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El fallecido exmaratonista chileno, Manuel Plaza, es recordado como un ícono del deporte nacional gracias a su medalla de plata obtenida en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, convirtiéndose así en una inspiración para atletas chilenos y sudamericanos. De origen humilde, Plaza inició su carrera como repartidor de diarios en Santiago, sin apoyos estatales ni profesionales, pero su dedicación y talento lo llevaron a conquistar múltiples títulos en competencias locales y sudamericanas, destacando su participación en el Club de Deportes Green Cross de Temuco. Su histórico logro en Ámsterdam 1928, obteniendo la primera medalla olímpica para Chile, marcó un hito en la historia del deporte chileno. A pesar de un mito sobre haberse perdido en la maratón, Plaza se consagró como una leyenda del atletismo latinoamericano, despidiéndose con honores en el Campeonato Sudamericano de Atletismo de 1933. Su legado perdura en la memoria colectiva como un referente del esfuerzo, superación y grandeza deportiva nacional, compartiendo un lugar de honor en el Olimpo junto a otros destacados atletas chilenos.
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Las increíbles hazañas de Francisca Crovetto y Yasmani Acosta en París 2024 traen al recuerdo al primer atleta chileno en colgarse una presea en unos Juegos Olímpicos, hace más de 95 años.
El fallecido exmaratonista Manuel Plaza es parte fundamental en la historia del deporte en Chile. Su medalla de plata conseguida en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 lo impulsó a ser uno de los personajes más importantes de nuestro país, convirtiéndose en toda una inspiración para atletas nacionales y sudamericanos.
A 96 años de este icónico momento, su presea olímpica no es el único logro cosechado por Plaza, quien pasó de trabajar como suplementero a marcar una época a nivel continental.
De repartidor de diarios a ser el mejor de América
Con orígenes humildes en Lampa, Manuel Plaza Reyes comenzó desde muy pequeño vendiendo y repartiendo diarios en distintos lugares de Santiago. Un oficio que él mismo reconocería, años más tarde, como su primera acercamiento con el deporte y que pudo desempeñar de manera paralela con su carrera como atleta tras haberse casado con 17 años.
Sin ningún apoyo estatal o de un privado, su entrenamiento carecía de métodos profesionales y no se condecía con un deportista de élite. Y es que, según cómo estuviera la venta de periódicos, el exatleta se alimentaba mejor o peor. Así lo relató él mismo en la revista chilena Los Sports, donde reconoció que “comía poco cuando no tenía dinero”.
Sus sacrificadas prácticas en el Parque Cousiño (actualmente Parque O’Higgins) junto a un consagrado del atletismo nacional en ese entonces, Alfonso Sánchez, rindieron frutos y, ya en 1918, logró el primer lugar en el campeonato nacional de 10.000 kilómetros, cuando sólo tenía 18 años, imponiéndose con un tiempo de 33 minutos y 25 segundos.
Las carreras largas eran lo suyo y así lo demostró dos años después en la doble maratón de Santiago-Valparaíso, donde también se proclamó ganador. Gracias a estos y más pergaminos conseguidos en competiciones locales, Plaza fue llamado para representar a Chile en el Sudamericano de 1920, siendo tercero en los 5.000 kilómetros, segundo en los 10.000 y dominador absoluto en las pruebas de fondo.
Junto con su llamado a la delegación nacional vino su incorporación al Club de Deportes Green Cross de Temuco. Fue en esta institución donde el exdeportista se preparó para conseguir todas las hazañas que lo catapultarían como leyenda del atletismo chileno. Primero en la competencia sudamericana más importante de la época (disputada en Río de Janeiro, Brasil, en 1922), logrando el título de ‘Campeón Olímpico Latinoamericano’ tras imponerse en cinco competencias distintas; 3.000, 5.000, 10.000, cross country y, por supuesto, maratón.
El dominio de Plaza en América del Sur era implacable y llegaba a los Juegos Olímpicos de París 1924 como una de las cartas que podía dar la sorpresa, pese a que los grandes favoritos eran, en su mayoría, maratonistas de origen europeo. El chileno cumplió las expectativas puestas en él y, con un sexto lugar anotando un tiempo de dos horas, 52 minutos y 54 segundos en los 42,195 kilómetros corridos, volvió al país con más hambre de triunfo que nunca.
