desocupados “a medias”, no reconocidos en su condición de presionadores de trabajo.
Ambos grupos desean inserción o presión, pero no son incluidos dentro del “problema del empleo”, y por tanto no aparecen en las cifras oficiales. Juntos son más de 2 millones de personas que no pertenecen a las buenas noticias económicas que reporta el gobierno.
La radiografía, muestra al parecer, que la variación positiva de más empleo y menos desocupación es sólo una herida pequeña, dentro de todo el cuerpo de trabajadores sujeto por un esqueleto débil, descalcificado y lacerado, que no es diagnosticado de forma certera. Quizá el enfermo tenga que cambiar de médico o fortalecer solo su propio esqueleto.
Alexander Páez es sociólogo e investigador del área Unidad de Estadísticas del Trabajo de la Fundación SOL