Se trata de una tradición cuyo origen o razón desconocen sus participantes. Aquello hace presumir una antigüedad excesiva o un desinterés patrimonial detrás de este ritual que justifica un día de salvajismo en Citilcum, poblado ubicado en el estado mexicano de Yucatán.
Kots Kaal pato se denomina este día ceremonial en que se sacrifican múltiples especies animales de las más diversas y despiadadas maneras.
En la ocasión, familias completas del poblado acuden al centro de éste, donde ya se encuentra instalado con anticipación un tablado a manera de patíbulo que será el ornamento del acto final. Pero antes, se comienza por las piñatas. Fiel a la tradición famosa alrededor de todo el continente, se cuelgan piñatas para que los enfiestados procedan a golpearlas para revelar su contenido, con la diferencia de que en este ritual el relleno consta de animales vivos. Iguanas y zarigüeyas capturadas la noche anterior por los niños del poblado son las especies preferidas para ser sacrificadas a palazos.
No hay animal que escape con vida. Aquel que logra sobrevivir al ataque dentro de la piñata es rápidamente tomado por la multitud y arrojado de un lado a otro para recibir los pisotones finales.
Sólo una vez concluida esta parte, hacen su arribo los patos, animales que dan el nombre a esta celebración. El ave es atada por las patas a una tabla que se cuelga del patíbulo ya mencionado. Allí, el ave temerosa debe esperar colgada que el más fuerte del gentío logre dar un salto suficientemente alto para tomarlo por el cuello y desnucarlo. Aquel que lo logre deberá, para poder llevarse al ave a la casa, arrancar la cabeza del cuerpo con las manos.
De este modo se realiza el carnaval familiar de este poblado mexicano. Una extraña mezcla de risas y sangre, de salvajismo y aplausos, quiérase o no, la festividad en cuestión les otorga un importante sentido de pertenencia e identidad.
Freddy Poot Sosa, un investigador de la cultura maya, se mostró extrañado al conocer el ritual y ser consultado por el medio virtual de periodismo Vice: “No sabía que existía un festejo de ese tipo, supongo que es un festejo muy local y exclusivo de Citilcum”, aseguró.
“Al ver estas imágenes hemos quedado consternados. Pareciera que la crueldad humana no tiene límites. La tradición no puede justificar el maltrato animal. Es muy revelador que incluso los participantes de esta brutalidad no recuerden cómo dio comienzo esta tradición, mostrando la inercia y el sin sentido en estos tiempos de este tipo de prácticas que tienen que pasar a formar parte del pasado”, advirtió al mismo medio Javier Moreno, fundador de Igualdad Animal, organización mexicana en defensa de los derechos animales.