La antropóloga chilena Andrea Seelenfreund y un equipo de investigadores del cambio climático de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) creen que el continente puede aprender de las estrategias para aprovechar el recurso hídrico en Isla de Pascua.
Aparentemente, en la carrera por mitigar los efectos del cambio climático, parece ser más efectivo otro cambio: el de los hábitos de la población, antes que esperar que las principales naciones industrializadas se pongan de acuerdo en torno a políticas globales para actuar en la materia.
En lo que respecta a nuestro país, hace pocas semanas BioBioChile replicaba un artículo del New York Times en el que se alertaba sobre cómo el aumento de las marejadas están destruyendo sitios arqueológicos, que son el sustento turístico de Isla de Pascua.
Algo que es real, pero que no acierta con la principal problemática insular, cree la antropóloga Andrea Seelenfreund. Respecto al oscuro futuro del agua en Rapa Nui, puede haber otro desafío derivado del cambio climático.
“El problema más real y complejo de la isla es el de la falta de agua. Algo que afecta a la economía de la isla, pero también a la subsistencia básica de los isleños, es decir un asunto mucho más fundamental porque, claro, sin agua no hay turismo, pero tampoco hay vida”, señala.
Actualmente, el principal insumo líquido de la isla son los pozos subterráneos y el agua embotellada que viene del continente, para dar abasto a isleños y turistas.
“Si comparas el agua de hoy de Isla de Pascua con la de hace dos veranos atrás, la encontrarás más salobre. La gente está prefiriendo tomar agua embotellada, lo cual implica toda una cadena a la que sigue el tema del reciclaje y la basura. En síntesis, el asunto del agua es algo que nadie está considerando en su realidad”, insiste la académica de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
La antropóloga, junto a un equipo de científicos expertos en paleoclima del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, tomaron muestras de los sedimentos lacustres de humedales al pie de 3 volcanes de la isla, para reconstruir el clima del Pacífico sur-oriental de los últimos diez mil años.
“Los datos obtenidos permitirán comprender mejor el clima que experimentaron los primeros pobladores de Rapa Nui y cómo los cambios climáticos naturales pudieron haber afectado sus vidas”, señala la profesora Seelenfreund.
Además, espera reconstruir los patrones de lluvia del pasado y ubicar estas observaciones en un contexto global mayor, “para determinar cómo el clima de Rapa Nui responde a los cambios en otras partes del mundo”, acota.
Lecciones desde la isla
Este tipo de investigaciones son un camino necesario antes de empezar a pensar en la catástrofe o en que no hay nada que hacer. Para encontrar esas respuestas existe la ciencia, la investigación y también otro factor importante: la cultura de los isleños.
De hecho, el estudio de los testigos de sedimentos de los humedales es un proyecto en el que colaboran en terreno la Comunidad Indígena Ma’u Henua, Conaf, la Secretaría Técnica de Patrimonio de Isla de Pascua, la Comisión Asesora de Monumentos (CAM), el SAG y el Hotel Hanga Roa.
Los resultados de estas indagaciones podrían, a futuro, convertirse en políticas públicas. “Creo que el aspecto fundamental es el del manejo de recursos de agua en la isla a través de políticas públicas. Esto en términos de enfrentar el cambio climático en general, que es algo que tiene que ver con la forma en que abordamos desde hoy una posible sequía como la que asola hoy a Sudáfrica, por ejemplo”, explica.
Asimismo, añade que “es muy importante comenzar a informarnos, estudiar y prepararnos ante este tipo de sequías que son recurrentes, sobre todo en un escenario de recursos limitados como la Isla de Pascua. Este fenómeno no tiene que ver solamente con un aspecto ambiental o natural, sino con el principal activo de la isla que es el turismo. Cada verano llegan dos vuelos diarios, es decir unas 800 personas nuevas cada día (…) El turismo requiere mucha agua, un recurso escaso en la isla. Este tema no se ha abordado de una manera racional”.
Por otra parte, más allá de las políticas públicas, propone otras medidas más abarcables a corto plazo.
“El primer paso es enfrentar que hay un problema. Después vemos cómo lo resolvemos, pero en el camino la solución más sensata va por el aprovechamiento de las aguas lluvias, la implementación de plantas desalinizadoras y optimizar el uso que ya se hace del agua potable que existe de por sí en la isla”, expresa.
Al respecto, agrega que “a nivel país, continental, no sólo en la isla, es urgente trabajar en un cambio cultural o de apreciación sobre cómo consumimos el agua. En Santiago se siguen regando extensos jardines públicos en pleno verano a las 12 del día, aunque sabes que el 80% de esa agua va a evaporarse sin ser aprovechada. Tampoco se le da el uso óptimo que podrían tener las aguas grises. Aún estamos a tiempo de considerar estos hábitos y usos”.