Durante los últimos años, la organización de padres de niños autistas Bioautismo ha exigido la prohibición del compuesto timerosal en las vacunas usadas en nuestro país, bajo acusaciones de estar vinculada a la aparición del autismo.
Algunos de los principales argumentos para esta teoría provienen del médico estadounidense Mark Geier, quien junto a su hijo David fueron traídos por la entidad a Chile como expertos en el tema, a fin de presentar su testimonio en la comisión de Salud del Senado durante julio de 2011.
Sin embargo, el médico cirujano de la Universidad Católica, doctor Francisco Bengoa, denunció que tanto Geier como su hijo fueron sancionados en Estados Unidos por realizar estudios irregulares y carentes de fundamento científico, con el agravante de haber servido como pretexto para aplicar terapias experimentales en niños autistas, acabando por castrarlos químicamente.
Según explica Bengoa en su sitio web Frecuencia Médica, los Geier publicaron estudios donde se vinculaba el timerosal con la testosterona y el autismo, los cuales fueron rechazados en 2003 por la Academia de Pedriatría Estadounidense (AAP) debido lo que describió como “numerosos fallos conceptuales y científicos, omisiones de hechos, imprecisiones y errores”.
“El problema con la investigación de los Geier es que comienzan con las respuestas y luego trabajan en reversa. Están haciendo ciencia vudú”, afirmó en 2005 al New York Times el director del centro de estudios de vacunas de Oakland, doctor Steven Black.
“Los Geier fueron un paso más allá. Propusieron una teoría, sin ningún fundamento científico, de que el [...] timerosal en las vacunas se une a la testosterona y evita que el cuerpo sea capaz de eliminarlo. Para ello, en su laboratorio en el subterráneo de su casa, le “diagnosticaron” pubertad precoz a (un grupo de) niños (autistas) -diciendo que el “exceso” de testosterona hacía que aumentara la toxicidad- y comenzaron tratamiento con Lupron [...] Es decir, los castraron químicamente”, añade el doctor Bengoa.
Dado que la aplicación de una terapia experimental debe ser aprobada primero por una comisión llamada Institutional Review Board (IRB), los Geier crearon su propia institución revisora en compañía de activistas o abogados de los movimientos anti vacunas. Es decir, se fiscalizaron a sí mismos, una grave falta a la ética.
“La idea de haber usado (Lupron) con niños autistas vulnerables, quienes no tenían ninguna enfermedad que amenazara sus vidas ni significaban riesgo para nadie, y sin (una comisión que) evaluara cuidadosamente los efectos secundarios o posibles beneficios, me llena de horror”, declaró por entonces al Chicago Tribune el profesor de psicopatología de la Universidad de Cambridge, Simon Baron-Cohen.
Vistos los hechos, el estado de Maryland resolvió suspender en 2011 la licencia para ejercer la medicina de Mark Geier, por “falsear diagnósticos y exponer a niños autistas a daños a corto y largo plazo, de forma innecesaria y contrario a toda evidencia científica”, expone Bengoa.
Dado que no acató el fallo, finalmente se le revocó su licencia en 2012, sumándose luego el resto de los estados de Estados Unidos, hasta que en 2013 se le prohibió el ejercicio de la profesión en todo el país, además de multarlo con 10.000 dólares (5.4 millones de pesos chilenos).
En tanto, su hijo David también fue multado por ejercer ilegalmente la medicina, al no estar en posesión de un título.
En conversación con BioBioChile, el doctor Bengoa indicó que el caso de los Geier está estrechamente vinculado al del también defenestrado médico británico Andrew Wakefield, quien usó estudios irregulares para asociar la vacuna triple vírica (MMR) con el autismo.
“Pero mientras este aún goza de cierta credibilidad entre el movimiento anti vacunas, los Geier perdieron respaldo incluso de muchas de estas organizaciones por considerar que sus métodos cruzaron la línea”, añade.
La visita de los Geier a Chile
En julio de 2011, Mark y David Geier visitaron Chile invitados por la organización Bioautismo, con el fin de testificar ante de la comisión de Salud del Senado, asegurando que el timerosal estaba vinculado al autismo.
Esta visita fue recordada en julio del año pasado por la representante de la Sociedad Chilena de Infectología, doctora Marcela Potin, la cual criticó la intervención de los Geier calificando sus resultados como “falsos hallazgos” y recordando que se le había revocado la licencia para el ejercicio de la medicina.
Al respecto, Bioautismo emitió en agosto de 2013 un documento rechazando las declaraciones de la doctora Potin y defendiendo la idoneidad de ambos investigadores.
“La única razón por la que el doctor Mark Geier tiene suspendida su licencia para practicar la medicina en los Estados Unidos, es por el uso del medicamento Lupron, el tratamiento para pubertad precoz, y que tanto el doctor Geier como otros médicos en Canadá y Estados Unidos utilizaban en pacientes autistas agresivos con elevada testosterona”, aseguró la entidad.
“Nos llama la atención que tanto la autoridad de salud internacional (OMS) al referirse a Chile en su declaración de abril del 2012 como la doctora Potin, tengan que escudarse en falsos testimonios para defender el uso del neurotóxico timerosal”, concluye la misiva.
Sin embargo, la consideración del testimonio de los Geier en Estados Unidos parece ser totalmente distinta.
Esto porque si bien han declarado en más de 90 causas judiciales, los medios citan numerosos casos en que los jueces han desechado sus presentaciones por considerarlas fraudulentas.
De hecho ya en 2003, un magistrado describió al doctor Geier como un “perito en áreas para las que no está capacitado, no tiene conocimientos ni experiencia”. Otros describieron al investigador como “intelectualmente deshonesto”, “no confiable” o “totalmente no cualificado”, consigna el New York Times.
“Puede que el doctor Geier sea listo, pero no es creíble”, afirmó un juez citado por el Arizona Daily Star.
“Es pseudociencia con todas sus letras: tomaron datos reales y los transformaron en algo falso que sirviera sus intereses”, sentencia al respecto el doctor Bengoa.