Las campanas repicaron en Hiroshima a exactamente 70 años después del lanzamiento de la bomba atómica por un bombardero estadounidense, primer ataque nuclear de la Historia, que condujo a la capitulación de Japón y al final de la Segunda Guerra Mundial.
El 6 de agosto de 1945, un B-29 bautizado Enola Gay que volaba a gran altitud encima de la ciudad, arrojó una bomba de uranio dotada de una fuerza destructora equivalente a 16 kilotoneladas de TNT. El número de muertos se estima en 140.000, en el momento del impacto y posteriormente por efecto de la irradiación.
El primer ministro, Shinzo Abe, y representantes de cien países, el mayor número presente ahora en las ceremonias de Hiroshima, figuraban entre las decenas de miles de personas congregadas en el Parque Monumento a la Paz de esta ciudad del oeste del archipiélago.
“Para coexistir, debemos abolir el mal absoluto y el colmo de la inhumanidad que representan las armas nucleares. Ahora es tiempo de actuar”, declaró el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, en un discurso.
Tres días después de Hiroshima, el Ejército estadounidense lanzó una bomba de plutonio en la ciudad portuaria de Nagasaki y dejó unos 74.000 muertos. Estas dos bombas dieron un golpe fatal al Japón imperial, que se rindió el 15 de agosto de 1945, poniendo punto final así a la Segunda Guerra Mundial.
Shinzo Abe depositó una corona de flores durante la ceremonia, a la que asistió la embajadora de Estados Unidos en Japón, Caroline Kennedy.
La subsecretaria estadounidense encargada del control de armamentos, Rose Gottemoeller, la responsable de mayor grado enviada hasta ahora por Washington a las conmemoraciones anuales de Hiroshima, también debía asistir a la ceremonia.
El uso del arma atómica al final de la Segunda Guerra Mundial sigue dando pie a una división de opiniones. Algunos historiadores estiman que evitó un número mayor de víctimas al evitar un ataque terrestre del archipiélago nipón. Otros consideran que de todos modos Japón estaba cerca de la derrota y las dos bombas no eran necesarias para acabar el conflicto.
Un 56% de los estadounidenses consideran que los ataques nucleares de Hiroshima y Nagasaki estaban justificados, según un sondeo realizado en febrero por el instituto Pew Research Center en febrero, al contrario que un 79% de los japoneses consultados por este “think tank” estadounidense.
Paul Tibbets, piloto del Enola Gay, dijo en una entrevista en 2002, cinco años antes de su muerte: “Sé que hicimos lo debíamos”.
Washington, estrecho aliado de Tokio después de la guerra, nunca pidió disculpas oficiales por estos bombardeos.