Tras unir sin descanso y durante meses bufandas enviadas desde los puntos más remotos del país, un grupo de uruguayos desplegó el sábado en Montevideo la cadena de bufandas más larga del mundo, una prenda de 21,3 km que marcó un nuevo récord Guinness.
Todo el país participó en la propuesta, enviando largas cadenas de bufandas cosidas entre sí al Instituto Nacional del Cáncer, donde se originó esta iniciativa que tiene como objetivo recaudar fondos para comprar una camioneta destinada a trasladar a los pacientes a actividades recreativas y culturales.
Durante meses un grupo de voluntarios -en su mayoría pacientes oncológicos y ancianas que colaboran con el Instituto- unió y midió pacientemente las bufandas que iban llegando.
La tarea fue titánica, reconoció a la AFP Gladys González, asistente social del Instituto, quien celebró orgullosa el nuevo récord surgido a raíz de una idea suya lanzada en febrero.
Según los organizadores, el grupo logró encadenar más de 40 km de bufandas, pero ante lo arduo del conteo certificó con notario público solo 21,3 km, suficiente para superar el actual récord de 6,5 km.
La colorida bufanda fue desplegada el sábado en la pista del Hipódromo Nacional de Maroñas en Montevideo.
“Estoy cansada, pero se llegó, son más de 11 vueltas a la pista, fueron horas de trabajo”, comentó Gladys Britos, una de las voluntarias que integra, junto a González, el colectivo solidario “Respirando sueños”.
Pensando que muchos uruguayos saben tejer y que una bufanda es un artículo común en el país, González se comunicó en marzo con el Guinness y les planteó el desafío.
Para la asistente social, fue “impresionante la respuesta”.
“Es muy importante lo que ha generado, porque se visibilizan lo que son las patologías oncológicas y ha despertado una solidaridad muy grande. Muchas escuelas tomaron esto como un disparador de charlas sobre la solidaridad y el trabajo en equipo”, explicó.
Con la meta cumplida, ahora comienza otra tarea titánica: vender las bufandas, una por una, para recaudar el dinero necesario para comprar la ansiada camioneta.
Tras desplegar la bufanda en una habitación del Hipódromo, un grupo de voluntarias ya deshacía parte de la hazaña y descosía porciones de la larga cadena para comenzar a ofrecer las prendas por aproximadamente un dólar cada una.
Por el instituto pasan anualmente al menos 9.000 personas, la mayoría del interior del país.