Si tuvieras todo el dinero del mundo, ¿cuánto pagarías para salvar a tu nieto secuestrado? Enfrentado a esta amarga situación, el magnate petrolero norteamericano Jean Paul Getty no se complicó demasiado. En 1973, cuando su nieto y heredero designado Paul Getty III, de 16 años, fue secuestrado por un rescate de 17 millones de dólares, su respuesta inmediata fue clara: nada, ni un centavo.
Este episodio es parte de uno de los raptos más mediáticos de los años 70, no solo porque afectó a una de las familias más ricas y poderosas de Estados Unidos, sino también por sus macabras características y por el misterio que lo rodea hasta nuestros días.
Es más: a 45 años de los hechos, el interés en el caso está más vivo que nunca. Tanto así que acaban de estrenarse dos producciones que, desde dos puntos de vista diferentes, retoman la historia: la película Todo el dinero del mundo, estrenada en diciembre pasado y dirigida por el experimentado Ridley Scott, y Trust, una serie en la corriente de la televisión prestige a cargo del director Danny Boyle (ganador del Oscar por Quisiera ser millonario), cuyo primer episodio se emitió esta semana en nuestro país.
La película de Scott estuvo en las noticias antes de su estreno debido a la salida del actor Kevin Spacey como consecuencia del caso de abuso en el que vio involucrado. Las escenas de Spacey, quien interpretaba al patriarca de los Getty, fueron rodadas de nuevo con Christopher Plummer en su reemplazo, quien por este papel fue nominado a los Globos de Oro y a los Oscar como actor de reparto.
La cinta se apega al relato oficial de lo que ocurrió, narrando en clave de drama los sucesos que se desencadenaron a partir del secuestro de Paul Getty III, centrándose en los esfuerzos de su madre Gail Getty (interpretada por la elogiada Michelle Williams) por liberarlo y en las negativas de su abuelo a pagar el rescate, hasta su liberación después de cinco meses de cautiverio.
Por otro lado, la serie Trust prefiere una interpretación alternativa de los mismos hechos, una que ha circulado en la cultura popular desde 1973: que Paul Getty III fue cómplice en su propio secuestro. Boyle usa el caso para mostrar las excentricidades e infortunios de una de las familias más acaudaladas de la historia, y lo hace con fuertes dosis de comedia negra, sello al que nos acostumbró con películas como Trainspotting (1996) o Steve Jobs (2015).
Gran parte del atractivo proviene del trabajo de Donald Sutherland como un despiadado J. Paul Getty. El actor, quien ya se lució como la cabeza de una estrambótica familia de millonarios en la serie Dirty Sexy Money (2007-2009), muestra desde los primeros minutos a un patriarca cínico y práctico, más preocupado de su legado y su fortuna que de su familia.
Estamos frente a uno de esos casos en los que la realidad supera a la ficción. Este es el recuento de la historia del secuestro que hasta hoy fascina a creadores, productores y espectadores.
La maldición de los Getty
La historia de la familia Getty como una de las más adineradas del mundo se consolida cuando J. Paul Getty se encarga de la empresa petrolera de su padre fallecido en 1930. En ese momento, a sus 38 años, según reporta Rolling Stone, Getty ya se había casado cinco veces y tenía cinco hijos de cuatro de sus esposas. En 1957, la revista Forbes lo nombró el norteamericano más rico del año; el libro de Record Guinness lo registró como el civil más rico de 1966 con un patrimonio de 1,2 billones de dólares.
Sus relaciones con sus mujeres y descendientes nunca fueron buenas y se vieron marcadas por la indiferencia y la tragedia. La inusual sucesión de historias de alcoholismo, drogadicción, suicidio y trágicas circunstancias de muerte han sido conocidas como la maldición de los Getty, cuya última víctima fue el nieto de Getty, Andrew Rork Getty, quien en marzo de 2015, a los 47 años, fue encontrado muerto en su casa de Beverly Hills, desnudo de la cintura hacia abajo sobre un charco de su propia sangre.
La frialdad de Getty ha sido bien documentada en la prensa y en los libros acerca de su familia. Cuando a comienzos de 1973 su hijo mayor George Franklin Getty II se quitó la vida con un cóctel de drogas y un tenedor para asados enterrado en su vientre, la principal preocupación del patriarca fue disfrazar el suicidio de accidente para la opinión pública y evitar así que la noticia afectara al negocio.
La avaricia también es parte de su mito, algo que ha sido registrado por la revista Time desde los años 50. Tres hechos conocidos dan prueba de ello. El primero: el teléfono público que debían usar con monedas todos quienes habitaban y trabajaban en su mansión en Londres (aunque fue desinstalado luego de 18 meses).