Sus logros en los en los campeonatos sudamericanos de atletismo en Buenos Aires 1924, Montevideo 1926 y Santiago 1927 fueron consagratorios para el nacido en Lampa. No es para menos. El excorredor había logrado doce medallas de oro y el continente ya tenía claro la grandeza de un invicto Manuel Plaza, que llegaría su punto más importante en los JJ.OO. de Ámsterdam 1928.
Ámsterdam 1928: la primera medalla olímpica de un chileno
En 1928, el fondista nacional cruzó en barco hacia Europa con el objetivo no sólo de representar a Chile, sino que a Latinoamérica. Al igual que en la edición anterior de las Olimpiadas, dejaba a su familia en el país con profunda tristeza, pero con la promesa de traer de vuelta una presa.
El 5 de agosto de ese año fue una fecha que quedaría grabada con letras de oro en la historia del deporte chileno. Plaza había finalizado en segundo lugar. Plaza era medalla de plata. Chile se subía al podio olímpico por primera vez.
Con un tiempo de dos horas, 33 minutos y 23 segundos, el chileno pudo imponerse al dominio europeo y rozar la gloria tras llegar a la meta apenas 26 segundos después del ganador, el francés (de origen argelino) El-Ouafi Bougueira.
— Los Juegos Olímpicos (@juegosolimpicos) August 5, 2020
Su estrategia utilizada en Ámsterdam 1928 no fue distinta a la de París 2024, ya que el maratonista optaba por dejar que sus rivales se adelantaran en los primeros segundos de la carrera y salir en los últimos lugares, avanzando progresivamente y analizando a sus rivales desde atrás para superarlos, pese a las dolencias en su rodilla que acarreaba desde el último Suramericano.
De acuerdo a archivos de la época, la extraordinaria resistencia física de Plaza era tal que, mientras el campeón olímpico se había desplomado exhausto al cruzar la línea de meta, el atleta nacional celebró su plata dando una vuelta olímpica en el estadio, recibiendo la ovación y admiración del público europeo. Posteriormente, fue el príncipe Enrique Vladimiro de Mecklemburgo-Schwerin el encargado de entregarle la presea.
El mito que señala que se perdió en plena carrera y su legado en el deporte chileno
Con la escasa cobertura que los medios de comunicación chilenos podían entregar en aquella época, la increíble hazaña de Manuel Plaza estuvo acompañada de un mito que nunca se pudo comprobar, pero que el propio protagonista alimentó.
A pesar de que los periodistas nacionales en Países Bajos y la organización no notificó ninguna dificultad del chileno en la carrera, la leyenda cuenta que el fondista se perdió en plena maratón y que eso le costó la medalla de oro, ya que estuvo durante varios minutos fuera de la pista.
“Me fui por un recodo equivocado, vi que me hicieron señas y volví a tomar otro recodo. Corrí unos ochenta metros más cuando vi que no había más gente, entonces, me di cuenta que me había equivocado nuevamente y, por segunda vez, tuve que retroceder”, reveló Plaza en una entrevista con la revista Barra Brava en 1943.
Ya con 33 años y siendo reconocido por todo el continente como una de las máximas figuras del atletismo latinoamericano, el exmaratonista realizó su ‘último baile’ en el Campeonato Sudamericano de Atletismo de 1933 en Argentina, despidiéndose de las competiciones oficiales con dos medallas de oro (20 millas y cross country). Leyenda.
A la edad de 68 años, en 1969, Plaza fallece producto de una diabetes que lo venía aquejando hace bastante tiempo, dejando un increíble legado en el deporte nacional no sólo por su cantidad de títulos, o por pasar de ser repartidor de diarios a representar al país, o por reivindicar el atletismo amateur, sino que por marcar el camino de nuestro país en la cita más importante, los Juegos Olímpicos. Un lugar en el Olimpo que hoy comparte con Francisca Crovetto y Yasmani Acosta, los últimos ganadores de medalla del Team Chile en París 2024.