Lugar: Centro Cerrado San Bernardo del Sename
Espacio: Taller de Lectura a jóvenes privados de libertad
Fecha: Abril 2012
Entrego mi carnet y las llaves del auto al gendarme. No puedo entrar con dinero, ni celular, ni ningún objeto personal. Sólo con las maletas con libros que prestamos a los muchachos que están presos o como el sistema suele llamar “privados de libertad”.
Acompaño por primera vez a Alejandra, quien lleva casi un año viniendo cada semana a este lugar que se encuentra al final de un callejón de tierra, perdido en la comuna de San Bernardo.
Detrás de la puerta de fierro azul, nos están esperando. El profesor abre y allí están como enjambres. ¿Me trajo el encargo, señorita?, es lo primero que preguntan, mientras nos ayudan a llevar los bolsos. Algunos preguntan, pero no saben lo que pidieron, no se acuerdan.
Todavía recuerdo mi sorpresa cuando vi a esos muchachones con carteras de colores colgando del hombro. No sé quién entró primero, todavía me cuesta recordar sus nombres, pero allí estaba con un bolso con forma de flor y ninguno de sus compañeros se reía de él. Pensé que era gay, pero luego entró un segundo, seguido por un tercero. Venían del taller de cuero y le mostraban orgullosos a Alejandra sus trabajos terminados con la esperanza de que ella pudiera venderles afuera alguna. También tenían billeteras y monederos.
Los bolsos estaban hechos con cuidado. Las orillas bien cosidas y unidas con puntos a crochet. No sería lo único que vería hecho con sus manos. A la semana siguiente llegaron con gorros, ponchos y chales a crochet. Algunos tejen con rapidez y muy parejo. Para quien llega de afuera, se ve todo muy raro. Los mismos que son capaces de empuñar un arma o cuchillo, están tejiendo a crochet aquí adentro.
Me siento y trato de entender lo que me cuentan que leyeron.
- Se trataba de un loco que …, comienza Cristián.
- ¿Quieres decir que estaba loco?, le preguntó haciéndome la lesa.
- No, poh, se trata del ayudante del rey… Ya poh, ¿cómo se llama?
- Príncipe o caballero o ….
- ¡Eso es! Un caballero que …
Cristián sigue con su relato, mientras anoto lo que dice. Describe con detalle las escenas violentas, una a una, pero no tiene palabras para relatar los momentos de amor. “Se enamoraron y listo no más”, se para, agradece que le haya tomado el dictado y se va.
Alejandro se sienta a mi lado. Dice que le quedan 4 meses para salir y no tiene idea de lo que quiere hacer con su libertad. Debe cumplir 5 años por “robo con intimidación”. Asaltó la casa de un funcionario de gobierno, me cuenta con cara de que tuvo mala suerte.
Esa vez no me atreví a preguntar más, pero luego me di cuenta de que es necesario acotar y no quedarse con el eufemismo. El concepto de robo con intimidación se transforma en el escudo que los defiende, que los vuelve un caso de archivo. La próxima vez que escuché “robo con intimidación”, pedí detalles. Así pude completar al sujeto.
Nota: ha pasado más de un año y medio desde que ocurrió esto y Alejandro sigue allí. Mi primera sensación fue que me mintió, pero más de alguno me ha dicho que suelen fantasear con la idea de salir porque eso les levanta el ánimo. De hecho, antes de irme de vacaciones me despedí efusivamente de Alejandro porque me aseguró que lo más probable es que no estuviera a mi vuelta.A mi regreso, seguía allí.