El segundo: la manera obsesiva en trataba de minimizar el pago de impuestos (un dato que, como veremos, fue relevante en la resolución del secuestro). El tercero: la negativa a pagar el rescate por su nieto Paul Getty III cuando fue secuestrado en Roma el 10 de julio de 1973.
Un mechón y una oreja
Algunos días después, Gail Getty recibió una nota supuestamente escrita por su hijo advirtiéndole que había sido raptado, insistiendo en que no se trataba de una broma. Getty III, entonces de 16 años, era conocido por su afición a las fiestas y al derroche. Obviamente su abuelo no estaba dispuesto a darle dinero; el joven rebelde había hecho chistes acerca de fingir su propio secuestro para cobrar un rescate y solventar sus deudas y su caro estilo de vida.
Así, las autoridades no descartaron la posibilidad de que fuera una broma o algo más hasta que llegaron un par de cartas y una llamada telefónica insistiendo en que era verdad. Los captores se identificaron como miembros de la mafia calabresa, conocida como Ndrangheta, y exigieron un rescate de 17 millones de dólares por Getty III.
Al no contar con el dinero suficiente, su padre John Paul Getty Jr. recurrió a su progenitor. Como ya se sabe, este se lo negó, argumentando que pagar el rescate alentaría a los criminales a secuestrar a sus otros 13 nietos.
Durante los meses siguientes, Gail Getty siguió negociando con los captores, quienes al darse cuenta de que se enfrentaban a un hueso duro de roer fueron bajando el monto del rescate y recurrieron a medidas extremas. En noviembre, hicieron llegar a un periódico un mechón de pelo rojo y una oreja. El mensaje exigía solo 3,2 millones de dólares y amenazaba con seguir enviando partes de Getty III si la suma no era entregada en diez días.
Aun así, J. Paul Getty siguió negociando antes de pagar. Cuando el monto del rescate se fijó en 3 millones de dólares, accedió a colaborar con 2,2 millones. ¿Por qué? Porque ese era el monto máximo sobre el que podían aplicarse las deducciones de impuestos. El resto del dinero se lo dio a su hijo como un préstamo que sería devuelto con una tasa de interés del 4%.
Después de que el dinero fue entregado, Getty III fue liberado el 15 de diciembre en una zona campestre de Italia. Caminó durante horas hasta que un camión se detuvo ante el joven delgado que agitaba los brazos bajo la lluvia. Cuando el chofer abrió la puerta, el joven le contó quién era, que había sido liberado de su secuestro y que necesitaba un teléfono para llamar a su madre en Roma. Luego le pidió un cigarrillo.
El triste final
En 2013 se publicó el libro Uncommon Youth, escrito por Charles Fox. El autor, que había cubierto la noticia del secuestro en 1973 para la revista True, detalla la excéntrica historia de los Getty a partir de entrevistas con personas cercanas, empleados y miembros de la familia. Entre ellos están Gail Getty y el mismísimo Paul Getty III, en torno a quien se va construyendo una saga de decadencia, ambición y traición
Como consignó el Daily Mail, el texto abunda en detalles macabros sobre la vida de Getty III. Con sus padres separados cuando él tenía siete años, se fue a vivir a Roma, donde se involucró desde muy joven con la vida nocturna y las drogas, ganándose el desprecio de su padre. De acuerdo con libro, al enterarse del monto solicitado por el rescate, Getty Jr. declaró que solo para pagarlo tendría que vender toda su colección de libros, y que no estaba dispuesto a hacerlo por el inútil de su hijo.
Con estos antecedentes cobra más sentido la versión de la serie Trust, según la cual Getty III estuvo involucrado en su propio secuestro. La situación se le habría escapado de las manos cuando su familia se negó sistemáticamente a pagar durante meses. Entonces sus captores tomaron decisiones drásticas, como cortarle una oreja, con las que el joven heredero difícilmente habría estado de acuerdo.
En su propia versión de los hechos, consignada en el libro de Fox, Getty III descarta por completo su participación. Pero su exseñora Martine Zacher confirma en una entrevista en la misma obra que Paul sí planeó su propio secuestro, aunque luego descartó la idea.
Como apuntó la crítica Jean Chaney en el Washington Post, es factible pensar que la realidad está en algún punto medio. Sin importar cuánto contiene de fantasía, la versión registrada en el libro quedará consignada como la definitiva de su protagonista; Fox murió antes de que su obra fuera publicada y Paul Getty III murió en 2011. Tenía 54 años y estaba postrado en una silla de ruedas desde los 24; infarto cerebral inducido por el consumo de drogas le produjo una parálisis. Nunca sabremos cuántas veces pensó en que tal vez eso de que el dinero no da la felicidad es cierto.