En la década de 1990, India fue testigo de una extinción masiva de buitres, con millones de estas aves muriendo de manera repentina y misteriosa. Sin sus carroñeros naturales, el ecosistema quedó desequilibrado. Ahora, un reciente estudio revela un impactante efecto secundario: el aumento de muertes humanas debido a la proliferación de cadáveres de animales sin consumir.
Según Anant Sudarshan, de la Universidad de Warwick (Reino Unido), y Eyal Frank, de la Universidad de Chicago (EE. UU.), los buitres son especialmente eficaces a la hora de dejar solo los huesos de los cadáveres y evitar así la propagación de agentes patógenos. Lo calcularon a partir de datos demográficos: la desaparición de los buitres provocó más de 100.000 muertes adicionales al año.
En zonas con una población estable de buitres, un cadáver no suele pasar mucho tiempo sin ser detectado. Los enormes pájaros de cabeza escasamente peluda se abalanzan para hundir sus picos curvados en la carroña.
Una vez que el enjambre de buitres se ha despejado, no queda nada para otros carroñeros. Los buitres pueden devorar una vaca entera en 40 minutos, escriben los autores.
Si hay menos buitres, aparecen más perros callejeros, más ratas y empeora el agua
Otros carroñeros, como los perros callejeros y las ratas, no podrían sustituir a los buitres en su función, ya que abandonan ciertas partes del cadáver y, por tanto, no resuelven el problema de su eliminación.
Además, pueden transmitir enfermedades como la rabia. Si estos mamíferos tienen más comida disponible debido a la mortalidad de los buitres, su población aumenta, y con ella los peligros para los humanos.
“La ganadería también se convierte en una fuente de contaminación del agua si los ganaderos tienen que deshacerse ellos mismos de los animales muertos”, escriben los dos autores en la revista American Economic Review.
A menudo, los ganaderos se limitan a arrojar los numerosos cadáveres de vacas y bovinos a ríos y lagos, lo que favorece la aparición de nuevas enfermedades.
Otros métodos de eliminación, como el entierro o la incineración en crematorios, llevan demasiado tiempo o son demasiado caros para muchos habitantes de la India.
Durante años, nadie supo por qué morían los buitres
La gran extinción de buitres en la India comenzó en 1994, cuando los granjeros empezaron a utilizar diclofenaco, un potente analgésico y antiinflamatorio, para sus vacas y otro ganado. Si más tarde los buitres se comían estos animales que aún tenían restos de diclofenaco, les destruía los riñones, lo que provocaba que las aves murieran agonizando. El número de buitres en la India se redujo de unos 50 millones a unos cien mil en la actualidad.
La relación con el diclofenaco no se reconoció hasta 2004. Aunque el empleo de este principio activo para animales de granja se prohibió en India en 2006, se sigue utilizando: algunos granjeros utilizan medicamentos de diclofenaco destinados a los humanos para dárselos a sus animales. Existen medicamentos sustitutivos de precio comparable, pero actúan más lentamente.
Sudarshan, que creció en la India, ha experimentado en carne propia el colapso de la población. “Cuando era pequeño, había buitres por todas partes. Y de repente desaparecieron”, recuerda.
En la India hay nueve especies de buitres, y las tres que antes eran especialmente comunes están ahora clasificadas como “en peligro crítico”. Según Sudarshan y Frank, nunca antes en la historia de la humanidad se había diezmado tan rápidamente una especie de ave.
Comparación de zonas con buitres y zonas sin buitres
Para analizar el impacto en los seres humanos, los dos economistas medioambientales estudiaron las tasas de mortalidad en diversas comunidades indias entre 2000 y 2005.
En las zonas que antes eran un hábitat adecuado para los buitres, las tasas de mortalidad aumentaron tras la extinción de los buitres. En otras zonas, donde los buitres ya escaseaban, las tasas de mortalidad se mantuvieron estables.
Los autores calculan un aumento de las muertes del 4,7% en estas zonas. Esto significa más de 100.000 muertes adicionales al año. Como analizaron cinco años con más detalle, su resultado final es de más de medio millón de muertes adicionales. “Antes de realizar nuestro estudio, no se había cuantificado el alcance del problema: sabíamos que había riesgos para la salud, pero no teníamos una cifra concreta de antemano”, afirma Sudarshan.
Daños de miles de millones de euros
Los daños financieros causados por estas muertes ascienden a casi 70.000 millones de dólares (64.000 millones de euros) al año, calculan los economistas medioambientales.
Consideran que esta cifra es relevante: al fin y al cabo, la conservación de las especies también tiene que ver con la cuestión de cuánto puede costar. “Como el problema está resultando ser muy grande, merece la pena que la India destine más dinero a programas de conservación y reintroducción de buitres, para los que hasta ahora se ha dispuesto de muy poca financiación”.
La construcción masiva de crematorios de animales, que podrían asumir la función de los buitres, también es muy cara, prosigue Sudarshan, pero sigue siendo más barata que los costes sanitarios de las muertes. Gracias al estudio, ahora están claros los costes y los beneficios.
Sudarshan cree que otros países también podrían sacar sus propias conclusiones. En muchas partes de África, en particular, sigue habiendo numerosos buitres, pero también corren el riesgo de morir en masa a causa del diclofenaco.
“Nuestro estudio es, por tanto, una advertencia a los países en desarrollo donde aún hay buitres para que actúen con rapidez”, indicaron.
Consejo: la humanidad debe centrarse en las especies clave
En general, los dos autores sugieren en su estudio que la humanidad debe decidir de qué animales quiere ocuparse. Al fin y al cabo, ya nos enfrentamos a una extinción masiva de proporciones sin precedentes.
“Dado que, por desgracia, es imposible evitar todas las extinciones, la política de conservación debe resolver un problema objetivo crucial: ¿cuál de las muchas especies en peligro debemos proteger o reintroducir?”, expresaron.
Sudarshan añade que actualmente se gasta mucho dinero en proteger animales especialmente bonitos o especialmente espléndidos. Entre ellos están los osos panda y los tigres.
“No decimos que esto sea malo, pero queremos señalar que el bienestar de los humanos está interrelacionado con el de otras especies”, indicó. Hay algunas especies clave en el ecosistema que también son especialmente fundamentales para la salud y la seguridad humanas.
Hay que identificarlas y preservarlas para que sigan cumpliendo su función en el ecosistema. También hay que tener en cuenta los efectos que los medicamentos pueden tener en los animales, dice Sudarshan. “Nuestra recomendación política es que se compruebe la toxicidad de los nuevos productos químicos tanto para los humanos como para todas las especies clave”, puntualizó.